Qué podemos aprender de arte oriental jugando a Animal Crossing

Aprovechamos la galería de arte del videojuego para hacer un viaje artístico por China y Japón

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Imagen extraída del tráiles de Animal Crossin que anunciaba la actualización con la galería de arte
Imagen extraída del tráiles de Animal Crossin que anunciaba la actualización con la galería de arte

El regreso de la saga Animal Crossing ha sido un auténtico éxito. Sin llegar a los dos meses desde su lanzamiento, su nuevo título para Nintendo Switch, Animal Crossing New Horizons, ya había superado las casi 14 millones de unidades que esperaba vender durante toda su vida útil, según ha reconocido el presidente de Nintendo. En esta nueva edición, el juego recrea la vida en una isla desierta totalmente adaptable al gusto del jugador, con la única compañía de sus vecinos animales.

Una actualización reciente incluyó la galería de arte, ya presente en otros títulos de la saga, que el jugador puede completar con obras de todos los estilos y periodos, como la Victoria alada de Samotracia y la Noche estrellada de Van Gogh. Eso, siempre y cuando el jugador sea capaz de distinguir las falsificaciones de los originales vendidos en la tienda itinerante de Ladino, un zorro poco confiable especialista en obras de arte y muebles caros. En nuestro caso, aprovecharemos esta pequeña galería para acercarnos a unas obras a las que normalmente no prestamos tanta atención: las de arte oriental.

Gran ola de Kanagawa

Reproducida hasta la saciedad, la Gran ola de Kanagawa se ha convertido en una de las obras más famosas del mundo y, como tal, no podía faltar en la galería de arte de la nueva edición del Animal Crossing. Se trata de una de las muestras de mayor calidad del ukiyo-e o "pinturas del mundo flotante", una manifestación artística surgida en el periodo Edo (1615-1868) y que inmortaliza escenas de la vida cotidiana y de la naturaleza japonesa por medio de una técnica de estampa-grabado.

En realidad, la obra forma parte de la serie Treinta y seis vistas del Monte Fuji, producidas a comienzos de la década de 1830, que inmortalizan el pico más alto de Japón en las más diversas perspectivas. Aunque en este caso la montaña ha cedido todo el protagonismo a la ola, como un sinónimo del poder destructivo de la naturaleza que engulle al comparativamente diminuto ser humano. Arriba a la izquierda, muy visible, la firma de Katsushika Hokusai (1760-1849), el autor de la serie completa, casi como si fuera consciente de la repercusión que tendría años más tarde su obra.

Pero las pasiones que despierta esta obra no son nuevas. Grandes artistas como Andy Warhol o David Hockney sintieron verdadera admiración por la imagen capturada por el artista japonés. Sin duda el ejemplo de Van Gogh es reseñable, ya que dejó reflejado en una carta a su hermano el impacto que le causó la contemplación de esta obra: "Las olas de Hokusai son garras, las embarcaciones están atrapadas en ellas, puedes sentirlo".

Gran ola de Kanagawa, de Hokusai, en el Museo Metropolitano de Nueva York

Gallo y gallina con hortensias

Flores, aves y naturaleza plasmados con mimo y minuciosidad. Así son las pinturas de Itō Jakuchū (1716-1800), uno de los artistas más relevantes del periodo Edo en la zona de Kioto, Japón. En un principio, Itō Jakuchū siguió la tradición familiar y trabajó en una verdulería durante diecisiete años. Según documentos de la época, esta actividad le causaba mucho estrés, de modo que buscó el consuelo espiritual en la compañía de algunos monjes, que le abrieron las puertas de su universo cultural y le brindaron la formación artística necesaria para sus creaciones. No se dedicó a la pintura a tiempo completo hasta los cuarenta años.

