Un grupo de vecinos de La Roma se une para salvar una peluquería con presiones económicas

Una publicación en internet le ayudó a aumentar la clientela luego de que el arrendador le doblara el costo de la renta

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Los vecinos también le han ayudado a hacer un nuevo anuncio para el negocio. Foto: Darinka Rodríguez.
Los vecinos también le han ayudado a hacer un nuevo anuncio para el negocio. Foto: Darinka Rodríguez.

La peluquería de José Manuel Ibarra, ubicada en la calle de San Luis Potosí, en la colonia Roma, ha resistido tres terremotos y varias crisis económicas, pero hoy se encuentra en peligro de cerrar ante las presiones económicas de su arrendador, quien este año le ha doblado el costo de la renta.

Aída Mulato, quien habita en la misma cuadra, publicó varias fotografías del negocio para invitar a las personas a que acudan a su negocio y ayudarle a cubrir el costo del alquiler. “Don Manuel lleva más de seis meses en litigio y luchando por no desaparecer. ¿Qué tal que le ayudamos visitándolo, cortándonos el pelo o difundiéndolo?”, dice la publicación que ha sido compartida más de 7.400 veces la última semana.

La estrategia ha sido un éxito. En pocos días, decenas de clientes de la colonia y personas de otros lugares de la ciudad han visitado el establecimiento para solicitar sus servicios, que se brinda exclusivamente a hombres. “Yo llegaba a mi casa triste, y ahora llego cansado pero contento por tener tanto trabajo”, dice a Verne el peluquero de 77 años. Hoy Ibarra atiende a veinte clientes en promedio mientras que hace unas semanas no pasaban de dos o tres, luego de que el flujo de personas disminuyera tras los sismos del mes de septiembre.

El negocio, que lleva abierto desde 1940, se encuentra rodeado de espacios comerciales modernos que han tranformado y gentrificado a la colonia Roma, colocándola como uno de los barrios más cotizados para los restaurantes, cafés y boutiques que buscan establecerse en la zona y desplazando a los comercios tradicionales. “Recientemente abrieron dos barberías modernas, una de cadena, muy cerca de aquí, yo no sé si se pueda hacer eso”, refiere.

Como esta peluquería, miles de pequeños negocios en México sufren la presión de grandes cadenas comerciales de diversos giros. De acuerdo con datos del INEGI al tercer trimestre de 2017, más de 102.000 pequeños negocios han bajado la cortina, muchos de ellos por falta de competitividad o presiones de tipo económico como la que vive Ibarra.

A diferencia de las barberías que proliferan en el centro de la Ciudad de México, el negocio de Ibarra es más económico. Un usuario que solía ir a una cadena a cortarse el cabello y la barba pagaba entre 500 y 700 pesos por el servicio, mientras que el peluquero Ibarra le ha cobrado 200. “Hay para todos en este tema”, dice Ibarra. “Hay gente que quiere y puede pagarlo, esas cadenas tienen equipo más sofisticado, pero yo digo que no tienen la experiencia y el estilo que yo tengo”, cuenta.

El local, de unos 25 metros cuadrados, tiene aspecto de una barbería tradicional de mediados del siglo pasado. El único sillón que conserva Ibarra fue adquirido por su padre y el resto de los muebles tuvo que venderlos hace seis meses para poder cubrir el pago del alquiler. Un reloj viejo ya no marca la hora en la pared y en  los muros se observa el polvo acumulado de varios años. Las hojas de afeitar que utiliza las adquiere poco a poco, y él mismo les saca filo, para reducir los costos.

Luego de volverse popular gracias a las redes sociales, los hombres que acuden al negocio hacen fila de hasta tres horas para que los atienda, según cuenta el peluquero. Uno de sus clientes manifiesta que el estilo de Ibarra le sienta mucho mejor. “En las barberías nuevas no es lo mismo”, dice. Mulato, la vecina que le ha ayudado a recobrar la clientela, comenta que quería ayudar al septuagenario a seguir con su medio de subsistencia. “Estoy muy agradecido por su ayuda y porque gracias a ello han venido los clientes”, dice.

Ibarra también consiguió apoyo de un abogado gracias a sus vecinos. El pleito legal para evitar que le doblen el precio del alquiler seguirá su curso en 2018. “Con esta ayuda, sí voy a poder comer pavo en fin de año”, dice Ibarra, quien busca que más clientes sigan llegando a su pequeño negocio que le heredó su padre y que abrió sus puertas justo el año en que nació.

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