La imagen típica del filósofo es la de un señor blanco, con barba y muerto. Pero cada vez se ajusta menos a la realidad (y no solo porque haya unos cuantos filósofos aún vivos). A este campo cada vez acceden más pensadores de fuera de Occidente y, por supuesto, mujeres, que ofrecen nuevas perspectivas y puntos de vista diferentes. Queríamos proponer algunos nombres de filósofas y, para hacer la lista, hemos preguntado a ocho de ellas: Eurídice Cabañes, Victoria Camps, Ana Carrasco Conde, Luisa Posada Kubissa, Alicia Puleo, Eulalia Pérez Sedeño, Rosa María Rodríguez Magda y Angélica Velasco. Estos son los 13 nombres que nos han propuesto:
1. Marie de Gournay (1565-1645). Esta filósofa francesa es autora de varios textos precursores del feminismo, muchos de ellos reunidos en Escritos sobre la igualdad y en defensa de las mujeres. En estos textos, la filósofa francesa explicaba “que si no había más mujeres en la ciencia, en la política y demás era porque no las habían educado para eso, pero que no había nada en la naturaleza que se lo impidiera”, tal y como nos cuenta Eulalia Pérez Sedeño, profesora en el Instituto de Filosofía del CSIC y autora de Las 'mentiras' científicas sobre las mujeres.
2. Madame de Staël (1766-1817). Anne-Louise Germaine Necker, conocida como Madame de Staël fue también precursora del feminismo y una autora prolífica de ensayos políticos, de novelas y de crítica literaria.
Ana Carrasco Conde, filósofa que está a punto de publicar En torno a la crueldad, explica que el pensamiento de esta autora francesa fue un fiel reflejo del paso del siglo XVIII al XIX. “Cuentan que Napoleón la detestaba porque no se amedrentaba y era, para ser mujer, indomable y hasta tal punto peligrosa que era preciso alejarla de París", comprensible si tenemos en cuenta que "se atrevió a criticar sus políticas y a describir sus incapacidades (como puede comprobarse en Diez años de destierro)".
Carrasco Conde añade que "sus obras De la influencia de las pasiones y sus Reflexiones sobre el suicidio han sido determinantes al hacer ver por un lado la importancia de las pasiones en la política y de cómo a veces el ansia de poder y la dependencia servil prefiguran el escenario de la más terrible y gratuita crueldad; y por otro que si hay algo por lo que luchar es la dignidad humana”.
3. Harriet Taylor Mill (1807-1858). A Mill se la recuerda a menudo como la mujer del filósofo John Stuart Mill y como autora de un puñado de textos, la mayor parte publicados tras su muerte. Pero, como explica Victoria Camps, catedrática emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona y autora de Elogio de la duda, “Harriet Taylor Mill colaboró mucho con John Stuart en sus textos”, aunque firmó poco de lo que hacían en común. “Mill fue un gran defensor de la libertad de la mujer, pero aun así pensaba que poner la firma de su esposa devaluaría sus libros”.
Los críticos e historiadores aún se debaten acerca de cuánto escribió Harriet Taylor Mill de los libros de su marido. Se considera que El sometimiento de las mujeres, publicado en 1869, debe mucho a su influencia. John Stuart Mill también le dedicó a ella Sobre la libertad, con las palabras “como todo lo que he escrito desde hace muchos años, le pertenece a ella tanto como a mí”. En su Autobiografía, Mill explica que este libro fue “más directa y literalmente nuestra producción conjunta que ninguna otra cosa que lleve mi nombre”.
El autor escocés también firmó La emancipación de las mujeres, publicado en 1851, pero de este texto se suele considerar que la autora principal (o única) es Harriet Taylor Mill. El ensayo recoge muchos de los argumentos de La liberación de las mujeres, profundizando en la conveniencia de que las mujeres puedan trabajar fuera del hogar.
El libro Ensayos sobre la igualdad de los sexos, con prólogo de Camps, “reúne todos los escritos de una, del otro y de los dos sobre este tema”.