Además, la curiosa personalidad de Jakuchū quedó reflejada en gran parte de sus obras. Admiraba y coleccionaba aves exóticas, que muchas veces se convertían en protagonistas de sus composiciones. Por ello y por su evidente gusto por lo decorativo, sus obras son una auténtica oda a la naturaleza de colores brillantes que contrasta con las corrientes dominantes en su época.

En estos cánones encaja su obra Gallo y gallina con hortensias, incluida dentro de las piezas disponibles para la galería de arte de nuestra pequeña isla. La obra original tiene las flores azules, pero en el juego existe una versión falsificada con las flores de un tono más violáceo. Los jugadores que adquieran la segunda se encontrarán con la imposibilidad de donarla a los fondos del museo.

Gallo y gallina con hortensias, de Itō Jakuchū

Los guerreros de Xian

Si existe un misterio a la altura de la construcción de las pirámides egipcias, ese es el de los guerreros de Xian, un monumental ejército de terracota encontrado alrededor del mausoleo de Zhao Zheng (259-210 a.C.), a quien se le conoce como "el primer emperador de China". Con un poco de suerte, entre las obras que trae Ladino en su tienda-barco cada vez que aparece en nuestra isla de Animal Crossing New Horizons puedes encontrar uno de los miles de ejemplares que existen.

Su descubrimiento oficial tuvo lugar en 1974, de forma totalmente fortuita, cuando unos campesinos cavaban a más de un kilómetro del túmulo que se identificaba como la tumba del emperador. Por razones evidentes, pronto se convirtió en uno de los hallazgos arqueológicos más destacados de la historia. En la actualidad se conocen más de 8.000 ejemplares, de un tamaño ligeramente superior al natural, uniformados de acuerdo con su rango, muchos pintados con colores brillantes y todos ellos con caras distintas.

Sin embargo, aún quedan muchos misterios por descubrir. Por ejemplo, el año pasado unos investigadores determinaron que la razón de que las espadas, lanzas y flechas del ejército de terracota aún sigan afiladas son las propiedades del suelo y no una milenaria fórmula anticorrosión basada en el cromo, tal y como se pensaba en un principio.

Guerreros de Xian. Pete Saloutos (Getty Images)

Retrato de Otani Oniji III

Esta dramática impresión, datada en 1794, es un retrato del actor japonés Otani Oniji III, interpretando el papel de Yakko Edobei. Los yakkos eran los sirvientes malvados de los samuráis, encargados muchas veces de ejecutar los violentos designios de sus patrones. El dramatismo contenido en la escena la convierten en un auténtico retrato psicológico que transmite al espectador con la mayor simplicidad la malevolencia del personaje.

La obra se atribuye a Tōshūsai Sharaku, una figura misteriosa por la escasez de datos tan fundamentales como su verdadero nombre o su fecha de nacimiento y muerte. En su biografía, también llama la atención que todas sus obras estén datadas en un periodo de diez meses, a caballo entre 1794 y 1795. Sin embargo, esto no ha impedido que se consagre como uno de los grandes maestros de los grabados japoneses ukiyo-e, protagonizados a menudo por actores del teatro kabuki. Su trabajo ya llamó la atención de sus contemporáneos, aunque no positivamente, ya que su realismo psicológico exagerado no gustaba a todo el mundo.

La influencia de Sharaku en artistas como Toulouse-Lautrec, que sintió gran interés por el arte japonés en general y que, en ocasiones, parece haber adoptado sus muecas en la representación de algunos de los habitantes de sus salones nocturnos, no hace más que enfatizar más si cabe la importancia de sus estampas y su influjo incluso en el mundo occidental.

Retrato de Otani Oniji III, de Tōshūsai Sharaku, en el Museo Metropolitano de Nueva York

Houmuwu Ding

Aunque a simple vista pueda pasar por uno de los muebles de lujo que vende Ladino, lo que este ofrece bajo el título de "urna imponente" es en realidad una recreación del Houmuwu Ding, un enorme vaso ceremonial chino que se ha convertido con toda probabilidad en la pieza de bronce más grande conservada de la antigüedad. Los Ding son un tipo de bronces rituales bastante comunes en la China de los últimos momentos de la dinastía Shang, entre 1300 y 1046 a. C.

