Todos hemos desenvuelto algún regalo y nos hemos visto obligados a forzar una sonrisa y dar las gracias mientras pensamos: "¿Esto qué es y por qué me lo da a mí? ¿Se habrá equivocado?". No estás solo: una encuesta de Lastminute.com llevada a cabo entre 2.000 británicos mostró que cuatro de cada diez personas se ven obligadas a fingir alegría al recibir algún regalo navideño. Y el 71% de los encuestados por el detallista online japonés Rakuten preveía ya en noviembre que no le iba a gustar alguno de los obsequios. ¿Qué se puede hacer ante este hecho que a pesar de ser común provoca incomodidad? No te quejes ni te pases tres meses soltando indirectas. Os damos algunas indicaciones para salir del paso con amabilidad y educación:
1. Cámbialo o devuélvelo. Se puede hacer sin dejar de ser amable y educado, sobre todo si el regalador ha tenido la consideración suficiente como para incluir el ticket en el paquete. Si no lo tienes, valora la confianza que tienes con él o ella, su sinceridad al asegurarte que “si no te gusta, puedes cambiarlo” y lo cómodo que te sientes soltando mentiras piadosas. Por ejemplo y en el caso de la ropa, siempre puedes aducir las típicas excusas referentes a la talla. ¿Un libro? Vaya, justo te lo prestó un amigo hace dos semanas y ya lo has leído. ¿Un reloj? Las correas te dan alergia. ¿Gafas de sol? Las patillas te hacen daño.
Cuidado también con los plazos y las políticas de devoluciones de cada tienda o marca. Sí, hoy en día casi todo el mundo te va a dejar cambiar ese regalo sólo porque no te gusta, pero si no hay taras o defectos, nadie está obligado, excepto en el caso de las compras online, como explica la OCU. Además hay gente previsora que compra con mucha antelación. Demasiada. Sobre todo por culpa de las ofertas del Black Friday.
2. Regálalo a otra persona. Ya lo sé. Os estáis escandalizando. Alguno incluso se ha puesto en pie, señalando al monitor y gritando: “¡PERO CÓMO TE ATREVES A INSINUAR...! ¡No puedo ni terminar la frase”. Pero es relativamente habitual. El 23% de los australianos lo ha hecho alguna vez y en torno al 75% de los estadounidenses considera esta práctica “aceptable”.
Obviamente, da cierta vergüenza y por eso se ha importado a nuestro país sin traducir su nombre: “regifting”, término que debemos a Seinfeld. Así parece otra cosa. Pero es exactamente lo mismo. Hay que respetar al menos una norma básica: que regalador y regalado no se conozcan ni vayan a cruzar sus caminos jamás en la vida. Eso, o arriesgarte a que ambos te retiren la palabra. En regiftable.com recomiendan además no "re-regalar" artículos hechos a mano o que lleven tu nombre o iniciales. Ni abiertos, claro. Ah, y jamás expliques que es un “re-regalo”. Nadie va a ganar nada gracias a esa información.
¿Te parece una solución digna de un tacaño? No, es una idea que debe considerar toda persona preocupada por el excesivo consumismo de estas fechas, además de por su economía en esta época de crisis, y eso por no hablar de los costes medioambientales que comporta la producción de los regalos que quedan olvidados y escondidos en armarios y cajones.
3. Dónalo. Normalmente, se dona ropa usada y no la nueva y sin estrenar, pero puede ser una salida más que digna si no puedes o no quieres cambiar el regalo. Además, si te pillan, siempre puedes decir que ya no lo usabas y que ahora está siendo útil. Hay ONG y servicios municipales que ofrecen la posibilidad de donar ropa y otros bienes, por ejemplo, en Barcelona. También puedes donar libros a bibliotecas.
4. Revéndelo. Es algo que hace el 14% de los encuestados por Rakuten. Cuidado, porque en España también se está llamando “regifting” a esta práctica y hemos de ser sinceros: re-regalar no es lo mismo que revender. Esta solución se puede aplicar cuando realmente prefieras el dinero y no haya posibilidad de cambiar el artículo por algo que te pueda venir bien. Es especialmente importante que el regalador no se entere. Es decir, no lo vendas en Ebay o en Wallapop si quien te lo ha regalado usa Ebay o Wallapop. Porque aquí no hay excusa posible: no puedes excusarte con “me venía grande”, “mi hermana lo quería” o “lo tiene gente a quien le hace más falta que a mí”. Lo único que puedes decir es: "Ya sabes, el año que viene, un sobrecito y todos contentos".
Y si vender el regalo a cambio de dinero te da apuro, siempre puedes probar con el trueque, a través de páginas como Bookmooch, especializada en libros, entre otras opciones.
Es decir, no tienes por qué guardar esa chaqueta en el armario para no ponértela jamás o colocar ese jarrón en un estante donde no se vea mucho y al mismo tiempo haya muchas posibilidades de que alguien lo haga caer. A veces no las tenemos en cuenta porque no queremos ofender a quien nos ha hecho el regalo. Pero olvidamos que todos nos hemos equivocado con algún obsequio. Y por mucho cariño que hayamos puesto, también preferimos que esa persona lo cambie o lo aproveche de algún otro modo antes que saber que nuestros esfuerzos sólo han servido para ocupar espacio en un rincón oscuro. Es decir, quedarte con algo que no te guste puede ser aún más ofensivo que cambiarlo o devolverlo.
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