Lucía Extebarria ha asegurado en Twitter que poseía el carnet de Mensa, una asociación internacional que agrupa a personas con un elevado cociente intelectual. Y, acto seguido, le han llovido críticas y desprecios a través de la red social.
La gente podrá tener la opinión que quiera sobre Lucía Etxebarria como escritora o como personaje público o como opinadora, pero es un hecho que las mujeres superdotadas, en ocasiones, nos vemos obligadas a ocultar nuestra inteligencia.
Las personas superdotadas -ya seamos hombres o mujeres-, atravesamos una serie de dificultades particulares a lo largo de nuestras vidas. Por ejemplo, si no se encauza bien nuestra educación, el hecho de asimilar las lecciones con más facilidad puede convertir el colegio en algo tedioso y desmotivador. También en el colegio, la gente tiende a hostigar al diferente, por lo que muchos niños superdotados tratan de ocultar su condición, lo que puede desembocar en trastornos psicológicos.
En mi caso tuve suerte al encontrarme con una profesora que comprendió mis necesidades. A los nueve años me adelantaron dos cursos, y eso hizo que me sintiera más a gusto en el colegio. Lo agradecí mucho porque a esa edad leía hasta tratados de Arqueología. ¿Y con quién iba a hablar yo en clase de la piedra Rosetta? Situar a los niños superdotados en el curso que corresponde a sus aptitudes sin duda hará que se sientan más cómodos.
He mencionado algunos de los problemas que deben afrontar los superdotados, pero hay muchos más. Sin embargo, en este texto me gustaría centrarme en aquellos asociados específicamente a las mujeres.
Si repasas los cuentos que leíste durante tu infancia, encontrarás que los hombres copan los roles vinculados con la inteligencia. Las mujeres, por el contrario, quedan relegadas a los papeles afectivos. Del mismo modo, si repasamos la historia de la ciencia y de la literatura, encontraremos casi siempre nombres masculinos.
Pues bien, esta realidad no es neutra, porque ha modelado aquello que esperamos de las mujeres: que siempre estemos arregladas, que aspiremos a formar una familia, que apoyemos a los maridos trabajadores... En fin, todo aquello que nos ha llegado a través de la educación patriarcal.
Y pese a que ha habido pseudoestudios científicos que asociaban el cerebro masculino a una mayor inteligencia, lo cierto es que ninguna investigación seria ha demostrado que las mujeres seamos ni más ni menos inteligentes que los hombres. Incluso hay estudios, como uno del neozelandés James Flynn, que dicen que la inteligencia de las mujeres supera a la de los hombres. Pero dejémoslo en tablas: la inteligencia es una cualidad genética en su mayor parte y totalmente independiente del sexo.
La primera muestra de que algo no funciona bien es que, mientras que los tests de inteligencia en edades tempranas ofrecen un porcentaje casi similar de niños y niñas superdotados, a partir de los 14 años hay un claro declive en el porcentaje de chicas superdotadas.
¿Por qué ganan terreno los chicos frente a las chicas superdotadas?
Por un lado, algunos estudios aseguran que los niños, en mayor medida, tratan de llamar la atención de los profesores, de imponer su forma de ser y dirigen sus acciones a mostrarse como líderes. Mientras, las mujeres se esfuerzan más en adaptarse al entorno y prefieren pasar desapercibidas. Para ilustrarlo se me ocurre la historia de Rosa, una chica con un cociente intelectual 150 [el CI medio es 100] que acudió al gabinete de psicología donde trabajo y cuyas notas habían empeorado a partir del día en que un profesor le dijo en clase: "En el claustro de profesores han dicho todos que eres la chica más inteligente del colegio". Entonces, Rosa buscó la posición más cómoda y aceptada por la sociedad: parecer menos inteligente.
Por otro lado, los estudios también demuestran que los padres se preocupan e invierten más en la educación de sus hijos que en la de sus hijas. Desde luego, en mi gabinete de psicología, los padres traen a más niños que niñas para saber si son superdotados.
Por tanto, ya tenemos dos factores culturales que ocultan y torpedean el desarrollo intelectual de muchas mujeres.
Pero los problemas no se acaban en el colegio, sino que se extienden hasta los años universitarios y más allá. Por ejemplo, al buscar trabajo la vida se vuelve más competitiva, y muchos hombres muestran su agresividad hacia las mujeres que les disputan los puestos que tradicionalmente han tenido reservados. Para muchas mujeres llega el momento de escuchar los desgraciados comentarios sobre si han conseguido su trabajo a cambio de favores sexuales. En estas condiciones, no es raro que el nivel de autoestima sea más bajo entre las mujeres superdotadas que entre los hombres.
En mi caso, hace 20 años trabajé como directiva en una gran empresa. En una convención de 400 directivos, solo éramos cuatro mujeres. El presidente de la compañía incluso se acercó a saludarnos porque nos veían como bichos raros. Y no he hablado del sueldo: llegué a enterarme de que cobraba hasta un 60% menos que otros compañeros en el mismo puesto. Al quejarme, me respondieron: "Así está el mercado".
En la vida privada, las construcciones sociales también conspiran en contra de las mujeres superdotadas, ya que los indicadores de éxito para un hombre en nuestra sociedad están relacionados habitualmente con su nivel laboral y con su nivel de ingresos. El hecho de que una mujer pueda mejorar la posición de sus parejas es algo que todavía genera cierta resistencia.
Afortunadamente, en las últimas décadas, el papel de la mujer en la sociedad está cambiando a gran velocidad y cada vez vemos más mujeres en puestos de relevancia. También se observan ligeros cambios en cuanto al modelo de mujer: se valoran más la inteligencia, la capacidad de aprendizaje y la iniciativa de las mujeres.
Sin embargo, los ataques a Lucía Etxebarria demuestran que aún hay resistencias ante las manifestaciones femeninas de inteligencia. Las burlas, al final, no parecen más que una forma de camuflar cierta sensación de amenaza.
* Carmen Sanz Chacón es autora del libro La maldición de la inteligencia y dirige el gabinete El mundo del superdotado.
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