Si vives en Madrid y todavía conservas algún metrobús en tu cartera, a partir de este 1 de enero solo podrás realizar un viaje con él: a la papelera. Tras 19 años en vigor –aparecieron en 1998–, este billete de diez viajes para el metro y los buses de Madrid dejó de venderse en octubre de 2017. Ha coexistido con la nueva tarjeta desde entonces, pero con fecha de caducidad: tras las campanadas, los metrobuses se han convertido en billetes obsoletos.
Desde la Comunidad de Madrid han explicado que las nuevas tarjetas pretenden “modernizar el sistema de transporte” y reducir la producción de residuos. Pero los metrobuses, a pesar de su facilidad para perderse –y para que se estropeara su banda magnética–, tenían su encanto. Ahora que desaparecen, dejamos 10 recuerdos que todo el que haya vivido en la capital guardará de este billete. Uno, por cada viaje que ofrecía.
1. Cuando tu yo del pasado te regalaba unos viajes en metro
Ocurría cuando, después del verano, volvías a ponerte el abrigo. De repente, metías la mano en el bolsillo y ahí estaba: un metrobús con un par de viajes que dejaste ahí. Lo hiciste sin querer, pero te sentías como si hubiera formado parte de un plan para disfrutar de unos cuantos viajes extra en el futuro.
2. El metrobús de emergencia que te salvaba una madrugada
Era ese metrobús viejo y arrugado cuya única función era ser compañero del abono transporte, y que solo entraba en acción cuando este fallaba. ¿Habías salido de fiesta y, al volver de madrugada, te había caducado el abono? ¿Llevabas prisa y el lector no te reconocía la tarjeta contactless? Metrobús al rescate. No todos los héroes llevan capa: algunos llevan banda magnética.
3. El billete que te hacía quedar como un rey con las visitas
A diferencia de las nuevas tarjetas, que son personales e intransferibles, tu metrobús lo podía utilizar cualquiera. Así era fácil quedar como un rey con las visitas: llegar a un torno y decir "no compres billete, pasa el mío", te hacía creerte el mejor anfitrión del mundo. También valía para echarse unas risas si era la primera vez que los visitantes se enfrentaban a transporte público madrileño: eran capaces de meter cinco veces el metrobús en la canceladora antes de meterlo por el lado y la dirección adecuada.
4. El amigo que "tuneaba" los metrobuses para colarse en el Metro
Si eres madrileño o llevas mucho tiempo viviendo en la capital, lo has oído alguna vez: "Pues tengo un amigo que pone celo a los lados de la banda magnética para que no se marquen los viajes, cuando lo gasta pasa un imán para que deje de funcionar y, en la taquilla, le dan un billete nuevo". Hay hasta videoturiales. A lo mejor hasta has sido tú ese amigo macarra.
5. La indestructibilidad de un cachito de cartón
El metrobús es el Nokia 3310 de las tarjetas de transporte: no había forma de romperlo con tus propias manos. Ni con las de Hulk. También podía sobrevivir a un lavado a 80º con lejía y seguir funcionando. Eso sí, el día que le daba por romperse, daba igual que estuviera recién salido de la taquilla.
Definición de milagro: que un billete de Metrobus siga funcionando despues de pasar por la lavadora pic.twitter.com/hsipAS1A
— Bou (@bou_87) 19 de septiembre de 2012
La primera vez que te pasaba te parecía un milagro. Luego te acostumbras.
6. Los revisores hacían cumplir la ley de Murphy del metrobús
A diferencia de otras redes de metro de España, en la zona centro del Metro de Madrid solo hay que pasar el billete por la canceladora para entrar a las estaciones, pero no para salir. La normativa del metro indica que hay que conservar el billete hasta la salida, pero reconócelo: tú también lo has tirado después de usarlo. No es muy frecuente encontrarse con revisores controlando los billetes dentro de las instalaciones, pero si acababas de tirar tu billete, las probabilidades se incrementaban en un 10000%. Aproximadamente.
7. Para viajar y para coleccionar
La mayoría de los seres humanos tiraba los metrobuses en cuanto se acababan, pero hay quien se los guardaba. Incluso quien le pedía a sus amigos que le dieran los que se iban gastando. La mayoría terminaban forrando carpetas, pero ya hay quien vende "packs" en tiendas de coleccionistas.
Hacer una carpeta con metrobuses y tener todavía 140. pic.twitter.com/0WP3nAlh
— 🍎 (@Alb3a) 9 de noviembre de 2011
8. Cuando te dejabas la vista contando simbolitos
Un indispensable antes de salir de casa: tenías que contar las marquitas del metrobús y hacer mentalmente el recorrido para saber si tenías viajes suficientes para volver.
9. "Traduciendo" los jeroglíficos misteriosos
Mientras contabas simbolitos, seguramente te hayas preguntado: "¿Qué demonios significa esto?". Los de tres dígitos son bastantes obvios: indican el día (dos dígitos pequeños) y el mes (dígito grande) en el que se utilizó el metrobús. Pero, ¿y los de 10 dígitos? ¿Qué ponía ahí? ¿Cómo lo traducían los revisores? Aunque ya no te vayas a topar más con esos simbolitos, ahí va una explicación: en la fila de arriba, los tres primeros dígitos son el día del año en que estamos, contando del 1 al 365 –el 1 de enero es 001, el 2 de febrero 033–, y los dos últimos la hora que pasaste por el torno (de 01 a 24). En la fila de abajo, los primeros cuatro dígitos son el número de identificación de la canceladora, y el último, la decena de los minutos. Las marcas de tres dígitos las hacían las canceladoras de metro, y las de 10, las de autobús.
10. El acto de fe de intentar pasar un metrobús gastado
Cuando estabas seguro de que no te quedaban viajes, pero aun así pasabas tu metrobús, solo por si colaba. Si colaba, no significaba que tuvieras un viaje gratis, sino que habías contado mal los simbolitos. Pero daba mucho gusto en cualquier caso.
* También puedes seguirnos en Instagram y Flipboard. ¡No te pierdas lo mejor de Verne!