Para escribir tu nombre en la historia hay que hacer las cosas muy bien. O hacerlas catastróficamente mal. En este segundo grupo se inscribe Florence Foster Jenkins, famosa por ser la peor soprano de la historia.
En 2016 se va a hablar mucho de ella. Primero, porque Maryl Streep y Hugh Grant estrenarán una película sobre su vida. Y, segundo, porque la mezzosoprano Joyce DiDonato acaba de anunciar en su página de Facebook que la interpretará en un documental.
Pero, ¿de verdad cantaba tan mal Florence Foster Jenkins? Puedes juzgarlo tú mismo en algunas de las grabaciones que han sobrevivido:
Foster Jenkins nació en una familia acomodada de Pensilvania en 1868 y siempre quiso ser cantante. Su padre se lo prohibió y por eso huyó de su casa. Tras algunos trabajos de subsistencia como profesora, heredó la fortuna paterna y entonces, aunque ya rondaba la cuarentena, pudo volcarse exclusivamente en su pasión. Aquí otra muestra de su ausencia de talento:
En un principio, se dedicó a organizar recitales benéficos y privados, en los que actuaba ataviada con extravagantes vestidos que ella misma diseñaba, tal y como explicaba Maureen Lipman en un artículo para The Guardian. Lipman fue una de las responsables de la primera resurrección de Foster Jenkins al interpretarla en 2005 en una obra teatral llamada Glorious. Ese mismo año también se estrenó en Nueva York otra obra sobre ella titulada Souvenir.
El momento cumbre de la carrera de Foster Jenkins llegó en 1944, cuando actuó en el Carnegie Hall de Nueva York. En términos de asistencia fue un auténtico éxito, como todas sus actuaciones, a las que la gente acudía llevada por la curiosidad o el cachondeo.
En un texto publicado en el blog del Carnegie Hall con motivo del 68º aniversario de la muerte de la soprano, recordaban que las entradas para su actuación de 1944 se vendieron en solo dos horas y que el programa de mano de aquella velada es uno de los más demandados en la institución.
La muerte le llegó a Foster Jenkins un mes después de haber visto su sueño cumplido con su gran actuación en el Carnegie Hall. Y si el primer renacimiento de la soprano se produjo en 2005, el segundo tendrá lugar este año gracias a las obras mencionadas anteriormente, en las que participan Maryl Streep, Hugh Grant y Joyce DiDonato.
Durante el tiempo transcurrido desde 2005, la figura de Foster Jenkins no ha dejado de mitificarse, aunque aún quedan muchas incógnitas sobre ella: ¿Hasta qué punto Foster Jenkins era consciente de lo mal que cantaba?
Circulan anécdotas que invitan a pensar que sí lo era. Por ejemplo, en un artículo para El Estado Mental, David C. Williams cita una de sus frases más célebres: "El mundo oyó mi voz por primer vez en 1912, el año en que se hundió el Titanic". Sin embargo, otros artículos afirman que culpaba de las críticas a la envidia que sentían sus oyentes.
Williams también cuenta que entre los seguidores más famosos de la soprano se encuentra David Bowie, quien la mencionó entre sus recomendaciones musicales.
Habrá quien contemple el culto a Foster Jenkins como una broma colectiva largamente sostenida. O como un precedente de la ironía a gran escala que ahora tanto se reivindica. Las críticas de los usuarios de Amazon a uno de los tres cds que se publicaron con su obra apuntan en esta dirección: un 68% de sus oyentes le otorgan la máxima puntuación (con una media de 4,4 estrellas sobre 5).
Pero también habrá quien la vea como un modelo a seguir o un icono para talleres motivacionales, debido a la manera en que persiguió sus sueños más allá de cualquier barrera. Esta última postura podría sintetizarse en una de las frases que también se le atribuyen y que podría servir como lema a los karaokes del mundo: "La gente dice que no sé cantar, pero jamás podrá decir que no canté".
Habrá que ver cuánta luz arrojan las nuevas producciones sobre su figura. Mientras, nos quedará su voz:
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