Un acalorado debate televisivo se trasladó a las redes sociales. La noche del miércoles en el programa Es la hora de opinar que conduce el periodista Leo Zuckermann, los politólogos Denise Dresser y Gibrán Ramírez debatían sobre el Poder Judicial en torno a la llamada cuarta transformación, un movimiento que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador.
A mitad de la conversación, Dresser cuestionó a Ramírez sobre su edad. “¿Cuántos años tenías en 1994?”, le dijo la escritora. “¿Ahora me vas a jovenear? ¿Hacia dónde va ese argumento?”, le respondió Ramírez. Dresser siguió cuestionando a su interlocutor respecto a su edad en 1994 y 1996, cuando “se dieron las grandes reformas de la transición que buscaron crear contrapesos contra el que nosotros peleamos cuando tú tenías 8 y 10 años”, dijo.
El video con un fragmento de este debate ha sido retuiteado más de 7.000 veces en las primeras 8 horas tras su publicación, mientras que Denise Dresser se volvió trending topic por la mañana del jueves y continuó siéndolo hacia la noche. Puedes ver el programa completo en este enlace.
Denise Dresser no soporta que @gibranrr le cuestione, no solo sus argumentos sino la autoridad simbólica que siempre ha creído tener por su doctorado en tiranetas. Es de pena.
— Аntonio Attolini 🌹 (@AntonioAttolini) December 13, 2018
Gibrán -quien, ademas,
es candidato a Doctor- responde, cuestiona y no se deja.pic.twitter.com/w4S6Sf4oVK
La tarde del jueves, la escritora publicó un tuit donde afirma que su intención no fue menospreciar a Ramírez por su edad.
Aclaración: He sido maestra universitaria durante 27 años, durante los cuales miles de jóvenes me han enseñado más de lo que yo sé. No descalifico a nadie por su edad. Sí cuestiono a quienes optan por desconocer/ignorar la historia de su país por conveniencia política. 🤷🏻♀️
— Denise Dresser (@DeniseDresserG) 13 de diciembre de 2018
Gibrán Ramírez Reyes (Ciudad de México, 1989) es maestro en Ciencia Política y ha sido propuesto por el Instituto Mexicano del Seguro Social para representar a México en la Conferencia Interamericana de Seguridad Social. Pero Ramírez es uno de muchos jóvenes que han sido cuestionados por su juventud. En Verne consultamos a varios jóvenes que han tenido problemas en el ámbito laboral por tener menos de 30 años.
Maidelin Villegas, 26 años, Ciudad de México
Soy médico general y me ha pasado varias veces que me menosprecien por mi edad. Me dicen cosas como “¿tú eres la doctora? te ves muy chiquita” o “se nota que no tiene mucho que te titulaste”. Siento que la gente espera ver un viejito canoso e incluso en ocasiones cuestionan los tratamientos que prescribo. Siento la gente desconfía de mis conocimientos, pero siempre les sonrió y les digo que soy “traga años” y listo.
Marco Asomoza, 30 años, Guadalajara
Hace 6 años comencé a trabajar para el Gobierno como director de enlace. Cuando recibí mi nombramiento tenía 24 años, y estaba recién salido de la Facultas de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. La mayoría de mis compañeros, jefes y subordinados eran más grandes que yo y eso siempre causaba conflictos. Para empezar, siempre cuestionaban los motivos de mi nombramiento y decían que tenía nula experiencia, a pesar de que ya había trabajado dos años en tribunales. Creo que muchos no le tienen confianza a las juventudes. Dicen que nos falta experiencia, pero al mismo tiempo no están dispuestos a dejar sus posiciones privilegiadas para que los más jóvenes aprendamos de nuestros errores, así como las viejas generaciones lo hicieron.
Oscar Augusto, 25 años, Guadalajara
Soy politólogo y pertenezco a la corriente de Wikipolítica. Estaba en un foro en la universidad y al momento de responder a la exposición de uno de los maestros, planteándole una visión sobre el tema del Movimiento estudiantil de 1968, me respondió que a mi no me había tocado vivir esas épocas y que las cosas no fueron como se dicen, que era mucho más complejo. Como el profesor era de esos académicos “respetables”, no le respondí nada y me quedé callado, me parecía normal y hasta lógico, con esta falsa idea del respeto que nos habían enseñado, pero después me puse a investigar más al respecto y vi que yo tenía razón, entre a un equipo de debate y al estudiar las falacias, me cayó el veinte de que me habían “joveneado”.
