La ortografía es cuestión de detalle. "Bailén" sin tilde sería un imperativo extraño que conminaría (¡Bailen ustedes ahora mismo!) a hacer a la fuerza algo tan festivo como menearse. "Bailén" con tilde ha sido noticia esta semana. Cualquier español conoce, por su libro de historia, este pueblo de Jaén. La derrota de los franceses en un tórrido día de julio de 1808 hizo que Bailén fuese el título del cuarto de los Episodios Nacionales de Galdós; en Bailén nació Felipe de Neve, uno de los fundadores de la ciudad de Los Ángeles, y en Bailén reivindican desde hace años que la Junta de Andalucía haga de ángel para que se monte un Centro de Transportes de Mercancías que aproveche la estratégica posición de esta localidad en Sierra Morena.
Todo esto tiene que ver con la ortografía porque el Ayuntamiento plasmó esa exigencia a la Junta en una pancarta en el balcón principal de la sede consistorial donde lo que se reclamaba era el Centro de Trasportes de Mercancías. Desgraciadamente estamos habituados a ver en nuestro paisaje lingüístico rótulos con faltas de ortografía, pero el caso es que "trasporte" no es ningún error ortográfico. Sí, está bien escrito. Si consultas (aquí) el Diccionario de la Real Academia Española verás que esta forma de escribir "transporte" está admitida, y lo está desde 1817 cuando se publicó la quinta edición del DRAE.
La unión de las consonantes ene y ese en el grupo ns ya experimentaba simplificaciones en la propia lengua latina (la mensa ahora es mesa; sensu se ha hecho seso y cuando decimos “tras enero viene febrero” usamos un derivado de trans). La tendencia común al hablar español ha sido simplificar ese grupo cuando seguía consonante, normalmente haciendo bailar a la ene hasta expulsarla (y pronunciar trasporte) pero también sacando de la fiesta a la ese (para decir, según ocurre en Panamá o Cuba, "contruido" o "tramplante"). La extensión de la simplificación de la ene en ns es tan común que no se considera particularmente monstruoso pronunciar algo como mostruo, circustancia, istancia o costiparse.
Ahora bien, ¿qué hacemos con la ortografía? Sabemos que son dos planos distintos el de los sonidos (cómo pronunciamos) y el de las letras o grafías (cómo escribimos). Y, sí, están relacionados en el sentido de que la ortografía refleja la pronunciación, pero es un matrimonio que vive con cierta distancia, una lejanía que puede ser mucha o poca según la lengua de la que hablemos.
Para el caso del español, se admite que la distancia de la pareja ortografía y pronunciación no es demasiada: gradualmente, desde que se fundó la Real Academia Española en el siglo XVIII, se fue tendiendo a eliminar mucha grafía que ya no tenía sentido mantener, como la ce con cedilla (ç), las grafías dobles tipo ph o ss y algunas otras formas que se usaban con cierta profusión en la Edad Media y que entre los siglos XVIII y XIX el español fue dejando a un lado. Pero también la ortografía es hábito, costumbre, herencia (fíjate en el trabajo que te está costando quitarle la tilde a solo), por eso hay usos de letras que se mantienen heredados del latín aunque no tengan ya valor distintivo en español (como la be y la uve o la letra hache). La pareja de este matrimonio la forman la ortografía frente a la pronunciación, y su nivel de intimidad dependerá de si convencionalmente ambas optan por atender a la tradición (tendencia etimológica, más alejamiento) o a la realidad del habla (tendencia foneticista, más cercanía).
¿Septiembre o setiembre?
La situación en la escritura castellana hasta el siglo XVII reflejaba una presencia muy abundante en la escritura de formas simplificadas: Nebrija en su diccionario usaba "trasformar" y no "transformar", y la escritura de formas como "doto" o "inorante" no se sentía menos docta o ignorante que las formas con consonantes. Con la progresiva aparición de ortografías y diccionarios académicos, la RAE fue consagrando una forma de escritura para estos grupos con ns, pt o bs, entre otros.
No fueron soluciones generales a favor o en contra de la simplificación, sino que prácticamente para cada palabra concreta se propuso una forma... o dos. Podemos escribir "septiembre" o "setiembre", "obscuro" y "oscuro", pero el caso es que en general solemos preferir una forma ("septiembre", "oscuro", "transporte") a otra. En general, las formas con consonante (más alejadas de la pronunciación) han solido tener más prestigio (no siempre más uso, fíjate en el caso de "obscuro") por la vinculación que hacemos entre la etimología y la corrección lingüística.
Para el caso de las formas con prefijo trans-, ocurre que muchas de estas palabras pertenecen a lenguajes técnicos, de carácter especializado y muy ligados a la escritura, donde se ha consagrado la forma con ene. Palabras como "transferencia", "transgresión", "transposición"... pueden escribirse sin ene, pero no es lo común. Hay casos donde solo es correcta la forma sin ene (por ejemplo, "trastienda", "trastorno", "trasplante"; no son correctos *transplante ni *transtienda ni *transtorno); y hay también casos donde solo es correcta la forma con ene (por ejemplo, cuando a "tran" le sigue la consonante ese: "transexual", "transiberiano"...).
A veces la diferencia no es baladí porque separa significados ("consciencia", "conciencia")... En caso de duda, mira el diccionario de la RAE (está en línea): si la palabra aparece con y sin ene, es que ambas formas son correctas y admitidas, pero siempre es más recomendable la forma bajo la cual se encuentra la definición. Sí, "trasporte" está en el diccionario, pero su definición está bajo la forma "transporte", así que es esta la escritura recomendada por ser la más frecuente. Por eso o por no distraer la atención de lo que se reclama, el Ayuntamiento de Bailén optó por sustituir la pancarta del "trasporte" por otra que decía "transporte". Poner una ene en la pancarta que reclama equipamiento es más fácil que construirlo.
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