Algunas personas hablan de "ayudar" en casa. Aunque detrás de esas palabras pueda haber buenas intenciones, esconden una concepción machista del reparto de la limpieza, la compra o la cocina: si el hombre ayuda, la mujer es la principal responsable de esas tareas. Un relato de Facebook titulado Yo no ayudo a mi mujer, compartido más de 43.000 veces en el último mes desde el 15 de octubre y que circula desde 2017, habla sobre este problema.
"Un amigo vino a mi casa a tomar café, nos sentamos y hablamos. En un momento de la conversación le dije: Voy a lavar los platos y vuelvo enseguida. Él me miró como si le hubiera dicho que iba a construir un cohete espacial. Entonces me dijo con admiración, pero un poco perplejo: Me alegra que ayude a su mujer, yo no ayudo porque cuando hago algo mi mujer no me lo agradece. La semana pasada lavé el piso y ni un gracias", indica el post, compartido por la página de Facebook Mujeres todoterreno.
La conversación entre los hombres continúa: "Volví a sentarme con él y le expliqué que yo no ayudo a mi esposa. En realidad, mi mujer no necesita ayuda, ella necesita un socio. Yo soy un socio en casa y por vía de esa sociedad se dividen las funciones, pero no se trata de una ayuda para las tareas de casa. Yo no ayudo a mi esposa a limpiar la casa porque yo también vivo aquí y es necesario que yo también limpie. Yo no ayudo a mi mujer a cocinar porque yo también quiero comer y es necesario que yo también cocine".
"Cuando, por una vez en tu vida, limpias el piso, ¿esperas un premio a la excelencia? ¿Por qué? Nunca te has parado a pensar sobre eso, ¿verdad? ¿Quizá porque te han enseñado que todas la tareas del hogar se hacen sin que tú muevas un dedo?", continúa el post de Facebook. Puedes leerlo completo al final del artículo.
Las mujeres españolas dedican mucho más tiempo a las tareas del hogar que los hombres. Los últimos datos del INE, procedentes de la Encuesta del Empleo del Tiempo de 2010, sostienen que en los hogares formados por una pareja e hijos, la dedicación de la mujer es de 4 horas y 45 minutos diarios y la de ellos, de 2 horas y 34 minutos. Como explicamos en este artículo, esta diferencia es casi la misma para las parejas sin hijos, en las que ellas invierten 4 horas y 37 minutos cada día y los hombres 2 horas y 34 minutos.
Un post compartido millones de veces
Este texto lleva circulando por redes sociales al menos desde enero de 2017, cuando lo compartió la página de Facebook brasileña con 300.000 seguidores Oi, eu sinto (Hola, yo siento). Desde entonces, el post en portugués se ha compartido más de 530.000 veces. Esa versión estaba titulada Yo no ayudo a mi mujer, título que ha perdido el post que está circulando en español.
Meses después, la traducción del texto en inglés también fue muy difundida en Facebook. En mayo de 2017, una usuaria australiana publicó el texto en su cuenta personal. Desde entonces, ha sido compartido más de 470.000 veces. En julio del mismo año, un usuario de Facebook estadounidense difundió el texto, compartido en los muros de otras 870.000 personas.
Este texto no inventa las críticas a la utilización del verbo "ayudar" cuando se habla de hombres y tareas de la casa. En 2015, el artículo Yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con las tareas de casa del psicólogo español Alberto Soler captó bastante atención en medios de comunicación y redes sociales.
Yo no ayudo a mi mujer
Un amigo vino a mi casa a tomar café, nos sentamos y hablamos. En un momento de la conversación le dije: "Voy a lavar los platos y vuelvo enseguida".
Él me miró como si le hubiera dicho que iba a construir un cohete espacial. Entonces me dijo con admiración pero un poco perplejo: "Me alegra que ayude a su mujer. Yo no ayudo porque cuando hago algo mi mujer no me lo agradece. La semana pasada lavé el piso y ni un gracias."
Volví a sentarme con él y le expliqué que yo no "ayudo" a mi esposa. En realidad, mi mujer no necesita ayuda, ella necesita un socio. Yo soy un socio en casa y por vía de esa sociedad se dividen las funciones, pero no se trata de una "ayuda" para las tareas de casa.
Yo no ayudo a mi esposa a limpiar la casa porque yo también vivo aquí y es necesario que yo también limpie.
Yo no ayudo a mi mujer a cocinar porque yo también quiero comer y es necesario que yo también cocine.
Yo no ayudo a mi mujer a lavar los platos después de comer porque yo también uso esos platos.
Yo no ayudo a mi esposa con sus hijos porque también son mis hijos y mi trabajo es ser padre.
Yo no ayudo a mi mujer a lavar o doblar la ropa, porque la ropa también es mía y de mis hijos.
Yo no soy una ayuda para las tareas de la casa, soy parte de la casa. Y con respecto a los elogios por ayudar, le pregunté a mi amigo cuando fue la última vez que, después de que su mujer terminase de limpiar la casa, lavar la ropa, cambiar las sábanas de la cama, bañar a los niños, cocinar u organizar le dijo gracias.
Pero un gracias del tipo: ¡¡¡Wow, cariño!!! ¡¡¡Eres fantástica!!!
¿Eso te parece absurdo? ¿Te parece extraño? Cuando, por una vez en la vida, limpió el piso, ¿esperaba un premio a la excelencia con mucha gloria? ¿Por qué? ¿Nunca pensaste en eso, amigo?
Tal vez la cultura machista te ha enseñado que todo es trabajo de ella.
Tal vez a usted le hayan enseñado que todo esto se hace sin mover un dedo. Entonces elogie a su mujer como usted quería ser elogiado, de la misma forma, con la misma intensidad. Échele una mano, compórtese como un verdadero compañero, no como un huésped que solo viene para comer, dormir, bañarse y satisfacer sus necesidades...
El cambio real de nuestra sociedad empieza en nuestros hogares. ¡Enseñemos a nuestros hijos e hijas el sentido real del compañerismo!
[Los errores gramaticales, ortográficos y de traducción del post de Facebook han sido corregidos]
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