Ya llegó el calor de verdad y en gran parte de nuestro país las temperaturas máximas superan los 40 ºC. No todos tenemos el privilegio de huir a nuestra casita de la montaña o poder usar el aire acondicionado indefinidamente así que no nos queda más remedio que combatir la “crisis de los 40” a la antigua usanza. No descubrimos nada nuevo con estas medidas, pero sí intentaremos explicar por qué se toman.
En algunos puntos del sur peninsular (y en Twitter) llamamos “flama” a ese calor intenso y seco que parece generado por un horno gigante. Decimos que la ciudad escupe fuego.
La flama es como le decimos los sevillanos a la calor potente. Hay dos tipos de Flama: el horno y la sauna. Madrid es el horno, los ladrillos irradiando calor, no poder respirar. Barcelona es la sauna, salir de la ducha ya sudando. Hablemos de la flama-horno.
— Maiko (@MetaMaiko) 26 de junio de 2018
Mañana abriendo la ventana para que corra la flama después de un julio "la mar de weno"! pic.twitter.com/fJB1RoMvQ2
— El Tiempo en Sevilla (@eltiempoSevilla) 31 de julio de 2018
Aunque parezca contraintuitivo, los rayos solares no calientan el aire y por eso la temperatura al sol es la misma que a la sombra. Lo que sucede en realidad es que esos rayos calientan los objetos y estos a su vez actúan como focos emisores de radiación infrarroja que sí es capaz de calentar el aire.
Asfalto, edificios y estructuras metálicas son capaces de calentarse más que un bosque o el mar y por eso las ciudades actúan como islas de calor y tenemos la percepción de que, durante las horas que más aprieta, el calor parece venir del suelo. Este “efecto estufa” también es palpable algunas mañanas de invierno al observar cómo la escarcha de los coches es diferente según estén aparcados frente a una pared, bajo una chapa metálica o en un descampado.
Para evitar que toda esa flama nos dé un cálido abrazo hemos de aislar lo máximo posible nuestra vivienda cuando salga el sol y la temperatura comience a ascender. Cierra las ventanas y baja las persianas para evitar que se caliente el interior. No te confíes si hay viento, la entrada de aire externo provocaría un catastrófico y caluroso equilibrio y lo que importa es lograr la máxima diferencia de temperatura dentro-fuera.
Existe un segundo mecanismo a tener en cuenta: cuando una vivienda se calienta, las paredes y el techo emiten radiación infrarroja a todas horas y en todas direcciones, incluido el interior. Esta es la razón por la que a veces durante la madrugada la diferencia de temperatura se invierte: hace más calor en el dormitorio que en la calle.
Si vives en una casa unifamiliar puedes plantearte dormir en la planta baja e intentar de alguna manera regar el exterior de las paredes y el techo porque el agua limitará el calentamiento y acelerará el proceso de enfriamiento nocturno.
Si vives en un edificio poco puedes hacer salvo esperar que llegue la noche y abrir las ventanas porque a estas horas sí nos interesa buscar el equilibrio dentro-fuera. Por lo general el viento baja su intensidad durante la madrugada pero, como la velocidad de calentamiento y enfriamiento no es uniforme en toda la ciudad, pueden crearse pequeñas y breves corrientes de aire. En ese caso es mejor que tus ventanas no estén del todo abiertas para que la corriente se acelere un poquito si tienes la suerte de recibir su visita. Prueba también a fregar el suelo con una fregona poco estrujada; no hará mucho, pero llega un momento en el que cada grado cuenta.
La instalación de paneles solares en techos de viviendas y edificios es cara pero a la larga merece la pena porque no solo reduce el calentamiento de la superficie sino que esa energía puede emplearse para el aire acondicionado con un impacto mínimo en el medio ambiente. Toma partido por políticas que apuesten por el aumento de arbolado en tu ciudad: ayudará a reducir la contaminación, al aumentar la sombra y reducir el efecto “isla de calor” (la acumulación de calor por el hormigón).
Otras formas de defenderse de la flama
Cuando salimos a la calle a mediodía la lógica nos empuja a llevar prendas lo más cortas posibles pero si la temperatura exterior es mucho mayor que la del cuerpo es mejor que sean ligeras, largas y anchas porque aíslan. Es preferible que sean de tonalidades medias porque la ropa negra logra el efecto contrario y la blanca no es eficaz protegiendo contra la radiación ultravioleta. Y, de paso, también nos protegen de determinados comercios, trenes y autobuses cuando activan el aire acondicionado en “modo glaciación”.
Quizás hayas oído que es preferible la ducha caliente o templada a la fría. En el primer caso el cuerpo reaccionaría tratando de eliminar calor de nuestro cuerpo mientras que en el segundo caso el alivio sería instantáneo pero pasajero porque el cuerpo reaccionaría al enfriamiento súbito generando más calor. Por razones similares este estudio asegura que es preferible una bebida caliente a una fría.
Las medidas anteriores también son válidas si vives en la costa. La humedad reduce el calentamiento en la ciudad y en casa pero también aumenta tu sensación de bochorno, de modo que al final sufres lo mismo con calor seco o húmedo. Pero la cosa cambia por la noche porque la temperatura en la calle desciende menos, por lo que refrescas con menos eficacia tu vivienda y además tienes el efecto añadido de la alta humedad. En ese caso sólo queda aguantar y resignarse. Durante las horas centrales del día predominan las brisas marinas y puedes encontrar cierto alivio en parques con muchas sombras donde sople el viento. Paradójicamente puede ser que sufras menos de día que de noche.
Sin duda alguna el mejor remedio que existe para dejar de pasar calor es esperar a que finalice el verano. No sirve de mucho pero sí es muy esperanzador.
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