El embarazo no fue el camino de rosas que me habían pintado desde la infancia

No hay una maternidad única, sino que hay tantas maternidades como mujeres

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nueve meses con Samanta
'9 meses con Samanta', el nuevo programa sobre maternidad de Cuatro

Recuerdo mucho una conversación que tuve a mis veintipocos años con la dependienta de una tienda. Ella estaba embarazada, así que le pregunté por cortesía:

-¿Qué tal el embarazo?

-Fatal -me respondió.

-¿Perdona?

-Sí, sí, fatal. No puedo salir, no puedo fumar, no puedo montar en bicicleta... Pero eso no es lo peor. ¿Sabes qué es lo peor?

-...

-Que no puedo quejarme, porque la gente se piensa que no me hace ilusión ser madre.

Nunca antes me habían hablado del embarazo en esos términos. Al contrario, me lo habían vendido como una escala maravillosa e ilusionante en el camino hacia la maternidad. Y fue gracias a aquella conversación que empecé a darme cuenta de que ahí había un tabú y de que la mujer no podía expresarse con naturalidad en ese terreno. Fue gracias a esa conversación que empezó a rondarme la idea de hacer un programa sobre la maternidad desde el punto de vista de las mujeres.

Han pasado muchos años, pero al final lo he hecho. Este miércoles se emite el primer programa de los tres que compondrán "Nueve meses con Samanta".

Y ahora, además, puedo decirlo con conocimiento de causa: en mi caso, el embarazo no fue el camino de rosas que me habían pintado desde la infancia. Dejando a un lado el larguísimo camino hacia el embarazo (lo logramos por fecundación in vitro tras cuatro años intentándolo), los primeros meses estuvieron llenos de náuseas, malestar general, altibajos emocionales... Y lo peor es cuando alguien se me acercaba y me decía: "¡Disfruta del embarazo!". En momentos así me acordaba de mi conversación con aquella dependienta. Hay momento del programa en los que reconozco estar harta, y es que así es como lo sentía. Hemos querido ofrecer la realidad sin maquillaje.

Mi embarazo, que terminó con el nacimiento de Violeta y Damià, solo es el hilo conductor. En el programa también seguimos ochos historias de embarazos, de maternidades reales pero fuera de lo común. Por ejemplo, el caso de una pareja de lesbianas que se insemina en casa con esperma adquirido por internet, el de una familia poliamorosa, el de una pareja a cuyo hijo le diagnostican espina bífida a las veinte semanas de gestación, el de una mujer que se insemina a sus 52 años, el de una pareja que recurre a la gestación subrogada...

Todos estos casos nos ayudan a entender que no hay una maternidad única, sino que hay tantas maternidades como mujeres, y que no es bueno que haya un discurso único al respecto.

Mi embarazo, por supuesto, también tuvo cosas fabulosas. Si tuviera que destacar una, diría que me ha permitido redescubrir a mi propia madre. Ella me ayudó en los momentos más complicados. Y eso que al mismo tiempo tuvo que atender a mi abuela, ingresada en un hospital durante mi embarazo.

Quiero que mi programa también sirva como reconocimiento al papel de las madres. En muchos de mis reportajes, sobre todo en aquellos que presentaban una historia complicada, siempre había una madre en segundo plano apoyando a sus hijos. Me parece justo que en este caso tengan un merecido papel protagonista.

En el fondo, quizás este programa no sea algo revolucionario en la medida en que las mujeres ya sabemos que los embarazos son sufridos. Mi bisabuela, que nació en el siglo XIX, decía: "El primer hijo, que lo tenga la mujer. El segundo, que lo tenga el hombre. Y ya verás como no llega el tercero".

Sin embargo, lo que sí es revolucionario es difundir públicamente una imagen de la maternidad alejado del relato de costumbre. Porque, hasta ahora, se nos ha dicho a las mujeres cómo debemos vivir nuestros procesos más íntimos. Es hora de que veamos, directamente, cómo son en realidad estos procesos. Para que no haya más mujeres que se sientan cuestionadas por sentirse de una manera determinada.

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