La baraja de cartas más famosa de España es obra de Fournier, la empresa fundada por Heraclio Fournier, que en 2020 cumple 150 años. Sus cartas de hace un siglo son muy similares a las de hoy en día.
La baraja de cartas más antigua que expone el Museo Fournier de Naipes de Álava fue elaborada a principios del siglo XV. Es una de las barajas más antiguas que se conservan en el mundo. Y en ella ya aparecen, como en la de Fournier de hoy en día, el as, la sota y el rey.
La baraja de Fournier no es muy diferente de las de hace siglos. “Ya entonces había una estructura de palos, como oros o espadas, y aparecían figuras como el caballo o el rey”, cuenta a Verne Edurne Martín, una de las responsables del museo de Vitoria dedicado a los naipes. “Las cartas llegaron a los países mediterráneos, especialmente a Italia y a España, en torno al siglo XIV. Fue a través de comerciantes de la ruta de la seda, con la seda y otros productos de oriente”, cuenta Martín. Los primeros en jugar a las cartas fueron los inventores del papel, los chinos. “También se jugaba con naipes, mucho antes que en Europa, en Persia (actual Irán) e India”, añade la experta.
Los primeros naipes que llegaron a Europa procedían de la cuenca oriental del Mediterráneo, es decir, de Siria, Líbano, Israel y el norte de Egipto, según explica a Verne Jean-Pierre Garrigue, especialista en la historia de los naipes y autor de Las cartas de juego en Cataluña en los siglos XIV y XV. Son las llamadas cartas mamelucas. “Los símbolos eran la copa, la espada, el denario (equivalente al oro actual) y el palo (similar al basto). La primera mención a los naipes en un texto europeo se da en Barcelona en 1371. Esas cartas fueron importadas en Cataluña y se adaptaron con los mismos símbolos”, cuenta Garrigue. Cataloga a los primeros naipes de Europa como “latinos”.
España no solo importó el diseño de las cartas del otro lado del Mediterráneo. La palabra naipe proviene del catalán “naip”, que a su vez procede del árabe ”ma‘íb”. “Estas cartas se desarrollaron muy rápido por los países latinos y por el resto de Europa”, cuenta Garrigue. Al principio, las cartas con las que se jugaba en Alemania o Francia tenían los mismos palos que las de España, inspiradas en la baraja mameluca. “Con el paso del tiempo, aparecen los diseños germánicos y franceses, que remplazan a las cartas latinas en varios países”, añade Garrigue. Estos nuevos diseños cambian los símbolos de los naipes: la alemana aún está compuesta por hojas, oros, bellotas y corazones; la francesa, por picas, tréboles, rombos y corazones.
Los naipes, juego de ricos y pobres
Está muy extendida la percepción de que los palos de la baraja española son una metáfora de la sociedad medieval: el oro sería una referencia al dinero y la nobleza; la copa, a la iglesia; la espada, al ejército; y el basto, a los campesinos. “Esa relación no está del todo clara. Puede que los palos tengan que ver con los estamentos sociales de la época, pero no es algo que podamos asegurar”, dice Martín, desde el Museo Fournier de Álava. Garrigue coincide con ella: “Las cartas latinas no se crearon pensando en una simbología concreta. Simplemente, se inspiraron en las mamelucas. Las interpretaciones no están claras y son muy posteriores”.
“Durante los primeros años de los naipes, cuando el juego se popularizó, la iglesia lo prohibió en algunos países. La iglesia decía que quitaba tiempo para rezar”, cuenta Martín. “Se consideraba, como cualquier juego de azar, un producto del diablo”, añade Garrigue. Un juego del que disfrutaban tanto las clases populares como la nobleza, normalmente con apuestas de por medio. “Los naipes más baratos, con los que jugaban las clases populares, se xilografiaban —una técnica de impresión con planchas de madera—. Las más caras eran obra de pintores, una a una, elaboradas de forma personalizada para la nobleza”, añade Martín. Con el paso de los siglos, los pintores continuaron dejando su firma en los naipes. Esta baraja es obra de Salvador Dalí.
El diseño de esa baraja, el francés, es el más popular del mundo. “Era el más utilizado en el Reino Unido. Así llegó a Estados Unidos y de allí al resto del mundo”, añade Martín. “Hay otros juegos que existen desde hace siglos, como los dados, que unen azar y dinero, o el ajedrez, en el que importa la estrategia. Las cartas combinan todo esto con una mayor diversidad de juegos y estrategia. Por eso han llegado a tantas personas: los pobres jugaban a los dados y los ricos al ajedrez, pero las cartas siempre han sido un juego de todas las clases sociales”.
Fournier conquista España
La baraja de cartas más famosa de España se instaló como la referencia nacional en torno a mediados del siglo XX. Antes, el panorama era muy diferente. “Había muchos fabricantes provinciales, con sus propios diseños. Destacan los gaditanos, que expandieron sus barajas por Latinoamérica, y los catalanes”, cuenta Martín. Entre las marcas catalanas, una de las más icónicas es Guarro.
La fabricación de cartas de esta empresa catalana terminó absorbida por Fournier, como otras muchas marcas regionales. “En los años cincuenta y posteriores, además de exportar naipes españoles e ingleses, Fournier empieza a comprar empresas de las diferentes competencias que tenía en España y muchas del extranjero, haciéndose con los diseños y las marcas. Es en esos años cuando se registran las cartas de la baraja española como marca”, explica a Verne Diego Ruiz, portavoz de Fournier.
El diseño más famoso de la compañía es fruto de un encargo que Fournier hizo a un profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria, Emilio Soubrier, y al pintor Díaz de Olano, en 1875. Aquel diseño fue refinado en 1889 por el pintor Augusto Rius. “Entonces se presenta con un set de 20 barajas a la Exposición Universal de París y gana varios premios por la calidad del diseño, el color y la impresión”, finaliza el portavoz de la empresa de naipes.
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