“Las tres muertes de mi padre”: del chaval de 17 años al periodista que investiga un atentado de ETA sin cerrar

Pablo Romero lleva a un podcast la investigación del asesinato de su padre en 1993, uno de los 400 casos de ETA sin resolver

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El periodista Pablo Romero tenía 17 años el 21 de junio de 1993. Él fue la última persona de su familia en ver a su padre con vida y el último en saber que había sido asesinado por ETA.

Romero narra esta historia en el primer capítulo de Las tres muertes de mi padre, un podcast de Cuonda que acaba de arrancar y que constará de cinco episodios. Lo hace entrevistando a su madre, que explica cómo vivió ese día y cómo le dio la noticia a su hijo. “Todo lo que me contó mi madre lo he escuchado a lo largo de estos 25 años, pero hasta ahora no habíamos hablado tan en profundidad sobre todo este proceso”, explica Romero a Verne.

El periodista ha pasado cinco años investigando el asesinato de su padre, el teniente coronel Juan Romero Alvárez, que fue una de las siete víctimas de un atentado de ETA con coche bomba en Madrid. Esta investigación llevó a que la Audiencia Nacional llamara a declarar al terrorista Jesús García Corporales y se abriera una nueva instrucción judicial.

Su trabajo arrancó en 2013, cuando leyó los 8 tomos del sumario y encontró una pista que reabrió el caso justo antes de que prescribiera. En 2016 publicó una serie de reportajes en El Español en los que narraba cómo había seguido recogiendo indicios que apuntaban a los integrantes del Comando Madrid como responsables del atentado. Ahora lleva esta historia a un podcast que le ha llevado otros ocho meses de trabajo y cuyo adelanto se escuchó en Twitter más de 20.000 veces.

Con el título quiere explicar que “los asesinados en atentados terroristas y en crímenes políticos suelen morir tres veces”. Primero, cuando los asesinan; segundo, cuando el crimen prescribe; tercero, cuando “se constata que en este país los afectados por terrorismo de cualquier tipo no le importan a nadie”. En especial, “a quienes les tiene que importar, a quienes lo explotan social y políticamente, que son los políticos”.

Su objetivo: saber qué ocurrió

Romero, que ahora trabaja en Público, subraya que el principal objetivo de su investigación era “saber qué pasó”, que es “lo único que me cierra la herida”. Esta lucha por mantener la memoria histórica será uno de los ejes de su podcast, en un momento en el que se habla de reconciliación y de pasar página: “Yo no puedo pasar página si no sé lo que ocurrió”, explica, y recuerda que hay unos 400 asesinatos de ETA sin resolver.

Pero también apunta no está “contando un caso exclusivamente de ETA”, sino que quiere explicar “cómo funciona un sistema”. ETA es “perfectamente sustituible por Grapo, por GAL, por dictadura franquista o por la guerra”. Es decir, “¿cómo le vas a pedir a una señora que vio cómo asesinaban a su padre en la Guerra Civil que que no remueva el pasado?”.

Romero cuenta que desde un principio se obligó “a judicializar la investigación”. Es decir, a atar tanto las pruebas hasta el punto de que se han incorporado al sumario del caso. Gracias a estos cinco años de trabajo -y con independencia de lo que decida la justicia-, Romero ya puede decir que sabe quiénes fueron las tres personas que mataron a su padre. “Cuando lo supe, no recuerdo ninguna reacción de ningún tipo. Ni buena ni mala”.

Expresa algo parecido cuando se le pregunta por García Corporales, a quien entrevistó antes de saber que era uno de los presuntos asesinos. El terrorista, que pasó 20 años en la cárcel y se apartó de la banda terrorista en 2009, negó no solo su participación en este atentado, sino también haber estado en Madrid, a pesar de que la propia policía lo sitúa en la ciudad en esas fechas.

“Los buenos no son tan buenos”

Romero no siempre sintió esta necesidad por saber lo ocurrido. Cuenta que pasó “20 años sin hacer nada. Me horrorizaba que la gente supiera que mi padre había muerto asesinado en un atentado de ETA. Y más siendo periodista", ya que no quería “estar condicionado por esta historia”. Pero “en un momento dado y sin premeditación, conseguí reabrir el caso”. Él no buscó esta historia, dice, sino que más bien la historia lo encontró a él.

Pero no fue un trabajo fácil: no solo tuvo que hacerlo por su cuenta, sino porque además se encontró con trabas que no esperaba. “Me vi realmente en la cloaca del poder”, una estructura que califica de “auténtica chapuza”. Algo que le parece muy grave teniendo en cuenta que la lucha contra el terrorismo ha condicionado las leyes y la propia democracia en las últimas décadas.

Hubo gente que le ayudó. De algunos, ni siquiera sabe su nombre real, a pesar de que escucharemos sus voces (camufladas) en otros episodios del podcast. Pero también le llegaron amenazas. “De todos lados, pero las que más sorprenden son las de gente que se supone que deberían ser los buenos”. Y añade: “En estas historias no hay buenos y malos. Los buenos no son tan buenos y los malos son unos hijos de puta”.

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