“Señor @roberbodegas, el racismo no es humor nunca”. Así comenzaba el tuit de este domingo de Ververipen, asociación de romanís por la diversidad. Este tuit viene acompañado del fragmento de un monólogo del humorista Rober Bodegas en Comedy Central en el que cuenta chistes sobre gitanos. El mensaje de la asociación se ha compartido centenares de veces en un día, suscitando un nuevo debate en Twitter sobre los límites del humor.
Sr @roberbodegas el racismo no es humor nunca. Si usted y yo nos reírnos juntos está bien, sino, se burla de mi, si además esto se hace con un colectivo desfavorecido y que sufre exclusión reafirmando estereotipos y prejuicios históricos es usted un promotor de odio, no de humor. pic.twitter.com/OiU8wdgSJC
— Ververipen (@Ververipen) 25 de agosto de 2018
En este fragmento, Bodegas dice: “Es muy difícil ver chistes de gitanos en la tele y me parece bien. Ellos nos han pedido que no hagamos chistes y lo estamos cumpliendo. Nosotros hemos pedido que vivan acorde a nuestras normas sociales y ellos supongo que necesitan tiempo”. Además, cuenta algunos chistes sobre payos, como “esto es un payo que va conduciendo, lo para la Guardia Civil y tiene la ITV, el seguro, el coche es suyo…”.
Ante la repercusión de este vídeo, que llevaba más de un año colgado en la web de la cadena de televisión, Bodegas ha publicado en sus redes sociales un comunicado en el que pide disculpas “a todas las personas que se hayan sentido ofendidas”. También apunta que a él no le ofende “ningún chiste, ya ataque a mi procedencia, físico, valores o creencias, más allá de encontrarlo más o menos gracioso y/o certero”. Y añade: “Pero comprendo que no todo el mundo afronta el humor de la misma manera”. Finalmente, afirma haber recibido “más de cuatrocientas amenazas de muerte” y asegura que se han organizado “batidas para buscarme y servir venganza”.
En un tuit posterior, Ververipén ha agradecido la disculpa y la retirada del vídeo por parte de la cadena, además de condenar las amenazas de muerte “que no representan al millón de romanís que viven en España”.
Agradecemos esta reacción de disculpa y la retirada de ese vídeo.Condenamos las amenazas de muerte profesados por exaltados que no representan al millón de Romanís que viven en España. Siempre abiertos al diálogo y la conciliaciónhttps://t.co/gf4DlBhWab
— Ververipen (@Ververipen) 26 de agosto de 2018
En su página de Facebook, la asociación ha ampliado esta postura, apuntando que el monólogo ha servido como excusa para nuevos “mensajes cargados de odio y de racismo pidiendo el exterminio, la exclusión”. También añade que “no aceptamos ni el tono condescendiente que utiliza ni tampoco el que trate de colocar un bombón envenenado en su comunicado tratando de convertirse en la víctima”. En su mensaje se condena la burla hacia “personas que viven la marginalidad, la exclusión, la discapacidad, la pobreza y la intolerancia”, considerando que “ni es valiente, ni inteligente ni transgresor meterse con personas que no pueden defenderse”, sino que esto convierte a Bodegas “en un abusón”.
¿Por qué puede molestar tanto un chiste? ¿No es solo un chiste?
A menudo, los humoristas molestan. Casi siempre, porque hacen bien su trabajo: se ríen de políticos, se burlan de algunas de nuestras costumbres más estúpidas o subrayan el absurdo de la vida, que es brevísima y no tiene ningún sentido. Pero a veces hay gente se siente insultada y humillada. En ocasiones, con razón.
Según escriben Peter McGraw y Joel Warner en The Humor Code, el humor tiene que responder a lo que llaman benign violation (una agresión o violación benigna). Es decir, tiene que transgredir alguna norma social o alguna idea preestablecida, pero dejar claro al mismo tiempo que no se trata de una agresión real. El humor provoca cierta incomodidad, pero no inseguridad. Aunque parece que molesta, en realidad es inofensivo. Esta idea está emparentada con la teoría de la incongruencia: algo nos hace gracia cuando tiene un final inesperado.
Un ejemplo son los chistes sobre el hijo de la Tomasa, ese terrorista del ISIS de ascendencia cordobesa que nos amenazó a todos hace algo más de un año. Los chistes en Twitter a su costa cumplían de sobra estos requisitos: el humor sobre un atentado terrorista genera incomodidad, pero eran chistes sobre el terrorista y no sobre los hechos. Además, este humor negro también ayudaba a gestionar todas las emociones relacionadas con lo ocurrido.
"...y con esto termino mi amenaza a Al-Andalus y no olviden, si les gustó, denle like y suscribanse" pic.twitter.com/X3029OohQz
— Tuan (@____tuan) 23 de agosto de 2017
Obviamente, esto es más difícil de lo que parece: el chiste puede quedarse corto y no generar ninguna incomodidad o puede pasarse de largo y hacernos sentir solo incómodos. Por si todo esto fuera poco, lo que supone una “agresión benigna” puede cambiar para cada persona. El humor no tiene límites, pero nosotros podemos tenerlos. Algunas personas pueden sentirse demasiado incómodas con el humor negro como para que les resulte gracioso, por ejemplo. Eso no significa que el chiste “esté mal” o sea “inmoral”. Solo quiere decir que no todo el mundo tiene el mismo sentido del humor.
Una forma de asegurarnos de que no nos pasamos cuando contamos un chiste es saber que compartimos códigos con nuestra audiencia. Como escribe Christie Davies en Jokes and Targets, contar un chiste implica "la transgresión consciente de convenciones sociales sobre lo que se puede decir y lo que no se puede decir, pero se hace en el marco de una red de relaciones personales". Es posible que al terrorista del ISIS le ofendieran mucho nuestros chistes, pero nos dio exactamente igual. Los únicos códigos que nos interesaban en ese momento eran los nuestros.
Otra forma de jugar con esta sensación de incomodidad sin que haya una agresión real sucede cuando el humorista hace chistes sobre sí mismo, como ocurre con los chistes sobre judíos de cómicos judíos como Woody Allen. No deberíamos reírnos de los judíos (por ejemplo), pero en realidad Allen (o quien sea) se está riendo de sí mismo.
Todo esto no quiere decir que no se pueda criticar el humor. Se suele decir que el humor es ficción (y es verdad) y que recibe muchas más críticas que otros géneros (y también es cierto). El humor no debe tener límites en sus temas porque nos ayuda, por ejemplo y cómo veíamos, a enfrentarnos al horror de un atentado. Pero, como cualquier ficción, también puede ser intencional, puede servir para expresar opiniones y para transmitir ideas. Y, a veces, es una excusa para soltar cosas que solo pueden defenderse si uno añade después un “que es broma”.
La comedia puede ser conservadora aunque se disfrace de transgresora, como cuando se usa para diferenciar entre grupos y hablar del “otro” en chistes racistas y machistas, por ejemplo. Como escriben Lucy Greeves y el humorista Jimmy Carr en Only Joking, muchos chistes de este tipo no son transgresores y valientes, sino que “son inherentemente conservadores” y excluyentes. En lugar de ayudarnos a gestionar la diferencia, la legitiman y “perpetúan el statu quo”.
Hay malas novelas, malas películas y, también, malos chistes. Un mal chiste no debería ser ilegal o provocar amenazas de muerte. Pero tampoco tiene por qué ser intocable.
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