“Yo sufro bullying. Me quiero suicidar, no puedo más”. Era el mensaje de una joven de 18 años en Twitter, dirigido a la Unión de Oficiales, una asociación de mandos de la Guardia Civil.
Raúl Narváez, alférez de la Guardia Civil en Ceuta y psicólogo, se encarga de llevar las redes de esta asociación. Leyó ese mensaje durante la noche del lunes 24 de abril, llegando a Málaga en tren. “Se me cortó el cuerpo cuando lo leí”, explica a Verne.
Lo primero que hizo fue comprobar que no se trataba de una broma de mal gusto y vio que en la cuenta de la joven “había tuits oscuros, algunos con referencias al suicidio. Eso me terminó de preocupar”. Narváez le dirigió un tuit desde su cuenta personal para que descartara esta idea: “Eso es lo último. Soy psicólogo, si necesitas ayuda, escríbeme en privado y te ayudaré en lo que pueda”.
Empezaron a intercambiar mensajes a medianoche, poco después de estos tuits. “A las tres de la mañana, conseguí calmarla”. La joven se fue a dormir y Narváez tenía al menos cierta seguridad de que no intentaría nada. “Le dije que al día siguiente hablaría con la orientadora de su instituto y con la Guardia Civil de su pueblo de Ciudad Real”.
La orientadora conocía a esta alumna de 18 años y estaba al tanto de sus dificultades en casa y en el colegio, hasta el punto de que tanto ella como asuntos sociales seguían el caso, “pero no sabían lo del acoso y lo del suicidio”. La educadora pudo hablar con ella el miércoles, ya que el martes la joven no fue al centro.
Narváez está muy satisfecho tanto con la respuesta de la orientadora como con la del sargento de la Guardia Civil de esta localidad. “El martes por la mañana fue al instituto y también a casa de la chica. Habló con ella y con su madre, y activó el protocolo de acoso escolar. Se han abierto diligencias y el asunto está en el juzgado”. Porque el acoso es delito: “Solo el hecho de insultar es un delito. Y más incitar al suicidio”.
Los insultos no son precisamente suaves: en los pantallazos que nos envía Narváez se leen palabras como “puta”, “idiota”, “foca” e incluso “suicídate y seremos felices”. El alférez ha visto mensajes que se remontan a finales del año pasado, pero no descarta que el acoso llevara más tiempo: “No quiero preguntarle mucho por esas cosas, quiero que tenga pensamientos positivos y se centre en su futuro”.
“Creo que su madre no lo sabía”, añade Narváez, que apunta que la joven “sobre todo no quería que ella se enterara. De cara a la galería, intentaba que no se notara, pero eso era muy difícil”. Según relata Narváez, la joven también tenía cortes en los brazos por haberse autolesionado y había perdido mucho peso.
Esta adolescente abrió su cuenta de Twitter solo días antes de enviar ese mensaje pidiendo ayuda. A veces se apunta que la tecnología puede suponer un riesgo en estos casos, pero también sirve para encontrar ayuda: “Sobre todo porque un lunes a las 12 de la noche, ¿a quién acudes?”.
Si cualquiera de nosotros ve un tuit así, Narváez recomienda ponerlo en conocimiento de la policía o de la Guardia Civil. “Yo lo vi de urgencia y traté de tranquilizarla un poco. Pero desde luego, la Guardia Civil está ahí para todo el mundo”.
Yanire Gutiérrez, psicóloga y supervisora del teléfono ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) recordaba recientemente en Verne que el 82% de las personas que llaman a este servicio por autolesiones son chicas. Aunque reciben llamadas de jóvenes de todas las edades, la mitad de las denuncias por acoso son de niños entre 11 y 13 años. También atienden a adultos que conozcan a algún menor con problemas.
El alférez ha hablado con la adolescente solo por Twitter: “Ella no me ha pedido otro medio y yo no quiero agobiar”. Cree que debe guardar cierta distancia “porque no quiero que me use como tabla de salvación. Yo estoy a cientos de kilómetros y es importante que esto se solucione a nivel local. Lo que no quita que yo estoy para lo que ella necesite”.
Va a hacer seguimiento, por lo que mantiene el contacto con ella. Lo que Narváez no se esperaba era la repercusión de este caso: no se trata de una campaña de la Guardia Civil en contra del bullying, sino de una iniciativa personal que ha llegado a los medios después de que la viera un periodista de El Confidencial la semana pasada. Aunque no se ha hecho pública la cuenta de la joven, ella está recibiendo algún mensaje de apoyo. Sin embargo y a pesar de que esto se haga con la mejor de las intenciones, Narváez recomienda cautela: “A lo mejor es bueno. Pero a lo mejor se agobia”.
Ella no le ha dicho nada desde la noche del miércoles: “Espero que no se haya asustado, aunque a mí también me ha superado esta repercusión. Sí que le he dicho que esto es muy bueno, que va a ayudar a que los acosadores vean que estamos todos en contra de ellos, y que va a dar visibilidad a este asunto tan grave. De hecho, le he dado las gracias”.
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