'Hacer conejo' o 'colgar un mico': el lenguaje de la política colombiana está lleno de animales

Lejos del insulto o la descalificación, en las bancadas del Senado pueden aparecer lagartos y zorros

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En Colombia, la fórmula del usted se usa entre padres e hijos, ya sean adultos o niños. El respeto se lleva hasta tal paroxismo que los colombianos siguen empleando la expresión su merced. Hasta que se llega al Parlamento y el lenguaje y la cordialidad se llenan de animales. En un juego de palabras, lejos del insulto o la descalificación, en las bancadas del Senado pueden aparecer lagartos y zorros. Algunos se comen algún sapo de vez en cuando y a otros les cuelgan micos sin darse cuenta.

Estos son los animales que deambulan por las instituciones colombianas:

Mico. En Colombia los micos son los monos cuando nos referimos al mundo animal. Si la palabra se lleva hasta el Congreso de la República entonces se convierte en ese artículo, párrafo o término que aparece en un texto parlamentario en el último momento. Es esa sorpresa con la que se encuentra un senador o un grupo político que lleva tramitando una ley desde su presentación hasta su aprobación final.

Por lo general, estos artículos que aparecen en el último minuto responden a intereses políticos particulares. En ocasiones, la cantidad de micos es tal, que el texto inicial poco tiene que ver con el que finalmente sale adelante. Y entonces se puede hablar de orangután.

Conejo. Desde el pasado 12 de noviembre, los senadores del Centro Democrático, el partido del expresidente Álvaro Uribe, principal opositor al acuerdo de paz pactado con las FARC, decoran sus asientos en el Parlamento con el hashtag #NoalConejo. No se trata de una campaña para que en Navidad los colombianos no consuman la carne de este animal, sino su manera de protestar ante el nuevo texto. Para el uribismo, parte del partido Conservador y otros sectores contrarios a la negociación, el presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla han hecho trampa. Es decir, cuando alguien usa la expresión: “Me hicieron conejo”, quiere decir que se la jugaron, que no cumplieron con lo prometido; muy probablemente para salirse con la suya.

Oso. Como escribió el escritor colombiano Ricardo Silva en una de sus columnas en EL PAÍS: “Señor turista, 'hacer el oso significa' en Colombia 'hacer el ridículo'”. Entre otros ejemplos, Silva usaba la frase de un líder de la guerrilla del ELN para explicar esta expresión. “Hizo el oso con sevicia el jefe del equipo negociador, Pablo Beltrán, cuando les contestó: ‘Nosotros cobramos impuestos como el Gobierno”. La insurgencia que niega ser parte del Estado, aunque actúa como tal y sin repartir. “¿Para qué?”, plantea el escritor.

Lagarto. Un habitual de los cócteles y las reuniones sociales. El experto canapero. No se autoinvita, siempre aparece en la lista y tiene la agenda lo suficientemente despejada como para asistir a cualquier evento siempre que tenga un alto porcentaje de personalidades públicas. Lo encontrarás en las páginas sociales de las revistas.

Su habilidad no solo está en tener siempre tiempo y voluntad de ir a todas las fiestas, además tiene el don de la palabra: no desvelará su ideología, la suya es maleable, como su conversación dependiendo de su interlocutor.

Sapo. Es aquella persona que responde aunque no haya sido preguntada. La misma que aparece en la fiesta cuando no ha sido invitada. Un entrometido. Incluso aquel que se dedica a acusar o a señalar a los demás.

Cuando el término sapo se traslada al campo de la política en Colombia, se relaciona directamente con el verbo tragar. Si un político o un partido se come o se traga un sapo quiere decir que tiene que asumir o afrontar una situación aunque le cueste o no le guste. Un ejemplo actual: los opositores al acuerdo de paz con las FARC tendrán que aceptar que el pacto se implemente pese a que muchos de sus reclamos no se hayan renegociado. Es decir, Uribe y los suyos van a tener que tragarse unos cuantos sapos en los próximos años.

Y no solo ellos, el propio presidente Juan Manual Santos ha reconocido que ha tenido que comerse más de uno durante estos años de negociación con las FARC.

Zorro, abeja y culebra. Como el animal, un zorro en la política colombiana es astuto y cauto antes de hablar. Si el lagarto despliega sus habilidades en las fiestas, el zorro lo hace en sede parlamentaria y despachos. Su ideología es la de lo políticamente correcto.

La abeja, ya sea en el campo político, en casa o en el trabajo es aquel lo suficientemente audaz como para sacar partido de cualquier oportunidad.

Y la culebra, puede ser una deuda económica. Si se aplica a una persona es para describir a alguien perspicaz que sabe estar en el lugar adecuado en el momento preciso.

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