A estas alturas de la película, todo el mundo sabe que el karaoke es una máquina de diversión nacido en Japón. Menos conocida es la historia de su creador, Daisuke Inoue, un cantante nipón que, a principios de los setenta, empalmó los cables adecuados entre un reproductor de casete, un amplificador y un micrófono, aunque después decidió no registrar la patente. En una entrevista concedida a El País, Inoue confesaba que no lo hizo porque costaba dinero y nunca pensó que su particular caja de música fuera a terminar instalada en locales del mundo entero.
A pesar de que los que suman los billetes hoy en día son otros, es mérito suyo que millones de personas suelten gallos y carcajadas en karaokes. Pero, ¿y los vídeos de las canciones que llegaron con la industrialización del invento? ¿Quién es el responsable de esos obras audiovisuales kitsch sobre las que bailan las letras fucsias de las canciones?
En sus inicios, los vídeos de karaoke solo eran fondos de colores sobre las que avanzaban las letras de las canciones, casi como un autocue de los que utilizan los presentadores de los informativos en televisión. Pero cuando la empresa tecnológica Pioneer se hizo con el control, a finales de los ochenta, creó catálogos con miles de canciones que incorporaron a los vídeos una intención narrativa acorde con la letra. Se propusieron contar la canción, poniéndola en escena como en los videoclips, pero sin tener a los cantantes y músicos originales para no arruinarse. Aunque no parece que fuera su pretensión inicial, lo que consiguieron fue que, al proyectarse los vídeos en los locales de karaoke, provocaron tanta risa como los gorgoritos de algunos de sus cantantes. Carcajadas como las que despierta este Beach Boy nerd y pagafantas al perseguir a Rhonda.
Pero no solo el gigante tecnológico japonés se encargó de poner imágenes a las primeras canciones de karaoke. Los éxitos de nuestro país que ocuparon los primeros puestos en las listas del siglo pasado, como los de Alejandro Sanz o el desaparecido grupo Tennesse, fueron traducidos en imágenes desde América Latina. “La mayoría de los vídeos que nosotros tenemos son de Bolivia, Chile y Argentina. Nos los distribuye una empresa de Valladolid que trabaja con las productoras de allí”, cuenta Manuel Canosa, pinchadiscos desde hace nueve años del Karaoke Katakana, uno de los templos de la canción amateur de la capital. La empresa distribuidora es Karaoke Total, que lleva dos décadas comprando los vídeos que realizan productoras de Latinoamérica como Auviart nombre que surge de la contracción entre las palabras arte y audio). Cuando todo esto del karaoke empezó a moverse en España, resultaba mucho menos costoso poner en marcha la producción necesaria para contar la historia de una canción en América Latina. El problema es que, a pesar de las raíces, España y Latinoamérica no son lo mismo… Seguramente, el lugar al que se referían Duncan Dhu no era un pueblo de Bolivia como el que se ve en este folclórico (y dramático) vídeo de karaoke.
“Los vídeos de karaoke muchas veces no tienen nada que ver con la letra de la canción. Hay uno de La puerta de Alcalá, de Ana Belén, en el que ponen imágenes de la Torre Picasso”, recuerda entre risas Manuel. En el vídeo, después de mostrar la puerta de Carlos III desde todos los ángulos posibles, se suceden imágenes de manifestaciones estudiantiles, algunas de ellas ocurridas en Francia. Para concluir, unas panorámicas del distrito financiero de Azca.
En YouTube hay muchas más muestras de desubicación geográfica en vídeos de karaoke. En uno de ellos, el Nueva York de Sinatra se convierte por arte de magia en una ciudad costera llena de palmeras, tipo Miami (no es esa porque conducen por la izquierda), de la que no queda claro si el protagonista del vídeo va o viene. También por arte de magia, su maletón se transforma en práctica bolsa de viaje, ideal para pasear por la ciudad sin perder la sonrisa, aunque todos te miren con cara de que estás loco (el minuto 2:05 incluye saludo a cámara de un improvisado figurante):
Una de las primeras en pinchar en nuestro país estos vídeos, que en ocasiones rozan el surrealismo, fue María Jesús García. Trabajó a finales de los ochenta y principios de los noventa en el desaparecido karaoke Bambú, en el centro de Madrid. "Algunos vídeos eran de juzgado de guardia… Lo peor eran las faltas de ortografía, los acentos ni existían y en muchos te encontrabas laísmos”. María Jesús ahora es psicóloga, pero sigue yendo a los karaokes por diversión y, a pesar de las décadas que han pasado, se encuentra con que muchos de los vídeos que ella ponía se siguen utilizando. Como este de Enséñame a cantar, de Micky, quizás inspirado en It, la novela de Stephen King:
La mayoría de los catálogos de los karaokes solo se actualizan con las novedades musicales actuales porque la producción ahora es mucho menor y pocas veces revisita los clásicos. El motivo es que, en el año 1998, Pioneer decidió salirse del mundo de la producción de canciones de karaoke fuera de Asia (allí incluso cuenta con un canal de televisión 24 horas de karaoke). El consumo en el resto del mundo no salía rentable ya que realizar un vídeo no es tan sencillo como quitarle simplemente la voz al cantante...
