Un artículo en la revista Nature publicado en agosto demostró que las fragatas, unas aves que vuelan cientos de kilómetros sin parar, dejan una parte del cerebro despierto y un ojo abierto para dormir y descansar mientras continúan su travesía. Los delfines hacen algo parecido y son capaces de dormir a la vez que nadan para salir a respirar a la superficie. Otros animales se agrupan durante la noche para estar más protegidos y hay peces tropicales que se van a sus pequeños apartamentos en las ciudades que son los arrecifes de coral cuando cae la noche. Si el sueño de los humanos es un territorio misterioso con muchas incógnitas, el de los animales lo es aún más, pero hemos hablado con algunos expertos que nos han contado sus hábitos.
Para considerar que un animal está dormido se tienen que dar al menos dos de estas tres condiciones, según Francisco Martín, investigador en el Instituto Cajal de neurobiología del CSIC. La primera es que se dé un estado de “aquiescencia motora”, es decir, de inmovilidad y tranquilidad; la segunda, que el cerebro desconecte de lo que pasa alrededor y la tercera, que sea fundamental para la vida -”si te lo impiden, te mueres”, aclara Martín. En los humanos se dan las tres condiciones, pero en otras especies no se cumplen todas.
Aunque todos los animales deben dormir, hay excepciones: las esponjas de mar y las medusas, que no tienen un sistema nervioso muy desarrollado, no lo necesitan, según el investigador. Otros, como los gusanos nemátodos, solo lo hacen en un momento de estrés o cuando van a necesitar usar bastante energía, por ejemplo, justo antes de las mudas que hacen para crecer.
Las fragatas con el piloto automático y los dormideros de aves
Cuando las aves se paran por la noche a dormir están más expuestas a que se las coman los predadores, por eso han desarollado distintos sistemas de protección. Juan Carlos del Moral, coordinador del área de seguimiento de SEO/Birdlife (la Sociedad Española de Ornitología) explica que otros pájaros, además de las fragatas, duermen mientras vuelan. Los vencejos solo bajan del cielo en primavera, cuando incuban y dan de comer a las crías. El resto del tiempo se lo pasan volando y recorriendo miles de kilómetros. “Han conseguido un equilibrio y una aerodinámica que les permite mantenerse en el aire, enganchándose a las corrientes, sin cansarse ni gastar energía”, cuenta.
Lo más común, sin embargo, es que se agrupen al anochecer para dormir. Forman lo que se conoce como “dormideros”, que están formados a veces por miles de pájaros. “Además, tienen estrategias para montarlos en sitios más difíciles de ser comidos. Los estorninos, por ejemplos, lo hacen en núcleos urbanos porque no hay aves rapaces como las águilas”, dice Moral. Las grullas y gaviotas comen en basureros y dehesas y por las noches se agrupan en grandes embalses a salvo de zorros y otros mamíferos (estas, por cierto, duermen de pie). Los albatros, que son aves marinas, se dejan flotar en comunidad y los pingüinos se apilan juntos en tierra, de pie, y se van turnando en el borde del grupo para no morir de frío.
Pero por mucho que la unión haga la fuerza, estar en grupo no les salva. Cuando las lechuzas localizan dormideros de gorriones, que se agrupan en las copas de los árboles, van, les asustan y alguno cae.
La mayoría de pájaros duerme apoyado solo sobre una pata y con la cabeza bajo un ala (aunque algunos se tumban, con las dos patas dobladas). Así mantienen la temperatura corporal, porque las patas no tienen carne, están formadas de hueso y escamas, y el plumaje es como un abrigo.
“No todas las aves son gregarias”, aclara Morán. Los pájaros carpinteros duermen en sus agujeros en los árboles y los mochuelos, como dice el dicho, cada uno en su olivo. Eso sí, estos últimos duermen de día, igual que otras aves nocturnas. Los azulones (patos domésticos) descansan en los embalses a la luz del sol y por la noche se van a comer hierba. Los buhos y los murciélagos también.
Hay aves que cantan más que duermen, al menos durante una época, como el mirlo y el ruiseñor. Son territoriales y cuando llegan a una zona, marcan así su espacio. Además, el que mejor canta tiene más posibilidades de quedarse con la mejor hembra. Cuando forman la pareja, el ruiseñor macho sigue cantando todo el tiempo hasta que nacen los polluelos, a los que desde ese momento dedican todas sus energías. Pueden pasar hasta 20 días en ese cantar perpetuo sin dormir. “Igual que son capaces de llegar volando desde Senegal, son capaces de mantenerse comiendo y durmiendo muy poco”, dice Moral.