Anabela Puentes, 29 años, Torreón
Me han hecho menos por ser joven varias veces, pero una de las ocasiones que más se me quedó grabada en la memoria, fue cuando trabajé en una cámara empresarial. Todo el tiempo los empresarios me hacían sentir incómoda con comentarios como "yo creí que era la becaria" o cosas por el estilo cuando teníamos junta. Tampoco me hacían mucho caso cuando tenía que asesorarlos, mientras que a una compañera mía que es 20 años mayor siempre le hacían caso. Hoy soy maestra de preparatoria y una maestra se refirió a mí diciendo “creí que eras alumna”.
Daniel Torres, 31 años, Puebla
Trabajo en Biología molecular a nivel clínico. En los laboratorios donde he trabajado siempre hay una especie de lucha de poderes. Hace un año tuve que irme de un laboratorio privado por oponerme a realizar prácticas de muy dudosa calidad y lo que siempre ponían como traba es que “estaba muy chavo”. Ahora trabajo en el sector público, pero sigo teniendo problemas con algunas personas, básicamente, porque me siguen viendo menor.
María Fuentes, 27 años, Cuernavaca
Trabajo en el Gobierno haciendo labores de enlace con la ciudadanía. Los compañeros de trabajo, la mayoría hombres, usualmente desprecian mis aportaciones o mis puntos de vistas y se justifican diciendo que “soy muy joven para entender”. Como se trata de un cargo público, en ocasiones se tratan asuntos del pasado y siempre me dicen que yo qué voy a saber, si seguro no había nacido.
Vincent Mireles, 28 años, Ciudad de México
Actualmente me dedico a hacer incidencia para una organización internacional de defensoría de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Es común que por mi edad no se me reconozca como una persona con conocimientos en el tema, incluso antes de que pueda decir algo. Recurren a argumentos como “falta de experiencia" y el "trabajo realizado en años anteriores" que otros colaboradores, (principalmente hombres) han realizado. Desde los espacios en los que he podido colaborar he buscado luchar contra este tipo de estereotipos y afortunadamente suelo ganarme el respeto al momento de expresar mis opiniones y aportaciones.
Alejandro Lara, 28 años, Ciudad de México
Estudié pedagogía y cuando comencé a buscar trabajo muchas veces no me tomaron en cuenta por mi edad. El 90% de las veces eran personas mayores que me miraban por encima del hombro. Para rechazarme decían que me hacía falta experiencia, y en otras simplemente me decían que para "atender" a los niños se necesita "cierta" edad.
Andrea Reyes, 25 años, Monterrey
Trabajo en un despacho de diseño desde hace año y medio. Hace poco me ascendieron de puesto y soy directora creativa para varias marcas importantes. El problema es que mis compañeras de mayor edad siempre me tratan como si no supiera de lo que hablo. Que si yo era muy pequeña cuando habían lanzado una campaña de éxito o que son cosas que “los millennials no entienden”.
Tonatiuh Baltazar, 24 años, Guadalajara
Comencé a dar clases en la universidad desde los 22, en la misma institución donde egresé. Muchos profesores que fueron mis maestros, se convirtieron en mis compañeros. Siempre tuve alumnos dispuestos a colaborar con proyectos de investigación que yo mismo dirigía, en oposición a otros maestros, que batallaban mucho por su carácter o manías, que yo las conocía desde la óptica de alumno. Creo que fue la razón por la que siempre antepusieran mi edad para denostar mi trabajo académico. Lo chistoso es que al ingresar, jamás comentaba mi edad con los alumnos por temor a pérdida de la división práctica entre alumno y profesor, pero dos años después, ya lo comento y no pasa nada. Es algo que los profesores mayores me grabaron mucho, pero que realmente no es tan relevante en el trato diario si tu carácter no da pie a otro tipo de actitudes con los alumnos.
Napoleón Galván, 38 años, Guadalajara
Soy abogado y pero esto sucedió cuando tenía 25 años. Una amiga me recomendó con una mujer que estaba en proceso de divorcio, un procedimiento muy sencillo. Nos citamos en un café, me miraba de reojo mientras bebía. Al final de la consulta, me dijo que no me iba a dar su caso porque me veía “muy chavito” y sin experiencia. “Los abogados de mi esposo son muy mañosos y no quiero que me gane”, me dijo. Recuerdo mucho esta anécdota porque yo ya llevaba varios años ejerciendo en un bufete y no era ningún novato.
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