Estas piezas se convirtieron en sinónimo de autoridad y distinción, por el privilegio que suponía la posibilidad de realización de determinados rituales para las divinidades. Así, el grado de nobleza condiciona el Ding a poseer. El Houmuwu Ding recibe este nombre en concreto por una inscripción en la parte inferior y fue encargado por un rey de la dinastía Shang en memoria de su madre. De hecho, la inscripción vendría a significar "Reina Madre Wu".

Mujer mirando hacia atrás

La impresión capturada en Mujer mirando hacia atrás, el nombre original de esta obra, es un fiel reflejo de los gustos, costumbres y estética en torno a la mujer japonesa del siglo XVII. Pero además de su importancia como representación de la sociedad del momento, también es una de las obras más conocidas del artista considerado precursor del ukiyo-e: Hishikawa Moronobu (1618-1694).

Fundamentalmente autodidacta, Moronubu se interesó mucho por reflejar el día a día de la sociedad en la que vivía. Y no lo hizo con el estatismo que había caracterizado el arte japonés hasta ese momento, sino que introdujo vitalidad en gran parte de sus retratos. Esta obra, en concreto, pertenece a los últimos años de su producción y tiene la peculiaridad de introducir el color, ya que la mayor parte de sus trabajos están realizados en blanco y negro. Seguramente la profesión de su padre, tintorero y bordador, fue la que le dotó de los conocimientos necesarios para alcanzar el nivel de detallismo de las decoraciones del vestido.

Mujer mirando hacia atrás, de Hishikawa Moronobu, en el Museo Nacional de Tokio

Los dogū

El periodo Jomon está considerado el primero en la historia de Japón. Aunque su extensión está sujeta a debate, se estima que comienza en el año 14.000 a. C. y llega hasta el 300 a.C. Su antigüedad no impidió el desarrollo de formas cerámicas de altísima calidad. Tal vez la manifestación más destacada es la de los dogū, figuras con rasgos fisiológicos humanos exagerados que pueden alcanzar los 10.000 años de antigüedad. Su concepto y formas son bastante similares al de las Venus paleolíticas europeas, como la que a finales del 2019 se encontró en un yacimiento francés.

La teoría más extendida sostiene que los dogū serían en realidad representaciones de las deidades femeninas, mayoritariamente embarazadas, por lo que se ha querido ver una relación entre estas figurillas y la fertilidad. Dentro de sus rasgos característicos comunes, poseen formas variadas. Los dibujos e inscripciones decorativas que suelen aparecer en el cuerpo de estas figuras se han querido explicar en el interés de sus creadores por tatuajes y escarificaciones, aunque no hay forma de afirmarlo con seguridad. La peculiar forma de sus ojos incluso ha llevado al desarrollo de teorías que las relacionan con vida extraterrestre, lo que da buena cuenta del misterio que los rodea.

Dogu, en el museo Guimet de París

La vuelta de los giroides

Aunque Animal Crossing New Horizons está levantando pasiones, los jugadores más fanáticos de la saga siguen echando en falta algunos de sus elementos clásicos. Entre ellos están los giroides, figuras decorativas que emiten curiosos sonidos y que solían aparecer enterradas en el suelo del juego, igual que los fósiles. Algunos jugadores siguen manteniendo la esperanza en su inclusión en una futura actualización.

Al parecer los giroides estarían inspirados con los antiguos haniwa, figuras de terracota del periodo Kofun japonés (aproximadamente entre los años 250 y 538) con uso ritual y funerario. Estas estatuillas solían enterrarse junto al resto del ajuar de los difuntos, a modo de protector. Por desgracia, no conocemos mucho más sobre ellos por la ausencia de escritos en este periodo.

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