Hace unos días se emitió el último episodio de la última temporada de Mad Men, la serie que a lo largo de siete años nos ha narrado la vida de Don Draper, un creativo en los tiempos gloriosos de la publicidad de los años sesenta.
Si no has visto aún el episodio, quizá sea mejor que dejes de leer, porque me temo que podemos destriparte algo en cuanto pases al próximo párrafo (gracias por la visita, en cualquier caso).
Por fin estamos solos los entendidos. Como sabes (estoy dando tiempo para que te vayas si no has visto el episodio, pero se te están acabando las oportunidades), al final del capítulo Don Draper, recobrada la paz de espíritu, parece tener una revelación. Empieza a sonar una música que conocemos todos de sobra. La música de este anuncio:
Así es; lo que se insinúa en Mad Men es que, tras alcanzar el zen, Don Draper crea uno de los anuncios más famosos de la historia, el Hilltop de Coca-Cola, ese himno a la paz y el optimismo. De hecho, la propia agencia que ideó el anuncio en 1971, McCann Ericksson, aprovechó con astucia el momento para entrar al juego en Twitter:
Thanks, Don. About time you came up with a good idea. https://t.co/0IdUE4KFoR #MadMen #MadMenFinale
— McCann (@McCann_WW) Mayo 18, 2015
(Gracias, Don. Ya era hora de que tuvieras una buena idea).
Pero, naturalmente, eso no es verdad: los guionistas son aún más embusteros que los publicitarios. Don Draper no fue el autor del anuncio. El auténtico motor de Hilltop fue Bill Backer, por aquel entonces director creativo en McCann Ericksson, que tenía poco que ver con Don Draper. Como dice Backer, “la mayor parte de los creativos teníamos las manos más manchadas de tinta que Don Draper”. Tampoco se tomaba tantos martinis como se ven en la serie, ni se vestía tan estupendamente.
Y el momento y manera de crear el anuncio fueron mucho menos idílicos.
Backer se dirigía a Londres para grabar unas cuñas de radio de Coca-Cola, pero por culpa de la niebla su vuelo se tuvo que desviar a Irlanda (con el consiguiente enfado de los pasajeros). Al día siguiente, mientras esperaba para coger el vuelo a Londres (que seguía, claro, bajo la niebla), Backer se fijó en que un grupo de pasajeros tomaban Coca-Colas mientras reían despreocupadamente: “Es un producto que logra que la gente se junte. Fue una simple observación de una de las características del producto: es un catalizador social”
Como no había móviles ni estaban de moda las Moleskines, Backer escribió en una servilleta un verso: “I’d like to buy the world a Coke” (me gustaría comprarle al mundo una Coca-Cola). Horas más tarde se reunió con los compositores con los que estaba creando los jingles, Cook y Davis. En 24 horas habían compuesto la canción completa. Al día siguiente la grabaron con un conjunto británico, los New Seekers, y así nació la cuña de radio.
La cuña fue un completo fracaso.
Las embotelladoras de Coca-Cola (que podían contratar la publicidad) odiaban el anuncio así que no se emitía, directamente. Pero Backer se empeñó en convencer a Coca-Cola de que rodaran un anuncio uniendo esa pegadiza cancioncilla y la idea de un joven creativo de McCann Ericksson, Harvey Gabor, de representar el “Primer Coro Unido del Mundo”, con gente de todas las razas y edades.
Coca-Cola aprobó la idea y el equipo se fue a rodar a Inglaterra con un presupuesto estratosférico para la época: 250.000 dólares. Pero llegó el día de rodaje y se puso a llover. Tres días seguidos lloviendo; como si estuvieran en Inglaterra, vamos. Así que el equipo decidió irse a un lugar con mejor tiempo: Italia. Volvieron a hacer el casting (encuentra tú 1.200 niños para la escena final de un día para otro) y rodaron. Todo muy bien, salvo que cuando revelaron la película se dieron cuenta de que casi ningún plano estaba en foco por un problema con la lente de la cámara. Había que fingir que era un ejercicio moderno de estilo a lo David Lynch o repetir el rodaje. Decidieron repetir el rodaje. Pero la protagonista no podía asistir porque ya tenía otros compromisos: se había casado y se iba de luna de miel.
Para entonces el equipo se había gastado ya la mayor parte del presupuesto. Así que redujeron el número de niños (solo 500) y consiguieron una nueva protagonista en el último momento, al cruzarse con ella por la calle.
Por fin el rodaje no sufrió más percances y el anuncio se emitió en julio de 1971 en la televisión estadounidense.
Fue un éxito instantáneo. La gente llamaba a las emisoras de televisión para preguntar cuándo se iba a volver a emitir. Pedían a las emisoras de radio que pusieran la canción. Los New Seekers grabaron una versión de mayor duración que fue número 1 durante 4 semanas en el Reino Unido y vendió casi un millón de copias.
En noviembre de ese año, cien mil cartas que hablaban del anuncio habían llegado a las oficinas de Coca-Cola. Cada vez más países adaptaban el anuncio y su fama se extendía. Era un éxito sin precedentes y seguramente imprevisible.
El anuncio recogía un mensaje sencillo y optimista, de unidad entre los seres humanos, justo en el momento adecuado. En Estados Unidos arreciaban las protestas contra la guerra de Vietnam. Hacía tan sólo un par de años se había celebrado el Festival de Woodstock. Tus padres estaban en mayo del 68 buscando la playa bajo los adoquines. Y hete aquí que una marca de refresco hablaba de paz, de felicidad, de una vida más sencilla y amable, y lo hacía de una manera pegadiza:
“Me gustaría comprarle al mundo una casa y decorarla con amor, hacer crecer manzanos y abejas y blancas tórtolas… Me gustaría enseñar al mundo a cantar en armonía”
(La versión española era distinta, como recordaréis: Al mundo entero quiero dar un mensaje de paz…)
El impacto del anuncio continuó tan vivo que veinte años después Coca-Cola volvió a usar a sus protagonistas y los reunió en el mismo sitio.
Y mira, si no te emocionas un poquito, a lo mejor es que eres un replicante.
Hilltop es quizá el anuncio de televisión más icónico de todos los tiempos. La revista especializada Campaign lo nombró en 2007 como uno de los diez anuncios más importantes del siglo XX, y se mantiene fresco como el primer día en la memoria de la gente. 45 años después, que se dice pronto. Quizá, de hecho, sea el único anuncio tan famoso, tan reconocible, como para marcar el punto final de una serie sobre publicitarios.
¿Aguantará Mad Men tanto tiempo? ¿Seguiremos hablando de ella? Lo sabremos dentro de 45 años.
* También puedes seguirnos en Instagram y Flipboard. ¡No te pierdas lo mejor de Verne!