Cuando los candidatos a presidente de RTVE se pusieron a borrar miles de tuits

Andrés Gil borró 14.000 tuits; Ana Pardo de Vera, 22.000; Arsenio Escolar no eliminó ninguno. ¿Deberíamos borrar nuestro rastro de internet periódicamente?

Los periodistas Andrés Gil y Ana Pardo de Vera han borrado miles de tuits en los últimos días, mientras sus nombres sonaron como posibles presidentes de RTVE. Según la herramienta de monitorización de perfiles en redes sociales Social Blade, Gil -el candidato propuesto por PSOE y Podemos y que actualmente es jefe de Política en eldiario.es- borró 13.885 tuits el 22 de junio. Pardo de Vera -directora de Público- eliminó 21.251 tuits el día 28 y otros 137 el día 29. Arsenio Escolar no eliminó ninguno.

Datos del perfil de Twitter de Andrés Gil en SocialBlade
Datos del perfil de Twitter de Ana Pardo de Vera

Pardo de Vera ha contado en un hilo en Twitter que el lunes le llamó el líder de Podemos, Pablo Iglesias, para decirle "que el presidente Sánchez y él habían alcanzado un acuerdo para que los nombramientos de RTVE dependieran de Podemos” y que el miércoles por la noche conoció que Sánchez apostaba por Arsenio Escolar. También ha hecho referencia a que el jueves el ministro de Fomento nombró a su hermana Isabel presidenta de Adif, por lo que a medianoche, según su versión, Sánchez se habría decantado por Gil, a quien la periodista dedica palabras de cariño. Gil había borrado casi 13.000 tuits seis días antes.

EL PAÍS ha intentado ponerse en contacto con Gil para conocer los motivos del borrado y por el momento no ha obtenido respuesta. Pardo de Vera, por su parte, ha explicado a Verne que borrar tuits es algo que ya tuvo en mente cuando fue nombrada directora de Público -en septiembre de 2016- y que "la posibilidad de acceder provisionalmente a la dirección de RTVE lo hizo más necesario". Y ha añadido: "Mi cuenta es personal y las responsabilidades públicas trascienden lo personal. Debemos ser dueños de nuestras palabras en cada momento y contexto. La gente se equivoca, evoluciona, cambia... Yo también, seguro que más que la media".

La decisión de borrar tuits ha llamado la atención en Twitter, pero no es infrecuente, teniendo en cuenta que una de las primeras cosas a la que se dedican muchos usuarios -y medios- cuando un nombre suena para un cargo público es hacer búsquedas en Twitter de mensajes comprometedores. Twitter no permite aún el borrado masivo de mensajes, pero hay herramientas específicas (y externas a la red social) que sirven para eso.

El primer caso de esta arqueología de Twitter que afectó a un cargo público en España fue el de Guillermo Zapata, de quien rescataron tuits antiguos (descontextualizados) cuando en 2015 fue nombrado concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid. Pasó recientemente con Màxim Huerta cuando se le nombró ministro de Cultura y antes había ocurrido con Quim Torra, cuando fue elegido presidente de la Generalitat de Cataluña, y con Ángel Garrido, cuando sucedió a Cristina Cifuentes al frente de la Comunidad de Madrid.

Todos tenemos huella digital

No es algo que solo ataña a políticos: afecta a todos los que tenemos algún tipo de presencia online. Hay una mujer en Badalona (no publicamos su nombre en Verne) cuya reputación digital ha quedado asociada a un deseo de violación en grupo a Inés Arrimadas, líder de Ciudadanos en Cataluña. Varios futbolistas han visto sus carreras truncadas por tuits de cuando tenían 15 años, es decir, cuando eran menores de edad. Lo mismo que le ocurrió a la tuitera de las bromas sobre Carrero Blanco, finalmente absuelta, y a un exyoutuber que se ha quedado con el apelativo de Caranchoa asociado a su nombre, por poner algunos ejemplos.

El peligro no está solo en protagonizar titulares: es cada vez más frecuente que los responsables de recursos humanos de empresas busquen los nombres de los candidatos en Google e investiguen sus redes sociales. La huella digital es el rastro que dejamos con nuestras acciones en internet y con la información que otros publican de nosotros (y que puede ser verdad o no, como podría ocurrir, por ejemplo, con tuits o declaraciones falseadas). Y todos tenemos una, aunque no lo creamos.

Twitter parece un medio pasajero: publicamos un mensaje y, por muchos retuits que consiga, a las pocas horas se olvida, sepultado entre otros miles de mensajes similares. Pero los buscadores no olvidan nada y cualquier mensaje desafortunado o simplemente sacado de contexto se puede recuperar años más tarde.

Además, en ocasiones no sirve de nada ni siquiera disculparse y borrar. El mensaje borrado sobrevive a menudo en forma de pantallazo. Y, aparte de las capturas, los mensajes quedan almacenados en la caché de Google un tiempo y pueden quedar guardados en páginas como archive.org. En cuanto a la disculpa, no suele alcanzar una difusión comparable a la metedura de pata.

Aunque, como hemos visto, es casi imposible librarse de este tipo de búsquedas en nuestros archivos, podemos aumentar las precauciones. Por ejemplo, Twitter permite poner los tuits en privado, para que solo los lean nuestros seguidores, cosa que también permite Instagram. La configuración de privacidad se puede modificar en Facebook. También podemos ir borrando nuestros tuits de forma periódica.

“Si tuvierais fotos de todo lo que hice en el instituto, probablemente no habría sido presidente de Estados Unidos”, ha dicho Obama sobre la huella digital.

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