La ley de Murphy dice que si algo puede salir mal, saldrá mal. Este Murphy era el ingeniero aeroespacial Edward Aloysius Murphy y formuló su ley en 1949 después de descubrir que estaban mal conectados todos los electrodos de un arnés para medir los efectos de la aceleración y deceleración en pilotos.
Es innegable que tanto esta ley como las que siguieron, con sus corolarios, principios y máximas, tienen su principal explicación en la memoria selectiva y en nuestros sesgos, como la inclinación a la negatividad, que nos hace temer y recordar más los casos negativos que los positivos o neutros, y el sesgo de confirmación, que nos lleva a hacer caso sólo a los ejemplos que ratifican nuestras creencias.
De todas formas, algunas de estas leyes tienen algo más de fundamento del que puede parecer. A veces incluso cuentan con investigaciones y pruebas que las respaldan.
1. Si algo puede salir mal, saldrá mal
Como recuerdan en Ask a Mathematician, “nada dura para siempre, así que en algún momento todas las piezas de una máquina se romperán”. A lo que podríamos añadir que cuanto más tiempo y trabajo comporte una tarea, más fácil será que en algún momento surja algún contratiempo. Es decir, aunque no todo saldrá mal siempre, ni mucho menos, esta primera ley de Murphy se cumplirá a menudo, a condición le demos tiempo suficiente.
Por cierto, al parecer (este punto no está claro), el enunciado original dice que “si hay dos o más maneras de hacer algo y una de ellas puede resultar en una catástrofe, alguien se decidirá por esta".
2. La tostada siempre cae en el lado de la mantequilla
En 1997 Robert Matthews publicó un artículo en Scientific American en el que recogió pruebas que confirmaban algunas de las leyes de Murphy. Una de ellas: la de la tostada.
Según Matthews, la altura de la mesa es determinante en este caso, ya que la rebanada de pan, untada o no, “no tiene tiempo para dar una vuelta completa y volver a caer bocarriba al llegar al suelo”. Hay que recordar que no lanzamos las tostadas al aire como si fueran una moneda, sino que simplemente se nos caen mientras intentamos, sin éxito, desayunar.
Matthews, que es físico y matemático, ya había publicado un estudio demostrando esta teoría en 1995. Su trabajo fue premiado con un Ignobel, la parodia de los Nobel cuyo objetivo es recompensar las investigaciones que primero hacen reír y luego hacen pensar. Por cierto, la primera ley de Murphy no se llevó este premio hasta 2003.
El propio Matthews explica sus investigaciones en un vídeo. Está en inglés, pero las pruebas y demostraciones se entienden muy claramente.
3. La información más importante de cualquier mapa está en el doblez o en el borde
A veces nos vemos obligados a recurrir a planos y guías en papel, como si estuviéramos en la Edad Media. O en 1998. A menudo nos da la impresión que la información importante de nuestra ruta o destino se pierde en un doblez o en el borde del mapa, obligándonos a tener que ir pasando páginas adelante y atrás para orientarnos.
No es sólo una impresión. Si miramos el ejemplo extraído de Why do buses come in threes, veremos que un borde de un plano de apenas un centímetro supone el 28% del área total. Si ampliamos el borde a dos centímetros, hay un 47% de posibilidades de que el punto que buscamos esté justo ahí. Por este motivo las buenas guías de carretera y planos de ciudades duplican al menos el 30% de la información de cada página.
4. Los pares de calcetines siempre van de dos en dos antes de entrar a la lavadora y de uno en uno al salir de ella
Esta ley viene explicada por la teoría de probabilidades y combinatoria, según el ya citado artículo de Matthews. Con independencia de qué ocurre con estas prendas en la lavadora (un misterio que está más allá de las humildes pretensiones de este artículo), “la pérdida aleatoria de calcetines siempre es más probable que cree el número máximo posible de calcetines impares”.
Si perdemos sólo un calcetín, ya tendremos uno suelto. Como ya no nos pondremos ese calcetín suelto, el próximo que perderemos al hacer la colada será otro que tenga pareja, por lo que ya tendremos dos calcetines desparejados.
