Hablamos con los hippies del piso de Bilbao de los 70 que ha resucitado en 2017 gracias a Twitter

Primera decepción: los supuestos hippies pagaban alquiler

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“Descubierto un piso hippie en Bilbao”. Este es uno de los titulares que ha rescatado Javier Ochagavía, a quien entrevistamos en Verne para hablar de su cuenta de Twitter, dedicada a la arqueología de hemerotecas. En el recorte, publicado en La Gaceta del Norte en 1974, se puede leer que la policía arrestó a 5 chicos y 2 chicas, que en el piso se ocultaba un niño fugado de 12 años y, lo que más llamó la atención de los tuiteros, que “practicaban las relaciones prematrimoniales”.

Publicamos la entrevista este domingo y unos días más tarde recibimos un correo electrónico de Mikel López Iturriaga, responsable de El Comidista, en el que nos regalaba una exclusiva: uno de los supuestos hippies de la noticia era Jose López Iturriaga, su hermano mayor. Nos pusimos en contacto con él porque teníamos muchas preguntas que hacerle: ¿cómo era aquella comuna hippie? ¿Quién era aquel niño? Y, sobre todo, ¿era cierto que practicaban las relaciones prematrimoniales?

Hippies con contrato de alquiler

Jose López Iturriaga actualmente está al frente de sus pizzerías en el País Vasco, pero en 1974 era un estudiante de Filosofía y Letras. El piso no era ninguna comuna: juntó a unos amigos “y como no teníamos dónde meternos, alquilamos un piso megacutre en la parte vieja de Bilbao”. Lo usaban para quedar de vez en cuando y para alguna que otra fiesta, y lo describe como “un cuchitril interior en una planta baja. Veías cómo crecía el moho”.

Eso sí, con contrato de alquiler, que se pagaba religiosamente entre todos: 250 pesetas por cabeza, como especifica la noticia del tuit, publicada en La Gaceta del Norte, que añade que el piso se usaba para “estudiar, hacer experimentaciones de arte cultural, para reuniones asociacionistas de intercambio de opiniones y para la práctica de relaciones prematrimoniales…”. Los puntos suspensivos cierran el párrafo.

En cuanto al niño de 12 años, López Iturriaga cuenta que el niño era huérfano y vivía con sus tíos, que al parecer lo maltrataban. “Dos amigas nos preguntaron si podía quedarse en el piso durante un tiempo, porque tenía miedo de volver a casa y nosotros, con toda nuestra ingenuidad, dijimos que sí”.

Esa fue la causa de que la policía se presentara en la casa, donde también encontraron a López Iturriaga y a un amigo suyo, a los que se llevaron a la jefatura de policía de Bilbao.

¿Hasta dónde habéis llegado?

Pasaron tres días encerrados: “Yo tenía 19 años. No éramos conscientes de lo que nos estaba pasando. Hasta entonces solo nos habíamos preocupado de disfrutar de la vida y de ser felices”. Y se encontraron en un cuartelillo “franquista, fascista”.

El interrogatorio no se centró, precisamente, en el niño de 12 años: “Lo del niño quedó olvidado. Se dedicaron a hacernos confesar qué hacíamos con las chicas en ese piso”. En fin, lo de las relaciones prematrimoniales que aparecían en la noticia. “Lo importante para ellos era el qué, el cómo y hasta dónde habíamos llegado”.

Había otro asunto que preocupaba a la policía: “Aquel era un piso de universitarios y podía pasar cualquiera. Dio la casualidad de que alguien dejó un posavasos con un símbolo ácrata, creo recordar, lo cual nos hizo pasar por las dependencias de la brigada social”, es decir, la policía secreta que por aquel entonces perseguía los movimientos antifranquistas.

“Fue una experiencia que se parecía más bien a cuando en las películas de Misión Imposible pasan por Rusia: nos llevaron al típico sótano mal iluminado y nos hicieron pasar varias horas de pie”.

No llegaron a la violencia física con ellos: “Sí hubo amenazas y se ensañaron”. Durante el interrogatorio “fue pasando toda la brigada criminal. Era un fin de semana largo, creo que el del Corpus. Estaban muertos de aburrimiento y se entretuvieron con nosotros. A veces uno se hacía el bueno, después otro te amenazaba… Todas las tácticas más básicas y primitivas. Pero, claro, nosotros solo éramos unos críos”.

