Empecemos con una palabra de cinco sílabas: enantiosemia. Se trata de “un tipo de polisemia en el que una palabra tiene dos sentidos opuestos”, como explica Fundéu en el primer volumen de su Compendio ilustrado y azaroso de todo lo que siempre quiso saber sobre la lengua castellana.
Estas palabras con dos significados opuestos también se llaman autoantónimos. Es decir, significan una cosa y la contraria. Alguno puede suponer que la Real Academia de la Lengua se ha rendido y ya le da todo igual, pero el origen de estas enantinosemias suele ser rastreable. Como explica Fundéu, a veces son el resultado de los usos irónicos y en ocasiones, de las antífrasis, una figura retórica por la que “se designan personas o cosas con voces que significan lo contrario de lo que se debiera decir”. Veamos 19 ejemplos:
Alquilar: significa tanto dar algo en uso a cambio de un precio durante un tiempo determinado como tomar algo para usarlo a cambio de un pago. Es decir, el sujeto de la frase "Pedro alquiló un piso" puede ser "tanto quien cede algo en alquiler como quien lo toma”.
Animal: puede usarse en sentido figurado para hablar de una “persona de comportamiento instintivo, ignorante y grosera” y también para referirse a alguien “que destaca extraordinariamente por su saber, inteligencia o esfuerzo”.
Batacazo: es el golpe que nos damos al caer y un “fracaso o caída brusca en un asunto, negocio o posición”. Pero en algunos países de América se usa como “triunfo o suceso afortunado y sorprendente”.
Casero: es el “dueño de alguna casa, que la alquila a otra persona”. Pero el diccionario también recoge la acepción contraria: “inquilino, persona que ha tomado una casa en alquiler”.
@angelrguez #RAEconsultas Al igual que «huésped», o como ocurre con el verbo «alquilar»,...
— RAE (@RAEinforma) 5 de enero de 2015
@angelrguez #RAEconsultas ... «casero» tiene acepciones que denotan las dos perspectivas o direcciones posibles.
— RAE (@RAEinforma) 5 de enero de 2015
@angelrguez #RAEconsultas Hoy «casero» se usa para designar al dueño de la casa, mientras que al que vive en ella se le llama «inquilino».
— RAE (@RAEinforma) 5 de enero de 2015
Conjurar: puede ser “conspirar, uniéndose muchas personas o cosas contra alguien, para hacerle daño o perderle”. Y, al contrario, “impedir, evitar o alejar un daño o peligro”. No solo eso, también significa “invocar la presencia de los espíritus” y “decir exorcismos”, es decir, expulsar al demonio.
Dar clase: significa tanto “impartir una lección, pronunciar una conferencia o charla”, como “recibir una clase”.
@AlhucemitaArabe #RAEconsultas Es correcto.«Dar clase» en español puede significar tanto impartirla como recibirla: http://t.co/U8CvbqmcNE.
— RAE (@RAEinforma) 13 de junio de 2014
Defender: según el diccionario, amparar, librar, proteger. “El policía defiende a ese señor”. También, impedir, estorbar. “El defensa defiende al delantero”.
En absoluto: puede usarse para decir “de manera general, resuelta y terminante”. Y “no, de ningún modo”.
Enervar: debilitar, quitar las fuerzas. Pero también, poner nervioso. Este es el sentido más habitual, como apunta el Diccionario Panhispánico de Dudas: se añadió al francés en el siglo XIX, de donde pasó al español. “Es uso asentado en la norma culta y debe considerarse aceptable”.
Friolera: es una cosa de poca monta o de poca importancia, pero se usa asimismo para referirse a una “gran cantidad de algo, especialmente de dinero”. En sentido irónico, aclara el diccionario.
Es cierto que cualquier palabra usada con ironía se puede considerar, en cierto modo, autoantónima, pero en este caso el uso es tan habitual que el diccionario le dedica una acepción. De hecho, es posible que solo conozcamos el sentido irónico de la palabra "friolera", por lo que si dijéramos “el alquiler me cuesta la friolera de siete euros”, lo haríamos dándole un sentido irónico a una acepción que ya es irónica de por sí, por lo que la podríamos estar usando en su sentido literal sin saberlo.
