Francisco Ibáñez es uno de los referentes culturales más importantes de los últimos cincuenta años. Somos muchos (y de varias generaciones) quienes hemos crecido con su humor absurdo y en ocasiones algo bruto, sobre todo leyendo las aventuras de sus dos personajes más populares: Mortadelo y Filemón, que en noviembre estrenan su álbum número 201, ¡Elecciones!. En este, como en la mayoría de sus historietas, nos encontramos recursos y escenas que forman la identidad y el estilo de Ibáñez, y que le ayudan a crear ese humor disparatado que ridiculiza nuestra sociedad. Aquí van 11 de ellas.
1. La entrada secreta es algún objeto cotidiano: una fuente, un cartel, un árbol, en una ocasión incluso el sol. Estas entradas suelen traerles problemas: estrecheces y suciedades varias. Pero aún lo pasan peor los los transeúntes que intentan probar a usarlas y comprueban que se trata de objetos normales para quienes no sean agentes de la T.I.A.
2. Mortadelo y Filemón intentan, sin éxito, eludir sus responsabilidades. En ocasiones se hacen pasar por enfermos o huyen a sitios lejanos de donde los ha de recoger otro agente de la T.I.A., a menudo Bestiájez. Esto ocurre cuando se han de enfrentar a misiones especialmente peligrosas, como El cacao especial y Billy el Horrendo. Otras veces no intentan escapar y es el Súper quien se encoge de hombros y dice algo así como: "Necesitamos a nuestros dos mejores agentes para esta misión. Pero están de viaje, así que nos tendremos que conformar con ustedes".
3. Los inventos del profesor Bacterio nunca funcionan como deberían. Esta versión esforzada, pero poco certera, del Q de James Bond, suele ofrecerles algún cacharro o poción que tiene resultados contrarios a los esperados. Sobre todo en las historietas centradas en sus inventos, como Los inventos del profesor Bacterio, El cochecito Leré y La tergiversicina, por ejemplo.
Mención especial merece El sulfato atómico, que en 1968 estrenó las aventuras largas de Mortadelo y Filemón. En este álbum, los agentes no sólo han de rescatar de Tirania el sulfato elaborado por Bacterio (que en lugar de eliminar las plagas agranda a los insectos), sino que también aprendemos que Mortadelo se quedó calvo después de probar el crecepelo inventado por el profesor.
4. Los insultos son gráficos. Literalmente. Por regla general, los personajes se tratan de usted y se insultan con términos tirando a viejunos y nada malsonantes, como "cabestro" y "animal de bellota". Cuando se enfadan de verdad, Ibáñez opta por omitir las palabras en los bocadillos y dibujar las cabezas de los personajes con cuerpo de animal, además de añadir truenos, nubarrones, serpientes y signos que recuerdan a un ideograma chino y que se podrían traducir por el peor taco que puedas imaginar.
5. Los comentarios aislados quedan invalidados por los acontecimientos. Es un recurso humorístico habitual en Ibáñez (y de mis favoritos): un tipo cualquiera está tranquilamente a lo suyo, hace un comentario inocente, y de repente pasa algo absurdo que niega, se toma al pie de la letra o exagera justo lo que el pobre hombre acaba de decir.
6. El medio de transporte que les asigna la T.I.A. siempre les defrauda. Mortadelo y Filemón malviven en una pensión y no tienen medio de locomoción propio, con excepciones sin continuidad en algunas historietas. Cuando la T.I.A. les asigna un vehículo, siempre hay un malentendido: ellos creen que les han dado un Mercedes, por ejemplo, y Mercedes resulta ser una mula. Nunca aprenden y nunca sospechan; al contrario, suelen hacerse ilusiones.
Cuando el coche que aparece en las historieta es el de Filemón o, sobre todo, el del Súper, ya sabemos que no aguantará entero más de dos o tres viñetas.
7. Mortadelo usa sus disfraces para huir de sus jefes. Este personaje utiliza más a menudo sus disfraces para esquivar martillazos y huir del Súper o de Mortadelo que como herramienta para llevar a cabo sus misiones. A veces, el disfraz ni siquiera es práctico para huir y guarda más relación con el arma con la que le amenazan que con la velocidad o la defensa, si bien es cierto que a menudo recurre al caparazón de su disfraz de tortuga.
8. Cuando intentan proteger a alguien, este acaba peor que si estuviera a merced de los criminales. Da igual lo que hagan: si le dan agua, será lejía; si le sientan, justo debajo habrá una mina; si le esconden en un armario, estará lleno de cactus. Justo al contrario que cuando quieren atrapar a alguien: entonces son ellos quienes caen en sus propias trampas.
9. Se recuperan de todos sus males en una o dos viñetas. A menudo caen de un vigésimo piso o les explota una bomba debajo, pero se recuperan en seguida, incluso aunque en la siguiente viñeta aparezcan en el hospital con todo el cuerpo escayolado. En ocasiones ni siquiera se curan las quemaduras, sino que simplemente se limpian el hollín con un pañuelo.
10. En el segundo plano de las viñetas hay otro mundo. Cuando Ibáñez se toma su tiempo, en las viñetas aparecen ratones torturando a gatos, colillas, tortugas voladoras, inexplicables hipopótamos, aviones estrellados contra edificios y, sobre todo, berenjenas, muchas berenjenas. En las viñetas también vemos objetos, digamos, con solera: en los últimos años ha introducido ordenadores y móviles, pero no ha abandonado botijos, sifones y mecheros de yesca.
11. Todo termina mal. Aunque resuelvan el caso, Mortadelo y Filemón acostumbran a terminar sus aventuras (y cada capítulo de ellas) huyendo del Súper. Este suele querer vengarse de la última metedura de pata de sus agentes, que por regla general ha provocado que acabe vendado o chamuscado. A menudo se refugian en el polo o en algún desierto. Mortadelo suele disfrazarse y Filemón se esconde en algún accesorio del disfraz: en una mochila, en una olla o, como en una de estas viñetas, en una carretilla.
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