Corrígenos si es mentira, pero estamos seguros de que durante tu infancia escuchaste estas frases más de una vez: “Porque lo digo yo”, “No te lo voy a decir dos veces” , “¿Te calmas o te calmo?“ o el clásico “¿Estás llorando? Ahorita te voy a dar una razón para que llores con ganas”. Estas expresiones, acompañadas de la temida chancla voladora, son parte de la disciplina que se ha implementado en el hogar de millones de mexicanos -y también de otros países- desde tiempos inmemorables.
De manera paralela, durante décadas, los colegios han utilizado castigos como la detención, la exhibición del alumnado y la realización de planas para reforzar el aprendizaje de los menores. Todo esto forma parte de un sistema educativo arcaico.
Distintos métodos educativos promueven alternativas al obsoleto modelo. Uno de ellos es la disciplina positiva, un sistema educativo y de crianza no punitivo ni permisivo. Con él se busca que tanto padres como maestros desarrollen destrezas para educar a los niños con amabilidad y firmeza mientras los menores perfeccionan habilidades sociales y de vida.
Resaltar cualidades y no defectos
“En la disciplina positiva no hay castigos y no hay premios”, explica la maestra Jimena Rodríguez a Verne en entrevista telefónica. “Lo que se busca es que los niños se vuelvan reflexivos. En esta disciplina, el error es algo que puede utilizarse para buscar otras soluciones. Queremos que ellos mismos piensen y tomen sus propias decisiones. Si alguien tira la pintura le preguntamos qué puede hacer para solucionarlo y le damos las herramientas para que lo limpie. Los maestros solo somos facilitadores”.
El psicólogo y consultor Enrique Gutiérrez agrega vía telefónica que lo que esta disciplina pretende es no centrarse en los defectos. “Resaltamos las cualidades de los niños. Los educamos a través de la convicción de lo que es mejor en la vida y lo transmitimos a partir de los ejemplos”, señala. “Si el niño ve que nosotros (padres y maestros) disfrutamos de vivir en valores, de convivir y de mantener el orden va a aprender a hacerlo, pues los niños tienden mucho a la imitación”.
Elizabeth Pérez Jandette, también psicóloga, comenta que este tipo de disciplina tiene el objetivo de empoderar al niño a hacerse responsable. “En lugar de concentrarse en poner un castigo se va al origen de por qué sucedió la acción. Se plantean soluciones, pero tomando al niño como partícipe. No se trata de decir: Rompiste algo. Eres un malcriado. Se trata de explicar por qué se rompió algo y plantear soluciones en conjunto”.
Castigar no sirve; establecer conexiones, sí
De acuerdo con Rodríguez, la mayoría de los mexicanos fuimos educados bajo el régimen de "obedeces o te pego". “Muchas veces los papás pegan, imponen, controlan y obligan a obedecer. Esto no permite que el niño reflexione por qué algo está bien o mal, simplemente hace las cosas como una respuesta al miedo”, dice. “Cuando se usan estos métodos no generas conexión. Tu hijo va a estar contigo porque te teme o porque piensa que así debe de ser, no porque quiera”.
Jandette opina que enfocarse en poner castigos a acciones lo único que propicia es que el menor contenga la acción: “No hay un cambio de origen en el del niño. Cuando castigas lo único que generas es otro tipo de emociones como enojo, frustración y resentimiento. No le das las herramientas para comprender lo que está sucediendo y por qué la acción perjudica a él y a otros”, señala.
“Hay que dejar de lado los castigos” agrega Gutiérrez: “No etiquetes al niño. No lo estigmatices, no lo exhibas, mejor ayúdalo. Recuerda que está aprendiendo a vivir”. Sin embargo, Gutiérrez remarca que debe haber un equilibrio: “Los padres de familia tienden mucho a culpabilizarse y no son firmes. Tampoco hay que aniquilar la propia autoridad. Hay que invitar al niño a que reflexione basándose en las reglas que tienen en el hogar y en la escuela”.
Rodríguez comenta: “Cuando los menores se educan con una disciplina positiva, los niños suelen ser más innovadores, creativos y reflexivos. Son capaces de tomar sus propias decisiones, saben resolver conflictos. No aprenden a ser obedientes, aprenden a proponer”.
Meditación, otra herramienta de aprendizaje
En los últimos años, en México y en otros países como Estados Unidos la meditación ha comenzado a utilizarse como una herramienta para fortalecer el aprendizaje sin la necesidad de recurrir a castigos. Incluso en octubre de este año, el partido Morena propuso una iniciativa de ley para que se den clases de yoga en las escuelas como método para combatir y erradicar el acoso escolar.
Jandette, quien también es maestra de yoga y especialista en Mindfulness (la capacidad de la mente de estar presente y consciente en un momento determinado) explica: “La práctica del mindfulness en las escuelas es para que los chicos entiendan y sepan qué está pasando con sus emociones. El objetivo es que digan 'Sé lo que me pasa, me doy cuenta de ello y entonces actúo'. De esta manera, no es tan impulsivo”.
Para Jandette, meditar es estar presente, es enfocarse en saber qué sucede conmigo y así poderse relacionar de manera armónica al exterior. “Aprender a hacer eso es tarea tanto de los padres como de los hijos. El porqué soy tu mamá, es un recurso viejo. Son frases de cajón fáciles de utilizar en el mundo del adulto cuando este no está preparado emocionalmente. Si se quedan con la chancla o con el porqué lo digo yo están cortando el camino a cualquier oportunidad de poder crear un vínculo sano con el niño”, afirma.
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