Larga vida y prosperidad: por qué lloramos a Spock

Leonard Nimoy falleció el viernes a los 83 años de edad

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Leonard Nimoy en 2013, durante el estreno de Star Trek: Into Darkness
Leonard Nimoy en 2013, durante el estreno de Star Trek: Into Darkness.

Leonard Nimoy, conocido en todo el mundo por su encarnación del vulcaniano Spock, el miembro más carismátio de la tripulación clásica de Star Trek, escribió en 1975, antes del rodaje de la primera película inspirada en la serie, un libro llamado I am not Spock (No soy Spock). Era una autobiografía en la que reflexionaba sobre el mítico personaje y sus diferencias con él, y muchos fans lo entendieron como una visión negativa del actor hacia un posible encasillamiento. No lo era, y en 1995 Nimoy publicó I am Spock (Soy Spock), en el que agradecía las múltiples satisfacciones que le había dado el personaje. Un libro que, por cierto, estuvo a punto de titularse Maybe I am Spock (Quizás sí que soy Spock). Todo ello, sintomático de la absoluta identificación que había entre personaje y actor: Leonard Nimoy, excelente actor, también poeta, escritor, director y guionista, era Spock por encima de todas las cosas.

Leonard Nimoy falleció el viernes a los 83 años de una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, heredada de los muchos años que vivió como fumador compulsivo, aunque dejó el tabaco hace tres décadas. Su delicado estado de salud le llevó a espaciar su actividad más reciente como actor, pero lo cierto es que hubo un par de ellas especialmente significativas en los últimos años. Por un lado, puso voz a un muñeco de Spock que habla con Sheldon en The Big Bang Theory, una serie plagada de referencias a la serie clásica de Star Trek. Por otra parte, dio vida a Spock Prime, el Spock esencial y definitivo que dialoga con el joven Spock interpretado por Zachary Quinto en el reciente reboot de Star Trek (2009) y su secuela.

Un excelente cierre para uno de los personajes esenciales del cine y la televisión de ciencia-ficción, tal y como nos lo describe el crítico de cine Fausto Fernández cuando le preguntamos por la importancia del papel de Spock: “Los reboots cinematográficos de J. J. Abrams le han otorgado un rol doblemente capital: el nexo de unión entre las diferentes mitologías del ideario/universo de Gene Roddenberry, creador de la serie. Spock sigue siendo esa suerte de centinela que imaginaran los escritores de pulp o los guionistas de los tebeos de la Marvel".

Flores en la estrella dedicada a Leonard Nimoy. Robyn Beck / AFP

¿Qué tiene Spock que todos lo adoran?

Desde su primera aparición en la serie clásica de Star Trek, Spock llamó la atención de los aficionados por la inusual complejidad que los guiones otorgaban a un personaje no-humano. Hasta aquel momento, los alienígenas de la ciencia-ficción eran enemigos o, en el mejor de los casos, puntos de apoyo para que los humanos mostraran... Bueno, su humanidad.

Pero Spock era mucho más: nos cuenta Jordi Sánchez-Navarro, experto en cultura pop, que explica que “el gran atractivo de la serie se basa, por supuesto, en el contraste entre el Capitán Kirk (para mí, William Shatner también hace una creación magistral) y Spock. Spock es el oficial científico, dotado de alucinantes capacidades de deducción lógica (recoge algo de Sherlock Holmes) y aunque no lo hace tan a menudo como Kirk, sabe recurrir a la fuerza cuando hace falta. Es un héroe más completo y complejo que Kirk”.

Leonard Nimoy fue el responsable de que Spock tuviera esa complejidad que tanto gustaba a los fans, y llevó hasta el extremo la falta de emociones que la serie achacaba a los habitantes del planeta Vulcano (aunque él tenía parte de sangre humana): a veces entraba en conflicto con los hiperpasionales humanos, siempre dejándonos llevar por ridículos impulsos, a veces aportaba notas de humor a los dramas de la tripulación, a veces con su visión científica de todo lo que sucedía a su alrededor proporcionaba las reflexiones más valiosas sobre la tripulación del Enterprise.

