Por qué unos vemos el vestido bien y el resto no tenéis ni idea

El color sólo existe en tu cerebro

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El reciente debate sobre si el famoso vestido de Buzzfeed era azul y negro, o blanco y dorado, ha puesto de manifiesto que no todos vemos los colores de la misma forma. Ya no estamos hablando de si alguien es daltónico o no, sino de personas sin ningún problema en la vista que interpretan la información que reciben de diferente forma. De hecho, en la redacción de Verne, dos veían el vestido blanco y dorado, y otros dos, azul y negro. En el mismo monitor y a la vez. Además, dos de nosotros lo habíamos visto antes de otro color.

1. La constancia del color

La percepción del color puede variar según el contexto, como explica a Verne Julio Lillo Jover, catedrático de Ergonomía de la Universidad Complutense de Madrid y coautor de Percepción del color y daltonismo. Esto ocurre por la llamada “constancia parcial del color”. Es decir, nosotros identificamos, por ejemplo, una camisa blanca, aunque la veamos en una habitación menos oscura (manda menos luz a los ojos) o iluminada por una bombilla clásica cuya luz es más amarillenta (manda distinto tipo de luz). En todas estas situaciones "el cerebro compensa ciertos excesos y defectos de la iluminación del entorno” y produce un resultado similar (ver un color blanco). Esta compensación es útil para identificar objetos en diferentes ambientes: sería muy caótico cambiar de habitación y que nos diera la impresión de que nos hemos cambiado de camisa por ver los mismos objetos con colores diferentes.

En cuanto al famoso vestido, Lillo Jover nos comenta que ha pasado la fotografía por una aplicación que le permite conocer cuanta energía refleja la imagen del vestido en las distintas partes del arco iris. El resultado es similar al que produciría un vestido blanco iluminado con luz azulada, del tipo de la que es común en el atardecer. Por otra parte, sin embargo, el mismo resultado puede también lograrse iluminando un vestido azul con luz blanca (la situación real en la que se obtuvo la fotografía). Como la fotografía no proporciona información espacial suficiente para escoger entre estas dos alternativas, el vestido puede verse blanco (cuando el cerebro efectúa la compensación para iluminaciones azuladas) o azul (cuando no la efectúa). Lillo Jover añade: “Una vez lo ves de un color, el cerebro tiene tendencia a seguir viéndolo de la misma forma”.

Es decir, quienes ven el vestido blanco es porque su cerebro lleva a cabo esta compensación, mientras que quienes lo ven azul no la hacen. El cerebro lleva a cabo esta operación teniendo en cuenta “la información espacial, la luz de fondo, la ambigüedad de la información…”. La imagen presenta la suficiente ambigüedad como para que las opiniones estén divididas. Lillo Jover añade: “Una vez lo ves de un color, el cerebro tiene tendencia a seguir viéndolo de la misma forma”.

De hecho, comenta que jugando con la luz que incide sobre el monitor “no es tan difícil alternar” entre el vestido azul (con menos luz) o blanco (con más luz). Tampoco es fácil, avisamos. La iluminación artificial también puede influir en que lo veamos azul y negro, y la natural, en que lo veamos blanco y dorado, como explica ASAP Science en este vídeo.

Lillo Jover apunta que es un efecto similar al de la ilusión de Adelson. Da igual que sepamos que los cuadros sean del mismo tono de gris: no hay forma de que nuestro cerebro vea ese color. Este vídeo da más datos (e ilusiones ópticas) sobre cómo nuestro cerebro usa la comparación para percibir los colores, ya que es la forma de interpretar lo que vemos de la forma más eficiente posible.

2. El color es una creación

Además de eso, hay que recordar que en el mundo físico no hay colores: hay luz. Los objetos absorben parte del espectro electromagnético y reflejan el resto, que es lo que vemos y nuestro cerebro interpreta como color.

Tal y como se explica en este artículo publicado en la BBC, nuestra visión de los colores comienza con los fotoreceptores que transforman la información de la luz en las señales eléctricas que se envían al cerebro. Estos receptores son sensibles a los azules, verdes y rojos, y aunque su configuración puede variar ligeramente de persona a persona, “a efectos prácticos vemos todos prácticamente lo mismo”, explica Lillo Jover. Si no fuera así, por ejemplo, “es muy poco probable que las mismas pantallas sirvieran para todo el mundo”. Es decir, la causa principal de que veamos el vestido blanco o azul está en la interpretación que hace nuestro cerebro de la imagen, no en nuestros ojos.

Algunos daltónicos tienen sólo dos (y no tres) tipos de fotorreceptores en sus ojos y por ello ven menos colores que las personas comunes. Por otra parte algunas mujeres tienen un tipo de cono extra y por ello se las denomina “tetracrómatas”(“tetra es cuatro en griego”). Este hecho les hace experimentar una gama de colores algo más amplia de la que vemos la mayoría de los humanos. Pueden distinguir fácilmente entre tonos de verde que a casi todos nos parecen muy similares.

Puesto que los colores son una creación de nuestro cerebro que experimentamos individualmente, podría pensarse que no hay forma de saber si dos personas ven lo mismo cuando dicen que algo tiene un determinado color, ya que no hay forma de hacer pasar la experiencia directamente de un cerebro a otro, del mismo modo que no podemos explicarle a alguien que es ciego de nacimiento qué es el color. Como se apunta en este otro vídeo de Vsauce, conceptos como “el rojo es un color cálido” o “el azul es frío” no tienen ningún sentido para estas personas.

También hay que mencionar la influencia del lenguaje. El hecho de que un idioma no tenga palabra específica para denominar un color no significa que los hablantes de ese idioma no lo vean. "Sí lo hacen y, muy probablemente, el color que ven es similar al que ven los hablantes de otro idioma. Por otra parte, algunas investigaciones también han mostrado que la capacidad para diferenciar entre colores parecidos puede mejorar cuando el lenguaje que habla una persona proporciona nombres diferentes para ambos", añade Lillo Jover. Por ejemplo, rusos y griegos utilizan normalmente dos nombres distintos para lo que nosotros llamaríamos azules celestes y azules marinos y, por ello, son algo mejores que nosotros diferenciando azules.

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