Por qué nos hacen gracia todos los chistes de Chiquito

No importa que el chiste sea malo. Lo importante es que lo cuente Chiquito de la Calzada

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Chiquito de la Calzada, durante una de sus intervenciones televisivas
Chiquito de la Calzada, durante una de sus intervenciones televisivas

Chiquito de la Calzada, fallecido la madrugada de este sábado, tenía algo único que intentaré explicar.

En primer lugar, se trata de un genio y figura, es decir, de un personaje que reconocemos casi antes de que salga a escena. En eso consiste el talante, o ethos, que en este caso da credibilidad a la figura del cómico. De hecho, solo con su presencia el público ya se ríe. Su comicidad, al parecer muy relacionada con su sentido del humor desde siempre, traspasa la pantalla. Eso ocurre porque la audiencia, evidentemente, está predispuesta.

Todos sabemos que cuando acudimos a ver un monólogo o cuando nos sentamos ante la televisión para ver un programa de chistes tenemos que ponernos en modo humorístico para poder comprender que ese acontecimiento comunicativo no se puede interpretar de forma seria. El modo humorístico es más importante de lo que parece, porque permite a los telespectadores tomar las bromas como tales y entender el absurdo presente en los chistes largos de Chiquito de la Calzada como algo aceptado en ese contexto.

Muchos han hablado de lo disparatadas y absurdas que son esas historias, de la falta de un nudo narrativo, de la incapacidad para poder explicar por qué nos reímos. El absurdo es un tipo de humor que nuestro Chiquito sabe exprimir al máximo. Así, se le ha reconocido como humorista malagueño que ha triunfado en el mundo entero. Su vocabulario inventado, sus alargamientos fónicos o sus fórmulas forman parte de ese éxito. El humor absurdo, estudiado por psicólogos y lingüistas, tiene un gran campo por explorar con este humorista.

¿Por qué nos reímos del absurdo?

Al parecer ocurre porque la incongruencia que se establece entre los dos marcos activados es tan grande que su resolución se sale de lo previsible, de manera que se agranda el efecto cómico. Otro hecho que cabría mencionar es si este tipo de humor absurdo hace más gracia a hombres que a mujeres. Como indica Natalia López Moratalla, catedrática emérita de Bioquímica de la Universidad de Navarra, aunque ambos géneros captan el humor, los hombres llegan a la risa solo con lo absurdo, mientras que las mujeres necesitan conectarlo con el componente emocional.

La estructura narrativa del humor de Chiquito de la Calzada es como la de un chiste largo, aderezado de pequeñas historias o anécdotas que acompañan a la historia principal. No hay duda de que si redujéramos sus intervenciones a la historia contada no tendrían tanta gracia. Además, el buen cómico se activa y se reactiva con las risas del público, con sus aplausos y con sus diversas reacciones. Así, el mismo chiste no funciona igual contado en un pequeño teatro que en un gran plató de televisión.

Buena parte del éxito de Chiquito en su primer programa de televisión en 1994 vino motivado por el espacio en el que se producía -un programa de chistes-, por la reacción inmediata del público presente en el programa y por las risas y aplausos de sus compañeros y compañeras. Así fue naciendo el mito, de manera que ante su sola aparición y el comienzo de la historia contada la gente ya se desternillaba de risa.

El sello único de Chiquito

Pero con eso no basta. De igual forma que las grandes y pequeñas empresas luchan por distinguirse de sus competidores en un mundo cada vez más globalizado y por ser reconocidos a través de la imagen corporativa, los humoristas aspiran a convertirse en eternos. ¿Cómo se consigue eso? Pues creando un mundo único y maravilloso.

Chiquito de la Calzada explotó el eco de una serie de televisión que todos conocíamos en aquella época, Bonanza. La serie en sí no tenía nada de humorístico, pero sí la parodia que hacía el cómico. También era parodia su pronunciación del inglés (a guán). Y con esa retranca, fue creando nuevas palabras que no tienen nada que envidiar a la neología léxica tradicional (fistro, jandemor, candemor, meretérica, diodenal, agromenauer…) o fórmulas como ¡al ataqueer!, ¡cuidadín!, ¿te das cuen?, ¡hasta luego, Lucas! o por la gloria de mi madre que bien merecen una tesis doctoral.

Muchas de esas creaciones eran eufemismos como guarrerías españolas, te voy a partir el diodenal, te voy a partir los puntos de mira o cagarse en sus muelas. No faltaron comparaciones creativas antes nunca escuchadas (tengo más nervios que un billete de cinco pesetas, trabaja menos que el sastre de Tarzán, trabaja menos que el sobaco de un churrero…). Como sello identificador usó la deformación fónica (¿cómorr?, norr, hijoputarr, soñarr…). Todo ello aderezado con una gestualidad característica, única de Chiquito: ese medio pasito, esos tres pasos hacia delante…

Con todos estos indicadores y marcas humorísticas la imagen corporativa chiquitesca estaba creada y solo faltaba llevarla al escenario. Una vez reconocida como Imagen Chiquito, el cómico explota dichos recursos al máximo. Solo con enumerar alguno de estos recursos ya se mete al público en el bolsillo. No importa que el chiste sea malo; lo importante es que lo cuente Chiquito de la Calzada. Como ha ocurrido con otros humoristas como Gila o Tip y Coll, Chiquito se convierte en marca corporativa del humor y sus creaciones pasan incluso al argot común del español coloquial, como fistro, ¡cuidadín! o ¿te das cuen? Cuando ocurre esto, no hay duda de que el humorista ha traspasado el significado del hablante para dejar huella en la lengua convencional. Cuidadín con Chiquito.

Leonor Ruiz Gurillo es catedrática de Lengua Española en la Universidad de Alicante. Dirige el grupo de investigación GRIALE, dedicado al estudio de la ironía y el humor.

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