Enhorabuena. ¡Tu título ha sido publicado en la tienda Amazon!
Acabo de mirar mi gráfico de ventas en la tienda de Kindle. Parece el perfil de una etapa de la vuelta ciclista. Pero la de una facilita. Tiene unas pendientes al principio, ese buen día que hablaron de mi libro en una web popular como Verne, y luego, cuesta abajo hasta llegar al llano donde se queda instalado hasta el final de la etapa.
Hoy. A nivel del mar. 0 ejemplares vendidos.
Ojo, que no me quejo. Si vendiera unas doscientas veces más de lo que he vendido y tuviera amigos y familiares especialmente comprensivos, podría llevar una vida bohemia de sablazos, absenta y tabaco en boquilla. Sin todo eso, soy un escritor independiente. Indie. Que es como pringado, pero con más caché. O bouquet. Y uso todas estas palabras francesas porque soy auteur. Y también para ver si pasan de la escrupulosa mano editora del señor de Verne.
Y no me quejo porque al menos el Señor Amazon (y muchos otros señores, Bubok, Google, Apple) al menos me dan la posibilidad de publicar lo que desee.
Hay pocos requisitos para publicar en Kindle Direct Publishing, que así es como se llama la editorial de Amazon. Hay que abrir una cuenta; te puede servir la misma que uses para adquirir libros o la que uses en el programa de asociados (en el que te aconsejo que también te des de alta: el programa de asociados te da un porcentaje de todas las ventas obtenidas a través de un enlace que incluya tu código).
Ya estás un poco más cerca de la fama y la gloria
A partir de ahí, hay dos caminos para crear tu libro. Si sólo te interesa la publicación del libro electrónico, créalo en tu procesador de textos favorito usando (o no) alguno de los formatos que te proporcionan. Si además quieres publicar un libro físico, puedes hacer lo mismo a través de CreateSpace, el servicio de impresión bajo demanda que, además, te permite publicar el libro en los dos formatos, físico y electrónico, en Amazon.
A la hora de publicarlo es donde comienzas a entender por qué hay algo llamado “industria editorial”, donde mucha gente se gana la vida. Tienes que diseñar la mancheta del libro. ¿Cómo puedes contar en dos párrafos o tres de qué va ese tomo en el que has invertido una parte considerable de tu vida? ¡Tienes que diseñar la portada! Todos los libros tienen portada y te sorprenderá saber que muchos libros se compran por la portada, no por el contenido, que no se ve hasta que no lo has abierto.
CreateSpace tiene su diseñador de portadas (con muchas ya prediseñadas) y Amazon KDP también. Puedes diseñar una portada horrenda o una con gancho. Como eres escritor, qué digo escritor, auteur, no eres portadeur y seguramente te saldrá un boniato. Como tampoco eres corrector con lo que es posible que tengas alguna, muchas, millones de faltas de ortografía. Como tampoco eres tipógrafo, puede que poner letra supergrande para el título de capítulo no sea la mejor opción.
Y tampoco eres publicista
Sobre todo, no eres publicista. “Este libro es mío, lo he hecho yo. Cómpralo, venga” como eslogan, no está muy currado. Y como regla, cada diez veces que lo repitas, pierdes un seguidor en las redes sociales. Para cualquier auteur es la parte más complicada: que la gente encuentre el libro. Y cuando digo gente me refiero a alguien que tenga un par de grados de separación con respecto a ti.
No es que quienes tengan menos grados de separación no sean gente. Lo son, en general y sin descender a casos particulares. Pero ya se compraron ese libro, tu recopilación de tuits y participaron en tu campaña de crowdfunding para poner una granja de camaleones. Tu gente no es quien tiene que enterarse de que tu libro existe. Son los que están fuera de tu red social. Pero el problema es que alcanzar a quienes están fuera de tu red es complicado.
Puedes intentar que te pidan un artículo en Verne y ahí, como quien no quiere la cosa, hablar de tu Esquina en Nueva York, un libro de viajes para quien no le gustan los viajes. Ni los libros. Pero igual eso le sienta hasta mal al editor. El principio general es válido, sin embargo: usa un contexto adecuado para hablar de tu libro y consigue que alguna web popular (y relevante) lo lea y lo mencione. Si además gusta, genial. No existe la mala publicidad y además los precios de los libros electrónicos independientes en Amazon se prestan a la compra impulsiva. ¿0’99€? A la buchaca.
Pero no busques las ventas a cualquier precio
Piénsalo de esta forma: el lector te está dedicando horas de su tiempo; está leyendo tu libro en vez de dedicarse a cualquier otra cosa, como leer otro libro. O leer Verne. O reenviar por WhatsApp los chistes que le ha reenviado su cuñado. Si dedica horas a tu libro, son docenas, cientos de mensajes de WhatsApp de cuñados que no se habrán enviado al resto de la humanidad.
Pero no pienses que es algo que la humanidad te debe a ti, que eres un auteur. Es algo que tú le debes a la persona que se lo ha leído. Agradece siempre las críticas, positivas o negativas. Y no te dediques a usar perfiles falsos para poner críticas positivas en Amazon o Goodreads. Primero, cantan. Segundo, no ayudan a las ventas. Es difícil saber qué ayuda a las ventas, pero cualquier atisbo de deshonestidad puede acabar convertido en meme con más rapidez que se dice #auteurfacts.
Las ventas llegarán. También se irán por donde han venido. Un libro de ficción vende poco y tus horas de trabajo se pueden traducir en ventas de uno, dos o media docena de ejemplares. Venderás el 90% cuando saques el libro, con suerte si llama la atención de algún blog popular, o incluso si aparece solamente mencionado en un comentario en Menéame, podrás vender otras docenas de ejemplares, pero los libros, en realidad, no venden tanto. El 50% de los libros publicados por editoriales en España venden menos de 60 ejemplares.
Porque no se trata de vender
García Márquez dijo que escribía para que lo quisieran. También lo dijo Bryce Echenique, plagiándole y en vista del éxito no paró ahí y siguió plagiando cosas. La moraleja es que la literatura y la publicación no son un medio para la fama, el amor y la fortuna. En 1992, Ray Bradbury firmaba en la librería de la Universidad del Sur de California, ya un escritor consagrado y de fama que perdurará siempre. Sin embargo, sólo una docena de personas manoseábamos ejemplares de sus Crónicas marcianas y por supuesto Fahrenheit 451. Unos días más tarde, en una pequeña librería de Laguna Beach, ni siquiera se había reunido el público que pudiera haber en una librería universitaria. Ray Bradbury me dedicó unos minutos, tan poca prisa tenía. Era amable y hablaba de forma pausada, mirándote mientras firmaba. Me aconsejó que leyera a Kipling. Lo que no viene al caso, pero tenía que contarlo, porque los autores contamos cosas porque tenemos que contarlas.
Se trata de contar historias
Se escribe porque se quiere contar algo, porque hay una historia dando vueltas por alguna circunvolución cerebral y quiere salir. Y se publica porque las historias sólo se pueden contar a alguien.
Amazon te ayuda a que encuentres a ese alguien. Y eso es lo único que importa.
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