Lo primero es conseguir la licencia de la canción, y las discográficas nunca tiran a la baja con los precios. Por cada pista que Pioneer metía en uno de sus discos, pagaba un mínimo del equivalente actual a cinco mil euros; en cada uno de sus recopilatorios incluía unas doce canciones, así que los discos salían por unos sesenta mil euros, a lo que debían sumar los costes de los editores gestionados por la SGAE. Además, la producción de karaoke incluye regrabar las músicas para adaptarlas al formato: contratar las guitarras, bajo, baterías, incorporar los coros… Esos costes dejan poco margen para la producción audiovisual, antes casi una para cada país por incluir esa narrativa, lo que hizo que se encargaran a productoras hoy desaparecidas que los hacían casi de un modo casero. “En muchos podías reconocer las calles. En una ocasión, un chico del público se vio en uno de los vídeos”, recuerda María Jesús. “Era una canción española y salían imágenes del metro de Madrid. Al verse, se puso a gritar: ¡Soy yo, soy yo! Así de casero era todo al principio”.
En sus más de treinta años de historia, el karaoke ha pasado de las cintas de vídeo al Laser Disc (Pioneer tuvo prácticamente el monopolio de la fabricación de sus reproductores y lo impuso en los karaokes), el DVD, Video CD y, en sus últimas evoluciones, el formato digital. Karlos Hurtado (sí, con K de karaoke), el director de la productora y distribuidora albaceteña Karaoke Media, fue el primero en ofrecer el servicio de karaoke en streaming de vídeos de producción propia en nuestro país. Sus primeros pasos en la producción los dio cuando Pioneer echó el cerrojo, la época en la que él era gerente de un karaoke de Murcia. Al igual que en muchos locales de la canción, se encontraron sin la posibilidad de incorporar novedades a sus catálogos: “En Italia los karaokes prácticamente desaparecieron porque nadie cogió el relevo. Pero aquí algunos nos pusimos las pilas”.
Lo que Karlos hizo fue hablar con algunas discográficas para llegar a un acuerdo de pago depositario por los derechos, sentarse delante del piano y empezar a grabar sus propias versiones de las canciones que le pedían los amigos y clientes: “El sonido era muy malo, pero con el tiempo conseguimos tener unas seiscientas canciones. Ahora lo que tengo son seiscientos karaokes por todo el mundo a los que distribuyo vídeos”. Aunque lo que ofrece su productora ya no son discos con doce o quince canciones, sino una especie de Spotify del karaoke con más de 28.000 títulos. “Peleamos por tener una calidad en el sonido. En algunas de nuestras canciones hemos contado con el batería de Ricky Martin”.
Karlos ofrece un servicio para profesionales, pero también para particulares que quieran instalarse el programa en su ordenador. Y es que hace tiempo que lo del karaoke dejó de ser de uso exclusivo en bares. El primer SingStart que lanzó PlayStation, en el año 2004, dio el pistoletazo de salida del disfrute doméstico del mundo de la canción. Desde entonces, no hay fiesta de Nochevieja casera sin momentos como este:
Pero tanto los juegos de las consolas, como los servicios en streaming o los miles de vídeos piratas que se encuentra por YouTube para cantar, han perdido la tradición de amenizar la canción con uno de esos particulares vídeos. “Los nuestros son grabaciones en HD de paisajes, ciudades, gente bailando…”, cuenta Karlos, que reconoce que han descartado la posibilidad de realizar una producción individualizada de cada canción y contar su historia: “Antes se gastaba mucho dinero en hacerlo, y quedó demostrado que no era rentable. Además, no queremos que nada distraiga del verdadero objetivo, que es cantar”. Lo cierto es que hay vídeos en los que las intensas interpretaciones de sus actores pueden llegar a enmudecer micrófonos, como la de esta versión a lo navajo de la canción Se le apagó la luz, de Alejandro Sanz:
Manuel, el DJ del Katakana también cree que, en realidad, los vídeos no importan demasiado. No recuerda que alguna vez le hayan pedido una canción por ese motivo: “En el vídeo se fija más el que está sentado, pero el que tiene el micrófono está a lo que está, y más si es uno de los que vienen a cantar de verdad”. El Katakana, igual que la mayoría de los karaokes, los fines de semana se llena de grupos de gente que van a pasar un rato de cachondeo musical, pero entre semana el público es otro: “Los hay que cantan de maravilla, pero mucho mejor que algunos profesionales. Son gente que están en escuelas de canto y vienen aquí a practicar, pero un lunes o un martes, cuando está tranquilito”.
Pero Manuel insiste en que la mayoría de los clientes para los que él pincha vídeos en el karaoke vienen a divertirse: “La gente lo que quieres es cantar, aunque sea mal, y pasar un buen rato. A fin de cuentas, de eso es de lo que se trata el karaoke, de pasarlo bien”. Los médicos dicen que cantar es bueno para la salud física y mental, y de los beneficios de la risa tampoco cabe duda. Para aunarlos, nada como pasar una noche con tus amigos cantando en un karaoke. Pero en uno con vídeos de los buenos.
Una última joya: este Maldito Duende de Héroes del Silencio. Si conoces otros vídeos de karaoke que merezcan la pena ser vistos no te lo guardes para ti y cuéntanoslo en los comentarios o en nuetras cuentas de Twitter y Facebook.
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