Dicho lo cual y como ya hemos apuntado, la ironía es una de las causas que llevan a que el diccionario recoja significados antitéticos para las mismas palabras, como ocurre también en el caso de: perla, "cosa preciosa o exquisita en su clase" y también, "frase llamativa por desafortunada"); música, que también puede referirse a un “ruido desagradable”, y gracioso, adjetivo con el que uno se puede referir a algo “que resulta agradable o atractivo”, pero también a alguien “molesto, sin gracia”. Sí, ‘gracioso’ puede significar “sin gracia”. Pues qué gracia, palabra con la que ocurre lo mismo, por cierto.
Huésped: usamos habitualmente el término con el sentido de “persona alojada en casa ajena” o en un “establecimiento de hostelería”, pero puede referirse al “mesonero o amo de posada” y a la “persona que hospeda en su casa a otra”, que, por cierto, era el sentido original en latín.
En este caso, la RAE aconseja “reservar el término huésped para designar a quien recibe alojamiento, y denominar anfitrión al que lo proporciona” para evitar confusiones. Excepto en biología, ya que en este caso huésped es el “organismo en el que se aloja un parásito”.
@jjyborragol Sí sería correcta, aunque extraña. La 5.ª acepción de «huésped», aunque poca usada, es 'persona que hospeda en su casa a otra'.
— Fundéu BBVA (@Fundeu) 7 de enero de 2013
Limosnero, ra: puede ser tanto quien da limosnas como quien las pide.
Lívido, da: se suele usar como “intensamente pálido”. Pero también quiere decir “amoratado”, significado de lividus en latín. Por cierto, la libido (deseo sexual) es escribe con b y lleva el acento en la segunda sílaba.
Monstruo: tras cinco acepciones que van desde el “ser que presenta anomalías o desviaciones notables respecto a su especie” a la “persona muy cruel y perversa”, pasando por la “persona o cosa muy fea”, llegamos a la “persona que en cualquier actividad excede en mucho las cualidades y aptitudes comunes”. Ejemplo: Juan es un monstruo porque tiene dos cabezas, pero también es un monstruo con la guitarra porque la toca de maravilla.
Nimio: el sentido habitual es el de “insignificante, sin importancia”. También significa “excesivo, exagerado”. De hecho, la palabra deriva del adjetivo latino nimius, que tiene este significado. “Este radical cambio semántico se produce a partir del sentido, raro hoy, pero frecuente en épocas pasadas, de ‘minucioso o escrupuloso’ (...). También ha podido influir la semejanza formal con el adjetivo mínimo”, dice el Diccionario Panhispánico de Dudas.
Sancionar: “Autorizar o aprobar cualquier acto, uso o costumbre”. Y también, “aplicar una sanción o castigo a alguien o algo”. Es decir, te pueden poner una sanción por no respetar una sanción.
Lo mismo ocurre en inglés con to sanction y en francés con sanctionner, como recoge el lingüista Alberto Bustos en su blog, que pone un ejemplo muy bueno de ambigüedad debida a la enantiosemia: “Es un uso que no está sancionado por la Academia”. ¿Eso significa que no está autorizado o que no se castiga? De todas formas y como recuerda Fundéu, la ambigüedad no es frecuente: debido al contraste entre los significados, es fácil saber cuál viene al caso.
Como apunta Bustos en su texto, la autoantonimia también se da a menudo en otros idiomas. Según recuerda Fundéu, en alemán “este fenómeno es llamado Gegensinn, y en inglés, contronimy”.
Un ejemplo de reciente incorporación al inglés es el de "literally" (literalmente). Desde 2013, el Diccionario Oxford recoge recoge el significado tanto de literal como el de una forma de enfatizar algo aunque no sea literalmente cierta. Ejemplo: decir que has recibido "literalmente, miles de cartas", cuando solo son decenas.
Esto significa que, a pesar de las quejas, literally ahora también significa "en sentido figurado". Literalmente. Eso sí, el científico cognitivo y lingüista Steven Pinker defiende esta autoantonimia en The Sense of Style, donde recuerda que su uso como hipérbole es habitual y casi nunca lleva a confusión. Que es lo que pasa con la mayoría de estas palabras. No hace falta dar clases de lengua para darse cuenta.
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