Spock (Leonard Nimoy) y el capitán Kirk (William Shatner)

Pero había más: Sánchez Navarro afirma que “para el público televisivo de la ciencia ficción de los sesenta, obviamente juvenil, Spock es un reflejo. Encarna los dilemas de la adolescencia -una lucha por controlar las emociones, cierta incapacidad de actuar con normalidad en sociedad- pero cuando es necesario se erige en héroe. El adolescente piensa: 'si Spock puede ser un héroe, yo también'. Y aparte de eso también es, evidentemente, un nerd. Lo cual lo hace muy atractivo para ese mismo público, el de los nerds, que es el que ha generado el culto a Star Trek con el paso de los años”.

Es muy posible que por esa personalidad, Spock haya perdurado tantísimo en el tiempo. Posiblemente es la aportación más moderna de Star Trek -una serie que, por otra parte, siempre anduvo adelantada a su tiempo-. Fausto Fernández nos cuenta que “Spock representó el primer personaje moderno de la historia de la televisión, del serial de ciencia-ficción. Un Doctor Manhattan de Watchmen avant la lettre, capaz de empatizar (y simpatizar) a su manera con los defectos e imperfecciones impulsivas del homo terrícola. Era lógico que Spock, el personaje (y ese Leonard Nimoy que lo encarnaba), perdurara en el imaginario colectivo de esos convulsos años sesenta del pasado siglo XX: era el futuro.”

La sombra de Spock

Leonard Nimoy vivió toda su vida marcado por la popularidad de su personaje. Sin embargo, como le pasaba a tantísimos fans de Star Trek, él era el primer fascinado por la magnética personalidad del vulcaniano. Por eso grabó discos como Mr. Spock's Music From Outer Space, en el que, sin salir de su personaje de Spock, cantaba a lo divino, lo humano y lo cósmico, acompañado de múltiples sintonías televisivas y efectos especiales de ciencia-ficción. También puso voz a Spock en la serie de animación de Star Trek a principios de los setenta y se aprovechó de su propia imagen como sabio galáctico para presentar los popularísimos documentales In search of...

Y cómo no, participó en las películas inspiradas en la serie, estrenadas a partir de 1979. El personaje de Spock, que muere al final de la segunda de ellas (aunque Nimoy quería que fuera al principio), La ira de Khan, reaparecería en posteriores secuelas. El propio Nimoy dirigiría un par de entregas (entre ellas la cuarta, que es prácticamente una comedia) y casi dio vida al villano de Star Trek V, un hermano gemelo de Spock llamado Sybok.

Sin embargo, Nimoy no solo es Spock, aunque a veces cueste distinguirlos. Afirma Sánchez-Navarro que “si en algún momento pensamos que se encasilló es porque creó uno de los personajes más poderosos de la historia de la cultura audiovisual. Es un icono de la ciencia ficción o del fantástico, a la altura del robot Robby, la Maria de Metropolis o King Kong". Pero trufó el cine de los setenta y ochenta con otras interpretaciones impecables, a menudo inevitablemente dependientes de la personalidad fría y deshumanizada de Spock. Por ejemplo, Nimoy fue una de las víctimas de los invasores en el remake de La invasión de los ultracuerpos. O uno de los espías del equipo de Misión: Imposible en la mítica serie de televisión. Más recientemente, destacó en varios episodios de Fringe.

Leonard Nimoy nunca llegó a estar del todo inactivo. Era un usuario frecuente de Twitter, y hace solo cinco días tuiteaba esto:

“La vida es como un jardín. Puede haber momentos perfectos, pero no pueden preservarse, salvo en los recuerdos”. Una reflexión sobre la vida un punto fría, un punto emocional, un punto Spock. Nimoy nunca llegó a separarse del todo de su mítico personaje. Por eso será recordado siempre, y algo nos dice (al fin y al cabo escribió un libro solo para rendirse a la evidencia de que, en efecto, él era Spock) que hace tiempo que estaba orgulloso de eso.

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