¿Por qué se nos pegan los acentos ajenos?

Es una respuesta casi siempre involuntaria para mejorar nuestra interacción con los demás

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El español es la lengua oficial o primaria de 20 países y Puerto Rico, pero no todos lo hablamos igual, ni siquiera dentro del mismo país. Tan solo México es hogar de una gran variedad de acentos: es una de las formas más fáciles de detectar el origen de una persona de tu país. Pero a veces, cuando vives mucho tiempo en otro país o convives con alguien con un acento distinto al tuyo, comienzas a imitarlo sin darte cuenta.

Es algo que a veces se convierte en blanco de críticas, como le ha ocurrido a la cantante mexicana Paulina Rubio, por ejemplo, criticada por modificar su acento desde que se mudó a España a mediados de los 2000. Madonna, quien ha vivido muchos años en Reino Unido, también ha sido objeto de burla por su acento cambiante, que ahora suena más británico que estadounidense.

¿Qué factores influyen en que a unas personas se les peguen los acentos mientras que otras pueden conservar el suyo aunque vivan décadas en un lugar con otro distinto? "Si se busca pertenecer a una comunidad (o dejar de pertenecer a una comunidad), se adopta un acento determinado, de manera voluntaria", dice a Verne ,vía telefónica, el profesor de lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM Javier Cuétara Priede. "Para hacerse entender, se adoptan formas lingüísticas de la población en la que uno se encuentra. Si estoy en España, por ejemplo, y me quiero dar a entender, pido un culín para un vaso de vino [se usa esta expresión en ciertas zonas de España] o un cortado por un café espresso con leche", explica.

Pero esto también puede suceder involuntariamente, agrega: "El acento dialectal, sobre todo cuando es muy marcado, es muy fácil de adoptar de manera inconsciente. Esto, cuando se trata de una variante de la propia lengua materna. Ambas maneras, consciente o inconsciente, son respuestas de nuestro sistema para mejorar nuestra interacción con otros".

Los lingüistas y psicólogos definen estas modificaciones de acentos como convergencia fonética. Un estudio de 2006 realizado en Barnard College (Nueva York) concluyó que dos o más personas con acentos distintos pueden llegar a mimetizar la pronunciación de ciertas palabras durante una conversación. “La convergencia fonética puede contribuir a una comprensión mutua y/o un rapport (relación armónica o en la que hay empatía entre las partes) al disminuir la distancia social”, explica su autora, la psicóloga Jennifer S. Pardo.

Pardo y un grupo de psicólogos de la Universidad de Columbia encontraron en 2012 que la convergencia fonética se presentó entre un grupo de compañeros de dormitorio en la universidad, de distintos orígenes. Los resultados del experimento sugieren además "que esta convergencia está relacionada de forma moderada con la cercanía entre las personas que interactúan". Dicho de otro modo, entre mejor es tu relación con una persona, hay más probabilidades de que comiences a hablar como ella.

La lengua es identidad

Un cambio de identidad puede ser otra razón por la que la gente decide adoptar un acento que no es el suyo, dice Cuétara Priede. "Hay personas que eligen esconder su acento porque no quieren revelar su origen o no quieren que los asocien con ideas preconcebidas sobre su origen", comenta. Otros lo hacen por cuestiones de trabajo, "como los actores sudamericanos que viven en México, les piden cambiar su acento para tener una mejor conexión el público mexicano”.

Estos cambios de acento pueden estar relacionados con prejuicios, opina Zuzana Erdösová, profesora de lingüística de la Universidad Autónoma del Estado de México. “Existe la noción de que el español de un país es mejor que otro, pero eso no se puede decir de forma científica”, comenta vía telefónica. “Todas las formas del español son válidas. El problema de creer que en un país se habla mejor español que en otros crea discriminación”.

Al respecto, Cuétara Priede agrega:"“Los acentos se forman por una serie de factores y no puedes decir que una forma es más importante o válida que otra. Además, no existe un solo acento español o un solo acento mexicano, así que tampoco se pueden clasificar los acentos por países. Es importante que la gente conozca estos aspectos de la lengua para eliminar los prejuicios sobre los acentos y sus variantes".

Aunque tengamos el deseo (consciente o inconsciente) de adaptarnos a un grupo con un acento distinto, es raro que perdamos nuestro acento original por completo, dice el académico de la UNAM. "Es posible hacer propias muchas de las formas de otra variante sociolingüística. Con los años, muchos años, se pueden perder rasgos de la variante materna, pero en el fondo siempre habrá algún elemento que acuse la procedencia: un español en México, por ejemplo, podría adoptar la melodía mexicana, como suavizar su habla, pero no perderá, por ejemplo, el fonema interdental, el de Cecilia o Zaragoza".

Esto es prácticamente imposible cuando se trata de adoptar el acento nativo en una lengua que no es la materna, comenta Erdösová. “Tener un acento extranjero no es una elección personal porque estamos hablando de dos lenguas distintas”, comenta la académica, originaria de la República Checa. “Los niños pequeños tienen cerebros más moldeables que les permiten captar diferencias fonéticas y reproducirlas, pero a cierta edad, más o menos cuando entramos a la escuela primaria, comenzamos a perder esa habilidad”.

Los tres elementos que forman un acento

Existen tres ejes sociolingüísticos que influyen el sonido de un acento:

1. El diatópico: La ubicación geográfica, el lugar o región donde naces y/o creces.

2. El diafásico: El nivel educativo y de habilidad de lectura. Se mide con las horas de lectura a la semana de una persona y su nivel educativo. Entre un mayor nivel de lectura, más neutral será su acento. Cuétara Priede advierte que no debe confundirse con el nivel socioeconómico: “No por ser más rico o más pobre se lee más o se lee menos”, comenta.

3. El diastrático: La circunstancia o ambiente. Nuestros acentos y vocabulario cambian dependiendo de con quién hablamos y en qué situación. “No hablo igual cuando doy una clase o una entrevista que cuando estoy entre amigos en una fiesta”, explica el académico.

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