4. Hannah Arendt (1906-1975) fue una filósofa nacida en Alemania que huyó del nazismo a Estados Unidos en 1941. Más que su gran ensayo La condición humana, Victoria Camps recomienda de Arendt sus textos sobre temas políticos y culturales, “como Entre el pasado y el futuro, que incluye un texto sobre la educación que deberían leer todos los pedagogos de hoy en día, a pesar de que se escribió en los años 60”. Camps apunta que las ideas de Arendt siempre son provocadoras: “Por ejemplo, de la educación dice que tiene que se conservadora, que no se puede reformar todo continuamente. Hay que conservar lo que debe ser conservado”. También “hace una llamada a los valores, como el esfuerzo y la disciplina”.
En opinión de Camps, Arendt aún no tiene el reconocimiento que debería entre el feminismo, en gran parte porque a la filósofa alemana “esa lucha no le interesaba”. Y añade: “Su filosofía es muy propia. Aunque tiene influencias de Heidegger y del fenomenalismo, lo que dice es inclasificable. Y es polémica siempre, hable de la cultura, de la política, de los judíos… Como en el caso de la banalidad del mal”.
Arendt acuñó este concepto en Eichmann en Jerusalén, donde recoge sus reflexiones durante el juicio en 1961 al teniente coronel responsable de los transportes de deportados a los campos de concentración. Arendt, de origen judío, no ve a Eichmann como un monstruo, sino como un burócrata poco inteligente que nunca se detuvo a reflexionar en lo que estaba haciendo, más allá del desempeño de su trabajo. “Fue una idea muy mal recibida por colegas suyos y por amigos judíos -añade Camps-. Arendt fue muy valiente. Y su valor ha ido creciendo con el tiempo”.
5. Simone de Beauvoir (1908-1986). Alicia Puleo, autora de Ecofeminismo para otro mundo posible, explica que le interesaba la filosofía “ya desde la infancia". Pero "de adolescente me regalaron El segundo sexo y se me abrió un mundo nuevo. Vi que la filosofía podía analizar un aspecto de la vida que a mí me interesaba, el de la la libertad de las mujeres”. Y añade: “Me decidió de manera definitiva a estudiar filosofía”. Este texto de Beauvoir, publicado en 1949, está considerado una de las obras fundamentales del feminismo.
Rosa María Rodríguez Magda, autora de De playas y espectros. Ensayo sobre pensamiento contemporáneo, también descubrió el texto de De Beauvoir a los 18 años. Recuerda que, cuando comenzó a escribir el texto, la autora francesa no era consciente de hasta qué punto el género había condicionado la historia del pensamiento: “Ella pensaba que lo liquidaría en 10 o 15 páginas”. De Beauvoir pone de manifiesto que “la historia de la filosofía tiene una visión principal en la que se considera a la mujer como a parte de los otros” y acaba dando la vuelta “al punto de vista tradicional de la filosofía. Nada queda incólume”. La filósofa francesa “amplía y cambia la visión del pensamiento. También cuando dice que la mujer no nace, sino que se construye. La teoría del género parte desde ahí por diversos desarrollos y el sexo se empieza a definir no solo por la biología sino también por la cultura”.
6. Luce Irigaray (1930) es una filósofa francesa nacida en Bélgica, representante del feminismo de la diferencia. Rosa María Rodríguez Magda dice de ella que “me hizo ver las cosas de otra manera, aunque ya difiera de algunas de sus ideas”. Y habla de su primer libro, Speculum. Espéculo de la otra mujer, publicado en 1974 y en el que critica el machismo presente en la filosofía y en el psicoanálisis, incidiendo en que a las mujeres se las excluye de la producción del discurso oficial. Irigaray propone escapar de este silencio creando un imaginario femenino y un lenguaje propio. También es autora de Ese sexo que no es uno y En el principio era ella, entre otros libros.
