La mayoría de nosotros hemos experimentado alguna vez un déjà vu, la sensación de reconocer una experiencia como si la hubiéramos vivido antes, aunque sepamos que es la primera vez que la vivimos. Sin embargo, a pesar de ser tan común, aún no está claro qué causa esta sensación. Akira O’Connor, psicólogo y neurocientífico de la Universidad de Saint Andrews (Escocia) nos ha explicado su teoría por correo electrónico: es un mecanismo que usa el cerebro para comprobar que nuestra memoria funciona perfectamente.
¿Por qué se producen los déjà vu?
O’Connor hizo resonancias magnéticas a 21 participantes en un estudio a quienes se les había provocado un déjà vu. Lo previsible era que se activaran las áreas del cerebro dedicadas a la memoria, como el hipocampo, pero se pusieron a trabajar las zonas dedicadas a la toma de decisiones. Se trata de la primera vez que alguien somete a esta prueba a alguien que está experimentando una sensación de déjà vu, según explica a Verne O'Connor, que presentó estos resultados en la Conferencia Internacional de la Memoria, celebrada en julio del año pasado en Budapest, Hungría.
En su opinión, esto significa que los déjà vu ocurren cuando las regiones frontales del cerebro están revisando nuestros recuerdos en busca de algún tipo de error en la memoria, lo que provocaría este conflicto entre la sensación de recordar algo y el hecho de que sepamos que no hemos vivido ese momento antes.
El cerebro “intenta resolver este conflicto” y “lo atribuye a señales erróneas de la memoria”: “Notamos una extraña inconsistencia en nuestros recuerdos, pero seguimos nuestra actividad con normalidad, sin modificar nuestro comportamiento”. Es decir, no dejamos de hacer lo que ya estamos haciendo solo porque pensemos que lo hemos hecho antes.
¿Hay gente con más tendencia a tener déjà vu?
Sí, “pero no sabemos por qué”. Podría ser que “algunas personas tuvieran una menor tendencia a detectar errores en sus recuerdos”. Si el cerebro no detecta estos errores puede ser porque su sistema de comprobación no está funcionando todo lo bien que debería, lo que podría provocar errores a la hora de recordar acontecimientos. Pero también podría suponer todo lo contrario: que su memoria apenas se equivoca.
Además de eso, “hay ciertas situaciones asociadas con más déjà vu. Dormir poco es una de ellas. También influyen algunas condiciones concretas como la epilepsia, la psicosis provocada por anfetaminas y también el efecto de ciertos medicamentos”.
Otro aspecto interesante es que “los déjà vu tienden a disminuir con la edad”. Es posible que el cerebro vaya calibrando su percepción de los recuerdos en busca de posibles errores a medida que se va desarrollando. También podría significar que nos resulta más difícil detectar errores con la edad. Como aclara el propio O'Connor, “es importante dejar claro que esto es puramente especulativo”, aunque está hipótesis concuerde con los resultados de su experimento.
¿Pueden ser un problema?
Sí, cuando son demasiado frecuentes: “Algunas personas experimentan déjà vu problemáticos” y los sufren de modo persistente. Algunas de ellas padecen algún tipo de demencia, pero en otros casos “no hay razón aparente”.
Lo peor es que “no parece que esto se pueda tratar, aunque este aspecto no se ha estudiado en profundidad. Parte del problema es que es muy difícil acceder a estas personas para investigar de modo sistemático qué funciona y qué no”.
No es fácil vivir así: el psicólogo Paul Reber habla en Scientific American de un artículo que recogía la experiencia de dos personas con “una sensación persistente y recurrente de déjà vu” tan intensa que “se negaban a leer el periódico o a ver la televisión porque sentían que ya lo habían visto todo antes”. También tenían problemas al hacer la compra porque creían que ya habían adquirido esos productos en otro momento. “Los investigadores descubrieron que tenían lesiones en las regiones temporales y frontales”, que son las que se activan en las resonancias de O’Connor a pacientes sanos.
¿Cómo se estudian los déjà vu en el laboratorio?
Para inducir la sensación de déjà vu, O’Connor y su equipo leían a los sujetos una lista de palabras relacionadas, como cama, almohada, noche, sueño… Pero no la palabra que las unía a todas ellas, en este caso, dormir. De hecho, si en estas circunstancias se preguntara a los participantes si creían haberla oído, muchos tendrían el recuerdo falso de que es así.
Pero lo que hacía O'Connor era preguntarles si habían oído alguna palabra que comenzaba por la letra d, a lo que ellos contestaban que no. Y después les preguntaba si habían oído la palabra “dormir”. Los participantes eran conscientes de que no podían haberla escuchado (comienza por d), pero al mismo tiempo les resultaba muy familiar.
Un problema de estos métodos, explica O’Connor, es que “los participantes a menudo nos dicen a los investigadores lo que queremos oír, que hemos generado déjà vu, en lugar de lo que sería una mejor representación de la situación, que hemos generado algo que se parece al déjà vu”. Es decir, “no es un déjà vu real, sino un análogo experimental que los participantes aseguran que provoca una sensación similar al déjà vu”.
Otras teorías
La de O’Connor no es la única teoría sobre la causa de los déjà vu, aunque sí sea la más reciente. De hecho, la mayoría de ellas ni siquiera son mutuamente excluyentes, como se explica en este otro artículo de Scientific American. Esta sensación puede verse causada porque creemos recordar una imagen que es moderadamente similar a un amplio número de eventos almacenados en la memoria o incluso porque hay un único elemento que nos resulta familiar en un contexto totalmente nuevo. Otra posibilidad es que la escena nos resulte similar a otro momento que recordamos vagamente y al que no prestamos atención cuando lo vivimos.
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