Álvaro Cabrera, madrileño de 26 años, tiene la misma edad que tenía su padre cuando él nació. Está "harto" de escuchar el eslogan de esta curiosa situación, el único momento en que tu padre o madre te dobla en edad:
-Pues yo a tu edad ya...
"Y es normal que me lo digan. Mi padre tenía un trabajo fijo desde los 18 años. Con 23, ya se había casado. Ahora tengo la edad que tenía él cuando nací y nuestras vidas no se parecen en nada". Álvaro, graduado en Relaciones Laborales y Recursos Humanos, sigue viviendo con sus padres. Lleva varios años trabajando, "pero con el sueldo que tengo, como mucho, podría plantearme independizarme. Si le sumamos un hijo, no saldrían las cuentas". Vislumbra esa posibilidad a cinco años vista, "y en 2021 pediré otra prórroga". "Tener la misma edad que tu padre cuando naciste te hace preguntarte qué estás haciendo con tu vida", añade.
En 1990, cuando nació Álvaro, la edad media a la que las madres de España tenían su primer hijo era 26,8 años, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), que tiene estas estadísticas sobre mujeres. En 2015 -último dato contabilizado-, ascendía a 31,9 años. Cinco años de diferencia en 25 años. En cambio, de 1975 -primer dato contabilizado- a 1990, esa cifra solo aumentó en un año.
Esos son los datos, que atienden a todo tipo de razones tanto sociales como económicas. Tiene mucho que ver la tardanza de los jóvenes para abandonar el nido. Según el Consejo de la Juventud de España (CJE), el porcentaje de emancipados entre 16 y 29 años bajó del 20% por primera vez en 12 años durante el segundo trimestre de 2016, el último dato disponible. Y tardan tanto en irse de casa, en gran parte, porque la tasa de paro juvenil en España (menores de 25 años) era del 41% en el último trimestre de 2016, según el INE.
Detrás de estos datos, se esconde otro análisis mucho más personal. Es el que pueden realizar las personas que ahora alcanzan la edad que tenían sus progenitores cuando nacieron. Por mucho que la sociedad haya cambiado, en ese momento resulta casi inevitable poner tu vida ante el espejo de tus padres.
Así lo hace una amiga de Álvaro, Paula Quintanar, que a sus 27 años vive con su novio pero sin apenas estabilidad laboral: "De primeras siempre pienso ‘no se puede comparar, mis padres eran otra generación’, pero no deja de ser muy fuerte que tenga la edad de mi padre cuando yo nací. Y sí, la mentalidad es otra, pero las condiciones de trabajo que tenemos no ayudan a que tengamos hijos. No me frustra porque no quiero tener hijos ahora, pero la realidad es que si quisiera no podría".
"Otra cosa a tener en cuenta", continúa esta vecina de Alcalá de Henares (Madrid), "es que las prioridades han cambiado muchísimo; decimos que no tenemos hijos porque no tenemos dinero, pero también es verdad que en cuanto ahorramos un poco nos lo gastamos en el primer vuelo que podemos. Nuestros padres no viajaban a Copenhague a nuestra edad y no les pasaba nada".
"No creo que el motivo por el que aplazamos la maternidad sea económico", dice Alba Hernández, una granadina que a sus 28 años tiene la misma edad que su madre cuando nació. "La sociedad le decía a nuestro padres que con esta edad debían tener hijos. Esa demanda social, que parece un plan personal pero no es así, ya no existe. Tener los mismos años que tenía mi madre me hace mirar a la trayectoria vital de las dos. Dónde estoy yo y dónde estaba ella. Con mi edad, mi madre me tuvo a mí y ya había nacido mi hermano mayor", añade.
Miguel Melenchón está a pocos meses de cumplir la edad que tenía su madre cuando nació, 27. Este químico lleva dos años viviendo lejos de sus padres, haciendo malabares con trabajos muy por debajo de su formación y prácticas en su sector: "A mi edad, mi madre ya tenía su vida mucho más encauzada. No es un pensamiento agradable. Somos la primera generación que vive por debajo del nivel de vida de sus padres. Por eso no tenemos hijos". El verano pasado tuvo lugar la primera boda de su grupo de amigos, que comparte con Jorge. "Fue algo excepcional. El resto estamos muy lejos de casarnos", dice.
A la misma boda asistió Jorge Prados, amigo de Miguel. Cuando nació, su padre tenía 26 años, los mismos que ahora tiene este arquitecto. "Y tengo un hermano un año mayor que yo", dice. "Yo me siento bien, la verdad. A mi edad, él estaba casado e incluso tenía una hipoteca… ¡Una hipoteca! Estoy a mucha distancia de cerrar mi vida de esa manera. Ya no existe el sentido del compromiso que tenían nuestros padres, lo que también ayuda a que se retrase todo", comenta este alcalaíno. Su sueldo roza el mínimo interprofesional, que este año se prevé que llegue a 707,6 euros.
Las sensaciones no varían en gran medida cuando el testimonio es de personas más jóvenes. María Ángeles Hidalgo, mallorquina de 22 años, ni se plantea tener un hijo ahora mismo, "a diferencia de mi madre". "Con mi edad, ella era complétamente independiente. Yo no sé ni poner una lavadora", dice. "Llegar a la edad que ella tenía cuando nací me demuestra lo muchísimo que han cambiado las cosas", comenta esta estudiante de Comunicación Audiovisual, acostumbrada, como Álvaro, al "Yo a tu edad ya...".
Tampoco cambia la percepción con diez años más. Sonia Ríos, madrileña de 31 años, tiene la misma edad que su madre cuando nació. "Eso me hace sentir fatal", dice, aunque reconoce que no quiere tener hijos. "Y soy la segunda hija. Siento que en mi generación vamos sin un rumbo claro". Sonia, camarera y auxiliar en un hospital, cree que "antes, con 31 ya tenías que estar casada y con hijos; ahora priorizamos otras cosas".
¿Qué piensan los padres?
Pararse a reflexionar cuando 'alcanzas' a tus progenitores no es un ejercicio de una única dirección. Los padres también pueden mirar en sus propias vidas con la referencia de sus hijos. "Cuando nació mi hija, el primero ya tenía seis años", dice Joaquina Sánchez, madre de Alba, de 28. "A mí me parece muy bien que las cosas se hayan retrasado un poco. Creo que vamos a mejor", indica esta ama de casa, cuya hija trabaja de profesora en una universidad.
Francisco Sócrates Quintanar, padre de Paula, de 27, realiza un análisis un poco más negativo: "Las cosas han cambiado a peor, sobre todo desde el punto de vista laboral. Los jóvenes apenas pueden plantearse un futuro con la precariedad a la que están sometidos". A la edad con la que su hija busca un empleo estable, él acababa de conseguir un puesto como profesor interino en un instituto. "Es verdad que formar una familia no es algo urgente tan pronto como antes, pero aunque quisieran no podrían", comenta.
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