¿Estás harto de que tus amigos no te hagan ni caso en el bar? ¿O eres tú el que pasa demasiado tiempo mirando tu teléfono?
Los psicólogos le han puesto nombre a estos comportamientos: la nomofobia (no mobile phone phobia) es el miedo a irracional a no llevar el móvil encima y se llama phubbing a cuando alguien ignora lo que sucede a su entorno porque presta más atención a las nuevas tecnologías. Y el uso de internet en el móvil sigue en aumento: de media, le dedicamos dos horas y 27 minutos diarios y llegamos a sacarlo 150 veces al día. Para los jóvenes los datos sorprenden aún más: el 49% de entre 18 y 24 años hacen un uso aún más intensivo que supera las cuatro horas.
La buena noticia es que cada vez somos más conscientes de este uso excesivo, y hasta compulsivo. Así se explica la proliferación de aplicaciones móviles que, irónicamente, nos ayudan a utilizar menos el móvil; y también se entiende que nuestra relación con el smartphone sea un poco de amor-odio, como ha observado Amstel Index. La herramienta que mide el reconocimiento en redes sociales y lo expresa en una escala de 0 a 100 se ha encontrando en Twitter con un 51% de comentarios positivos sobre los dispositivos y un 49% de crítica.
Entre los comentarios negativos, más allá de la calidad de los teléfonos o la clásica queja del consumo de datos, Amstel Index ha visto que existe un enojo o mal estar por el mal uso que se hace de ellos. Y entre esos malos usos, aparece un ya recurrente debate: ¿es de mala educación utilizar el móvil en la mesa? Si estamos en un bar con amigos, ¿por qué tenemos el teléfono en la mano todo el tiempo? Ya no es solo para hacer fotos de la comida; es para chequear las notificaciones casi inconscientemente.
Bares sin conexión
En la conversación escuchada en redes sociales sobre bares, Amstel Index ha encontrado un 42% de menciones críticas al uso excesivo de los móviles en estos lugares. Aunque, precisamente, por ser una práctica tan normalizada en la sociedad, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, la herramienta también se ha dado cuenta de que la mayoría de esos comentarios no son tanto enfadados como sarcásticos. Los datos de Amstel Index irían en la línea de los estudios del instituto estadístico Pew Research, según los cuales, al menos en Estados Unidos, el 62% de los encuestados consideraban que no estaba bien sacar el móvil en un restaurante.
Los bares, los restaurantes, las quedadas con amigos o familia incluían antes toda una serie de prácticas, entretenimientos y ritos que parece que estamos olvidando armados con nuestros smartphones. Y ya no digamos si se trata de lugares con wifi, donde el móvil puede alcanzar aún más protagonismo. La tendencia que nos hace ser conscientes del uso compulsivo del móvil también nos lleva a pensar en qué dedicábamos antes esas más de dos horas al día que hoy pasamos atrapados en algoritmos y likes.
¿Qué hacíamos en los bares antes de la era del móvil?
En primer lugar: hablar. En directo, sin teléfono, chat o red social de por medio. Hablábamos y hablábamos delante de una caña. Sentados en la mesa o apostados en una barra. Lo seguimos haciendo, pero algunos pasan demasiado tiempo pendientes de la pantalla. Según los datos de Amstel Index, hablar es el segundo aspecto más mencionado en redes sociales en relación con los bares, con un 68% de reconocimiento.
Por delante de la conversación, curiosamente, está otro aparato tecnológico: la televisión. