El Teletexto explicado a un millennial

La decadencia del Teletexto es el síntoma más claro de la decadencia de Occidente

Sí, este es un texto de humor

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Igual que el primer día
Igual que el primer día

Hace poco intenté explicarle a un millennial lo que supuso el Teletexto para mi generación.

—¿No sabes lo que es el Teletexto? ¿Pero cómo es posible? ¡Te has perdido la revolución más importante de los últimos cincuenta años! ¡Deja de cazar pokémones y atiende, que esto es importante!

—¿Pero quién es usted? ¿Por qué me grita? ¡Suélteme el brazo!

—Es importante que los más jóvenes sepáis lo que supuso este modesto, pero profundo avance tecnológico. Fue una especie de internet antes de internet, solo que mejor. Nos permitió acceder a un mundo nuevo, un mundo de ideas y de colores (cuatro: rojo, verde, azul y amarillo).

—Oiga, no me haga recurrir a la violencia.

—Claro, a los chavales os parece sensacional tener internet en el móvil. Pero eso no es nada comparado con lo que nosotros vivimos: ¡texto en la televisión! De hecho, leíamos mucho más que los jóvenes de hoy en día. De acuerdo, en el Teletexto no había ni periódicos ni acceso a los clásicos del Proyecto Gutenberg. Pero pasábamos horas (o tal vez minutos) repasando la programación de la tele, las noticias de última hora, las efemérides, los resultados de la NBA, la previsión meteorológica y, en caso de estar muy, pero que muy aburridos, el horóscopo. En cambio, los millennials no leéis…

—Estoy licenciado en Filología Hisp…

—Os hacéis fotos desnudos en Snapchat y os bajáis vídeos de youtubers con Napster, además de cazar digimones. Esto es así. Por suerte, el teletexto también está en internet (en serio: aquí lo tienes): igual es la forma de que los veinteañeros entréis en este mundo, os instruyáis, aprendáis. Quizás no esté todo perdido.

—Mire, me tengo que ir, ese es mi autobús.

—Y no se trataba solo de leer. También del arte perdido de la conversación. El Teletexto unió a las familias y gracias a él mantuvimos largas charlas sobre lo divino y lo humano: “Papá, estábamos viendo la película”, “papá, deja de mirar la programación. Ya sabemos lo que queremos ver”, “papá, ¿tienes que mirar ahora cómo quedó el Barça?”, “papá, ¿no puedes comprobar si te ha tocado la lotería durante los anuncios?”, “papá, tú ni siquiera crees en el horóscopo”, “papá, ¿por qué no me compráis una tele para mi cuarto?”.

—¿Necesita un médico? Si necesita un médico, llamo ahora mismo a emergencias.

—También aprendimos el valor de la paciencia. Hoy en día nos enfadamos mucho si un vídeo tarda más de dos segundos en cargar o si alguien no nos contesta inmediatamente a un mensaje. Yo no soy inmune a este mal moderno: la semana pasada quemé el móvil porque no me funcionaba la pestaña de interacciones de Twitter. Luego me di cuenta de que quizás era porque nadie me habla nunca y casi todo el mundo me tiene bloqueado.

—Lo entiendo perfectamente.

—A lo que iba. En el Teletexto había que teclear la página que uno quería consultar y entonces el contador de la esquina superior derecha iba pasando números hasta llegar a la solicitada, lo cual no era, precisamente, instantáneo. Y había momentos que ponían aún más a prueba nuestra capacidad para soportar el sufrimiento, que es el significado de "paciencia" en latín, como cuando el contador daba toda la vuelta, pasando por el 888, antes de llegar a nuestra página. Una dura prueba que podía alargarse, qué sé yo, 15 o 20 segundos, pero que me preparó para las decepciones inevitables que trae consigo la vida, como llegar al andén del metro y que falten más de cuatro minutos para que aparezca el próximo tren. Apenas grito y no doy más de dos o tres patadas a la papelera. Aprended, millennials.

—Hablando de metro, yo es que he quedado.

—El Teletexto también fue un foro similar al de los antiguos griegos. La gente aprovechaba para vender coches usados y ofrecer toda clase de, en fin, servicios. Y todo eso sin la limitación de los 140 caracteres de Twitter. De hecho y hablando de Twitter, los tuiteros aún recurren al Teletexto en busca de contenidos que compartir. Gracias a su sofisticación y emotividad, el Teletexto es tan VIRAL como los gatos o los titulares que acaban con las palabras "no te imaginarás lo que ocurrió a continuación". O al menos sale de vez en cuando en algunos tuits. Mira, los tengo aquí impresos (obviamente, prefiero leer en papel).

—Me estoy empezando a enfadar.

—Pero los millennials os habéis perdido todo esto. Preferís publicar fotos de magdalenas de colores en Instagram y ver vídeos de seis segundos en Vine porque ya no sois capaces de concentraros durante más tiempo. El Teletexto apenas sobrevive, agonizando a pesar del apoyo de algunos fieles incondicionales.

—Vaya, es una pena.

—No creo que sea exagerado decir que la decadencia del Teletexto es el síntoma más claro de la decadencia de Occidente. No cabe duda de que por culpa de las nuevas tecnologías en apenas cinco o diez años no sabremos ni leer ni escribir y nos comunicaremos solo con emojis y gruñidos. En no más de veinte nos pasaremos al canibalismo, ya que habremos olvidado tanto la agricultura como la caza. Nos extinguiremos en menos de medio siglo, según mis cálculos, probablemente porque alguien tropezará con un cable y liberará un virus incurable o hará explotar una central nuclear.

—Ahora mismo no me importaría que explotara algo, fíjese lo que le digo.

—Mientras todo se desmorona a nuestro alrededor, bajemos a nuestro búnker, sirvámonos una copa de buen vino, pongamos música de Haendel y leamos el Teletexto. No se me ocurre una forma mejor de despedir a la Humanidad.

—¿Me puedo ir ya?

—Sí.

(P.D.: Es habitual que algún lector se pregunte en los comentarios si me pagan por escribir esto. ¡Jajaja, qué tontería! ¡Pues claro que no! Lo hago de forma altruista y como servicio público a la ciudadanía. Yo ya tengo todo lo que necesito para sobrevivir al fin del mundo).

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