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Recorte de 'El Correo Español' facilitado por López Iturriaga. Pincha en la imagen para ampliarla

Estaban muy asustados. “Cantamos la ópera”, dice, y por jefatura fueron pasando los “ocho o nueve [siete, según el artículo publicado] que figuraban en el contrato de alquiler del piso, incluida otra hermana de López Iturriaga”. Todos ellos se quedaron en una celda común, menos Iturriaga y su amigo -”los importantes”, comenta en tono irónico- que estuvieron aislados hasta que les tocó pasar al juzgado de guardia.

Y esa fue otra experiencia difícil de olvidar: “El juez ya había decidido que tocaba ir con ropa de verano: llevaba un traje blanco, zapatos blancos, pajarita… Nos preguntó cuatro cosas y decidió que aquello era competencia del juzgado de instrucción, así que nos mandó a mi compañero y a mí a la cárcel de Basauri. No me creía lo que me estaba pasando”.

López Iturriaga estaba acusado de escándalo y su amigo, de escándalo y de estupro (relaciones con una menor), ya que su novia de entonces, May, tenía 16 años. Adelantemos parte del final feliz: su amigo y May siguieron juntos y tuvieron cuatro hijos. Luego se separaron y May actualmente está casada con López Iturriaga. "Lo normal entre hippies", añade, con sorna.

“Me tocó a mí vivir esa época”

En Basauri solo pasaron una noche, bajo la protección, cuenta, de un fan de Jimi Hendrix con quien congeniaron en el furgón, de camino a la cárcel.

Al día siguiente y en el juzgado de instrucción, “mi padre vino con un abogado, que nos explicó que el juez se había disculpado con nosotros. Al parecer, tenía cierto grado de amistad con la brigada criminal y les había montado un pollo porque aquello nunca tendría que haber llegado tan lejos”.

El caso quedó sobreseído, cosa que López Iturriaga tenía presente siempre que iba a un aeropuerto: “Durante 10 años, cada vez que cogía un avión tenía que presentar un documento del juzgado con el sobreseimiento”. Además de eso, “incluso hoy en día, cualquier cosa que tenga que ver con la policía me sigue aterrorizando”.

Para él fue una experiencia desagradable, desde luego, pero no duda al decir que “los principales damnificados fueron las familias. Recuerdo que mi madre pasó mucho tiempo enferma y en la cama, como yo nunca la había visto”.

López Iturriaga ni siquiera había tenido una juventud conflictiva: “No fui especialmente rebelde. Simplemente me tocó a mí vivir esa época”. Y recuerda que, por suerte, sus padres “eran muy liberales”. Eso sí, “me cayó una bronca y nos obligaron a dejar el piso. Normal, el propietario tampoco quería saber nada de nosotros”.

Pero hubo situaciones más graves, como en el caso de May: la fiscalía tenía la intención de internarla en un centro de menores. “Su madre movió todo lo posible y logró evitarlo”.

De La Gaceta del Norte a Twitter

Aunque López Iturriaga conserva a sus amigos de entonces, “el tema desapareció durante años de nuestras vidas: no tuvo más incidencia ni hablábamos de ello”. Tampoco llegó a saber qué había pasado con aquel niño de 12 años.

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Recorte de 'La Gaceta del Norte' facilitado por López Iturriaga. Pincha en la imagen para ampliar

Aun así, “al final acabé haciéndome con algunos recortes de prensa. Se publicó en periódicos de Bilbao, claro, pero la noticia llegó también a algún diario de Galicia”. Y añade: “Los titulares y el tratamiento periodístico eran más propios de una novela de Pepe Carvalho o incluso de Mendoza que de lo que realmente pasó”.

Nos pasa dos recortes: el primero es de La Gaceta del Norte, el diario recogido en el tuit. El texto menciona que las paredes del piso “estaban decoradas con frases, versos, pinturas alegóricas y alusiones, algunas de carácter inmoral”.

El Correo Español incluye una foto de una de las pintadas “soeces”: se trata de una “estatua de la libertad sexual” que hoy nos parece más que inocente. Incluso va vestida. Además de la obligada referencia a las “experiencias prematrimoniales”, el diario añade que “gracias a este servicio policial se ha terminado con un lugar de perversión de gente adolescente”. El artículo concluye con una advertencia a los padres para evitar “desviaciones hacia el libertinaje”.

Le llama la atención que un tuit con esta historia se haya movido por Twitter: “Para mí lo más divertido es que más de 40 años después esto se vea con una perspectiva totalmente diferente”. Y apunta: “Soy muy consciente del tiempo en el que vivo y el que me tocó vivir, y tengo muy buena memoria. Todo esto era realmente así, no era cosa de dos periodistas chalados. Muchos no se imaginan lo que fue vivir esos tiempos y, sobre todo, lo que fue vivir esos interrogatorios”.

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