Y si perdemos más de uno a la vez, lo más fácil es que sean de pares diferentes, como explica el estadístico Victor Niederhoffer en Daily Speculations. "Si tienes 20 calcetines -10 pares diferentes-, después de perder el primer calcetín, las posibilidades de que el segundo deshaga otro par son de 18 sobre 19, frente a 1 sobre 19 de que sea un calcetín del mismo par". Es decir, si no compramos pares nuevos para reponerlos, corremos el riesgo de acabar con un cajón lleno de calcetines impares.
5. La otra cola siempre es más rápida
Este asunto ya lo tratamos en otro artículo: si nos da la impresión de estar en la cola más lenta es porque 1) la cola más lenta es por lo general la que tiene más gente y, en consecuencia, es la cola en la que es más fácil que estemos y 2) si sólo escogemos una cola y hay, por ejemplo cuatro, hay un 75% de posibilidades de que al menos una de las otras colas sea más rápida que la nuestra. Por tanto, la mayor parte de las veces habrá al menos otra cola que sea más rápida.
Lo mismo se aplica al tráfico, como se explica en Principia Marsupia. En este caso hay que añadir que pasamos más tiempo en el carril lento precisamente porque es el más lento y además pasamos más tiempo siendo adelantados que adelantando.
6. Llevar un paraguas cuando hay previsión de lluvia hace menos probable que llueva
Aunque no hay relación causal entre un hecho y otro (sería un ejemplo de correlación ilusoria), Matthews explica los motivos por los que es muy habitual que acabemos acarreando el paraguas sin necesitarlo. Este autor explica lo siguiente:
- Aunque las predicciones de lluvia son cada vez más acertadas, hay que tener en cuenta que si vivimos en un sitio con pocas precipitaciones, la mayoría de las veces se acierta a la hora de decir que NO lloverá.
- No nos importa tanto si va a llover a lo largo del día como si va a llover durante el tiempo que estemos en la calle. "Las probabilidades de que llueva en la hora, más o menos, que estés paseando son por lo general muy bajas en casi todo el mundo".
- Si tenemos en cuenta ambos factores, es muy probable acabar paseando el paraguas inútilmente porque "incluso las previsiones en apariencia precisas de las que disponemos actualmente no son lo suficientemente buenas para predecir de forma fiable los eventos menos frecuentes".
7. No importa cuántas veces se demuestre una mentira, siempre quedará un porcentaje de personas que creerá que es verdad
Se trata de una de las muchas versiones de una popular frase de Mark Twain, que dijo que una mentira puede dar media vuelta al mundo mientras la verdad aún se está poniendo los zapatos.
Hay muchos motivos que dan la razón, al menos en parte, a esta ley de Murphy. De entrada, los rumores exitosos juegan con nuestras emociones y ansiedades, como hacen leyendas urbanas clásicas como "la chica de la curva". También se dirigen a nuestras inclinaciones y sesgos: a muchos nos pareció graciosísimo que Esperanza Aguirre creyera que Saramago era Sara Mago, por ejemplo, y convertimos el chiste en anécdota porque deseábamos que fuera verdad.
Además, a medida que los rumores se difunden, les damos aún más credibilidad, simplemente por el hecho de que los oímos más. Esto nos lleva a difundirlos, por lo que entramos en un círculo vicioso. Los medios juegan un papel importante en este punto: un estudio del año pasado recogía que muchos medios de comunicación dedican más tiempo y trabajo a propagar rumores falsos que a verificarlos y desmentirlos.
Eso sí, las noticias falsas se resisten a los desmentidos. Vimos un ejemplo hace unos meses cuando volvimos a publicar la historia de Ricky Martin y la mermelada: aún encontramos comentarios en foros y webs que aseguraban que el episodio había ocurrido realmente, pero que nunca se emitió y las grabaciones se destruyeron, siguiendo la retorcida lógica habitual de las teorías de la conspiración. ¿Cómo probar que jamás existió algo que nadie vio y que luego fue destruido?
8. Siempre encuentras las cosas en el último sitio en el que miraste
La razón es que no seguimos buscando después de encontrarlas. “Aquí estaban las llaves, en el tercer sitio en el que busqué. Luego he mirado en el cajón y debajo de la cama, pero ahí no las he visto”.
Por otro lado, si encontramos algo en el primer sitio donde buscamos, no se puede decir que esté perdido, por mucho drama que le pongamos al asunto. Se pueden admitir excepciones. Por ejemplo, si ese primer sitio es una oficina de objetos perdidos.
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