Apartamentos de coral y tiburones que necesitan nadar para respirar
“Un arrecife tropical es como una gran ciudad. Por la noche, los peces se resguardan en sus apartamentos, normalmente el mismo todas las noches, que son los huecos del exoesqueleto de los corales”, explica de forma gráfica Patricio Bultó, director de Biología del Aquarium de Barcelona. Los peces loro, también tropicales, además se fabrican con mocus “un nido de seda” todas las noches.
Otros, como los peces lábridos y los planos (lenguados, rodaballos), duermen en el fondo marino para camuflarse con la arena.
Por la noche los depredadores nocturnos, como el pez león, “aprovecha para cazar a los despistados”. El tiburón de arrecife de punta blanca tiene un cuerpo muy flexible que le permite colarse por los recovecos para zamparse a los peces que están dormidos. Su primo el tiburón nocturno tiene unos labios carnosos con los que los absorbe con un efecto ventosa. Como los felinos y otros depredadores, tienen visión nocturna que les permite moverse con facilidad en la oscuridad.
El tiburón blanco y los marrajos, a diferencia de otros como el de punta blanca, necesitan estar en movimiento todo el tiempo para respirar con el paso del agua por la boca y las branquias. “Igual que los humanos automatizamos la respiración mientras dormimos, ellos automatizan la natación, que es más lenta”, explica Bultó. Mediante las células de Lorenzini, unos sensores que tienen en el morro, pueden esquivar objetos y detectar campos magnéticos. La línea lateral, como al resto de peces, también les sirve como “un sentido del tacto a distancia”.
Los delfines y ballenas tienen un sistema comparable al de las aves que les permite desconectar parte del cerebro y descansar a la vez que están pendientes de salir a respirar cada cierto tiempo. Francisco Martín, del Instituto Cajal, explica que los delfines, con un cerebro muy complejo, pueden hacer funciones motoras básicas en ese estado de semiinconsciencia, como desplazarse y moverse, pero no pueden hacer otras cosas más complicadas como comunicarse. Si detectan un peligro, se despiertan del todo.
Ningún pez cierra los ojos para dormir, por cierto, porque no tienen párpados. Algunos tiburones tienen uno que va de abajo a arriba, pero es para protegerse los ojos mientras atacan a una presa.
Los caballos duermen de pie y los reptiles, todo el invierno
Hay animales que apenas duermen unas horas. Los caballos y otros équidos como las cebras y las jirafas con unas tres horas tienen suficiente, según Santiago Borragán, jefe de servicios veterinarios del parque de Cabárceno, en Cantabria. Los elefantes tampoco son grandes dormilones. “Se tumban lo justo, pero en situaciones con un mínimo de riesgo duermen de pie”, explica. Son animales a los que les cuesta ponerse de pie y no pueden exponerse a perder tiempo en caso de que necesiten protegerse.
La mayoría de los mamíferos son crepusculares, es decir, que casi toda su actividad -cazar, comer- es al amanecer y al atardecer. El resto del día se lo pasan sesteando, dice Borragán, para ahorrar energía. Su sueño es además ligero, porque tienen que estar pendientes de los depredadores -felinos, lobos, armiños, hurones-, que aprovechan la inmovilidad de los que descansan para atacarlos.
En los hábitats salvajes buscan lugares favorables para, en caso de alarma, poder huir. Algunos primates duermen en árboles, donde están más seguros, y los que tienen madriguera descansan allí. Los gregarios, como antílopes, cebras, cérvidos, se juntan también para dormir.
Entre los animales que más duermen están el perezoso -en cautividad, sin peligros a la vista, duerme unas 16 horas y en libertad solo solo 9,5- y el koala, que puede conciliar el sueño entre 18 y 22 horas al día. “Un problema que tienen los animales es que cuando no están durmiendo gastan mucha energía. Cuando la ingesta de alimentos es baja en calorías, como en el caso de estos herbívoros, necesitan dormir mucho”, según Francisco Martín, el investigador del CSIC. ¿Y el elefante, que es también se alimenta de hierbas y duerme poco? Precisamente porque su volumen es grande, necesita comer mucho para mantenerse, más que dormir.
Ahora que llega el invierno, algunos miramos la hibernación del oso con cierta envidia. Pero en realidad lo suyo no es echarse a dormir hasta la primavera. Están más bien en un estado de duermevela en el que no comen -se nutren e hidratan con sus reservas de grasa- y tampoco defecan ni orinan. Están metidos en sus oseras, inmóviles pero despiertos, o en un estado de duermevela. Otros animales como las marmotas sí que duermen profundamente.
Los reptiles en cambio se pasan sobando a pierna suelta todo el invierno y no se despiertan por más que les toques. Como recuerda Borragán, son animales de sangre fría y si no sienten calor no están activos. “Se meten debajo de una piedra y ahí pasan el invierno totalmente dormidos”. En días lluviosos como estos, quién pudiera.
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