30 asombrosas palabras que empiezan por la A para aumentar tu aptitud y tu agudeza

Comenzamos 'Abrapalabra', una serie de 27 artículos con palabras llamativas y poco usadas

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En Verne somos muy de palabras. En nuestro primer día de vida ya publicamos una lista de cosas que no sabías que tienen nombre, seguida de otra de palabras extranjeras que deberíamos importar. Hemos hablado de etimologías y de frases hechas, y también hemos propuesto algunas palabras que podemos aprender para parecer más cultos (a cargo de Miguel Sosa).

Ahora y siguiendo el ejemplo de Mental Floss, comenzamos una serie en la que cada lunes peinaremos el diccionario de la Real Academia para ofrecer una lista de palabras llamativas y poco usadas que empiezan con cada una de las 27 letras del alfabeto español. Es nuestra pequeña aportación al Año Cervantes, en el que se conmemora el cuarto centenario de la muerte del escritor. Comenzamos, claro, por la letra A, cuya grafía procede de la consonante fenicia aleph. Como los griegos no tenían este sonido en su idioma, la usaron para transcribir su alfa, la vocal a.

Acarrazarse. Abrazarse con fuerza. Se usa sobre todo en Huesca.

Acmé. Del griego akmé ‘punta’. Es el “momento culminante. Está en el acmé de su fama”. Y también el “período de mayor intensidad de una enfermedad”.

Adarce. Costra salina que las aguas del mar forman en los objetos que mojan.

Aeronato. Dicho de una persona: Nacida en un avión o en una aeronave durante el vuelo.

Agibílibus. Del latín de agibilibus, que significa “sobre lo factible”. Es la habilidad, ingenio, a veces pícaro, para desenvolverse en la vida. También puede referirse a la persona que tiene agibílibus.

Ajaspajas. Cosa baladí, insignificante.

Alacre. Alegre, ligero, vivo.

Aladar. Mechón de pelo que cae sobre cada una de las sienes.

Albanado, da. Que está dormido. Viene del latín alba, “sábana”. Y procede de la germanía, “jerga o manera de hablar de ladrones y rufianes, usada por ellos solos y compuesta de voces del idioma español con significación distinta de la verdadera, y de otros muchos vocablos de orígenes muy diversos”.

Alcabor. Hueco de la campana del horno o de la chimenea.

Amaitinar. Observar y mirar con cuidado.

Amartelamiento. Exceso de galantería o rendimiento amoroso. Como escribió Francisco de Quevedo en Túmulo de la mariposa:

El aliño del prado

y la curiosidad de la primavera

aquí se han acabado,

y el galán breve de la cuarta esfera,

que, con dudoso y divertido vuelo,

las lumbres quiso amartelar del cielo.

Ambuesta. Porción de cosa suelta que cabe en ambas manos juntas y puestas en forma cóncava.

Amok. Entre los malayos, ataque de locura homicida. Da título a una novela de Stefan Zweig. En inglés incluso existe una expresión, to run amok, que significa volverse frenético, perder el control.

Amonarse. De mona, borrachera: embriagarse, perder el dominio de sí por beber en exceso. También, sentirse molesto.

Amoricones. Señas, ademanes y otras acciones con que se manifiesta el amor que se tiene a alguien. Y en desuso, amores o amoríos.

Anagnórisis. Reencuentro y reconocimiento de dos personajes a los que el tiempo y las circunstancias han separado. Reconocimiento de la identidad de un personaje por otro u otros.

El ejemplo clásico es el de la Odisea, cuando a Ulises lo reconocen los demás personajes al llegar a Ítaca.

Anhedonia. Incapacidad para sentir placer.

La anhedonia de ojos vacíos solo es una rémora del flanco ventral del verdadero depredador, el Gran Tiburón Blanco del dolor. Las autoridades denominan esta condición “depresión clínica” o “depresión involutiva” o “disforia unipolar”. David Foster Wallace, La broma infinita.

Animálculo. Animal perceptible solamente con el auxilio del microscopio. La terminación -culo. La terminación -culus era un diminutivo en latín. También tenemos homúnculo (hombre pequeño) e incluso músculo, del latín mus, ratón, y culus, pequeño: porque a los romanos el bíceps les parecía un ratoncillo bajo la piel. Incluso bermejo proviene de la palabra latina vermiculus, que significa gusanito. El pigmento de este color se obtenía, en fin, machacando cochinillas.

Antuviada. Golpe o porrazo dado de improviso.

Apianar. Disminuir sensiblemente la intensidad de la voz o del sonido.

Aporrar. Dicho de una persona: Quedarse sin poder responder ni hablar en ocasión en que debía hacerlo.

Arcidriche. Tablero de ajedrez.

Ardorada. Oleada de rubor que pone encendido el rostro.

Arrancapinos. Hombre de cuerpo pequeño.

Arrobar. Nada que ver con las menciones en Twitter. Significa embelesar. También, aunque en desuso, robar. Y, por último, enajenarse, quedar fuera de sí.

Como ejemplo, este chiste que cuenta Rosa Montero: Una ratita, parada sobre sus cuartos traseros, alza la cabeza al cielo y contempla el paso majestuoso de un murciélago con las alas extendidas. Y exclama con arrobada admiración: ‘¡Oh, mon Dieu! ¡Un ange!’.

Asobinarse. Dicho de una bestia: Quedar, al caer, con la cabeza metida entre las patas delanteras, de modo que no pueda levantarse por sí misma. Y dicho de una persona: Quedar hecha un ovillo al caer. Del latín supinare, “poner boca arriba”.

Asperillo. Regusto agrio de la fruta no bien madura, o el que por su naturaleza tiene alguna comida o bebida.

Atafagar. Sofocar, aturdir, hacer perder el uso de los sentidos, especialmente con olores fuertes, buenos o malos. También es molestar a alguien con insufrible importunidad. Y además, estar sobrecargado de trabajo.

Aurívoro, ra. Codicioso de oro. Del latín aurum, oro, y la terminación -voro, que viene de vorare, devorar, y que se usa en los términos que hacen referencia a la dieta de los animales (herbívoro, carnívoro, omnívoro…).

Texto redactado por Jaime Rubio con aportaciones de Mari Luz Peinado, Héctor Llanos, María Sánchez, Pablo Cantó, Anabel Bueno y Lucía González.

 

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