7. Julia Kristeva (1941) es una filósofa búlgara que ha escrito sobre literatura, feminismo y psicoanálisis, entre otros temas. Para Ana Carrasco Conde, su libro Poderes de la perversión “es sin lugar a dudas una obra clave para entender la relación entre la extraña alianza entre la corporalidad y la abyección, entre la mujer y la exclusión. Desde una perspectiva psicoanalítica en la que convergen filosofía y literatura, Kristeva presenta una propuesta inquietante e interesante: pensar lo impensable e inasible en el modo de una alteridad inexpresable de un singular que no se deja homogeneizar. De ahí su interés –y mi interés en ella– por la apropiación simbólica de lo que, de suyo y paradójicamente, no es analizable”. Además del libro citado, Carrasco Conde recomienda Las nuevas enfermedades del alma.
8. Celia Amorós (1944). Alicia Puleo recuerda estar trabajando en Francia, cuando una compañera le prestó Hacia una crítica de la razón patriarcal, libro de Amorós publicado en 1985. “Después de leerlo decidí que ella tenía que ser la persona que dirigiera mi tesis”, cosa que hizo. Puleo también formó parte del seminario Feminismo e Ilustración que fundó Amorós en la Universidad Complutense de Madrid. “Todas las semanas nos reuníamos 4 o 5 horas y era un festín intelectual”. Puleo apunta que Amorós, “junto con Amelia Valcárcel, es una de las pensadoras más importantes de España en el siglo XX”.
También participaron en sus seminarios (y la recomiendan) Eulalia Pérez Sedeño y Luisa Posada Kubissa, profesora en la Universidad Complutense de Madrid y autora de libros como Filosofía, crítica y (re)flexiones feministas. Posada Kubissa añade que Amorós “aplica una lectura de la filosofía al pensamiento feminista desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Tiene una filosofía bastante amplia”, con libros como La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias, Tiempo de feminismo, Salomón no era sabio… “Y no solo de feminismo, también es autora de Diáspora y Apocalipsis, sobre la filosofía de Jean-Paul Sartre. Su pensamiento es decisivo en el panorama feminista y en el feminismo filosófico”.
9. Donna Haraway (1944). La autora de El manifiesto cyborg es una de las favoritas de Eurídice Cabañes, fundadora y presidenta en México de Arsgames, una asociación cultural que gestiona proyectos relacionados con los videojuegos (y la filosofía). Cabañes explica que “Haraway hace una filosofía muy transdisciplinar. Ella también es bióloga y a mí también me gusta esa ruptura de las disciplinas académicas. Me encanta cómo mezcla el lenguaje poético, el biológico, el filosófico… Y cómo rompe categorías y estructuras”.
10. Helen Longino (1944). Eulalia Pérez Sedeño recomienda a esta pensadora estadounidense, “filósofa de la ciencia y también feminista. Me marcó mucho un libro suyo de 1990, Science as Social Knowledge. En él mantiene que los valores sociales (valores no cognitivos, como ella los llama) son una parte importante en la ciencia y no podemos pensar que esté al margen”. Los científicos no solo pertenecen a su propia comunidad, “sino también a otras, ya que viven en un tiempo y en un lugar, por lo que importan y esos valores los importan a su quehacer diario”.
11. Alicia Puleo (1952). Esta filósofa nacida en Buenos Aires no solo es una a las que hemos preguntado, sino que también es una de las recomendadas por Angélica Velasco, que la considera “el referente fundamental del ecofeminismo en español”. Velasco, autora de La ética animal, ¿una cuestión feminista?, explica que Puleo “propone un ecofeminismo crítico que incorpora el legado de la Ilustración”, incluyendo “los principios de igualdad, fraternidad y libertad”.
También apuesta por el “diálogo intercultural, viendo los aspectos positivos y negativos de las diferentes culturas y teniendo en cuenta no solo si son ecológicamente sostenibles, sino también si son discriminatorias desde el punto de vista del género”. Otra idea fundamental de Puleo “es la cuestión de ampliar los valores del cuidado a los animales”. Velasco recomienda la lectura del ya citado Ecofeminismo para otro mundo posible, además de Filosofía, género y pensamiento crítico.
12. Judith Butler (1956). Gran parte de la obra de esta pensadora estadounidense se centra en la perspectiva de género como construcción social “que dio pie al feminismo queer -explica Luisa Posada Kubissa-. Pero me interesa especialmente su segunda parte, dedicada a la vulnerabilidad, como Marcos de guerra. Tiene una obra amplísima, en la que reflexiona sobre muchos aspectos del mundo en el que vivimos. Es muy interesante, muy profunda y da muchas claves éticas”. Butler es también autora de El género en disputa y Deshacer el género.
13. Marina Garcés (1973). De esta filósofa barcelonesa, Eurídice Cabañes recomienda, sobre todo, la lectura de Un mundo común. “Creo que tiene una forma muy clara, muy sencilla, de abordar temas que muestra muy claros y sencillos, pero que en realidad son complejos. O es más bien pasar de la complejidad a lo simple”. Garcés propone en este libro pensar en lo común para analizar la sociedad. “Su pensamiento a ese respecto me gusta mucho. La descubrí cuando estaba haciendo la tesis y en ese momento pensé que todo lo que yo quería decir y ya estaba dicho ahí”. Garcés también es autora de Nueva ilustración radical y Fuera de clase. Textos de filosofía de guerrilla.
La filosofía de la mitad del mundo
La filosofía ha cambiado: al igual que el resto de campos profesionales y académicos, ya no es un área ocupada solo por hombres. Pero aún no podemos hablar de igualdad: "Creo que una de las cosas más importantes que ha ocurrido en España en los últimos años es la incorporación de las mujeres a la filosofía, pero sigue siendo un campo que se comporta como la peor de las ingenierías”, explica Eulalia Pérez Sedeño, que remarca que hay muy pocas catedráticas en las universidades españolas. “Se sigue teniendo la idea de que la filosofía es una actividad masculina por los estereotipos de la racionalidad, el pensamiento… Todavía parece que se nos niega la capacidad de pensar”.
Victoria Camps apunta que a pesar de que más mujeres se han incorporado a la filosofía, “entre los grandes nombres de hoy en día cuesta encontrar mujeres, quizás Martha C. Nussbaum”. Aunque también apunta que “cada vez más difícil encontrar filósofos que destaquen sobre el resto”, cosa que achaca en gran medida a la compartimentación y dispersión del pensamiento filosófico.
Coincide Rosa María Rodríguez Magda, que apunta que “a las mujeres se nos hace caer en una trampa. Se nos pregunta sobre nosotros mismas, pero después la reflexión sobre asuntos de mujeres y el feminismo no se considera ni siquiera parte de la filosofía”. También recuerda que “hay zonas consideradas más apropiadas para las mujeres, como la ética, que se acerca a los cuidados y la atención, y se considera que está cerca de los estereotipos femeninos. En este terreno es más fácil que se acepte la presencia de la mujer y que se la escuche que en otros como la epistemología o en la política”.
Luisa Posada Kubissa recuerda que no solo las mujeres se están incorporando a la filosofía, sino también pensadores no occidentales, por lo general olvidados en el canon y “que proporcionan perspectivas diferentes”.
Y hay también una evolución en los temas, como explica Eurídice Cabañes: ya no se habla de la filosofía desde un punto de vista meramente académico. “Si me hubieras preguntado hace cinco o diez años te hubiera dicho que no, que la filosofía se sigue viendo como el terreno de hombres muertos con bustos de mármol, pero creo que sí está cambiando”. En su opinión, la filosofía ya “se equipara más al pensamiento crítico” y se recurre a ella como una herramienta necesaria “a la hora de hablar de la tecnología y de reflexionar sobre los medios. Toda esa reflexión ha puesto la filosofía en la palestra como lo que es, una forma de pensar en la actualidad de forma crítica”. Y añade: “La filosofía se está abriendo y se está visibilizando como algo que puede ser actual. Espero que más gente se anime a estudiar y a pensar porque estamos en un momento en el que si no pensamos, mal nos va”.
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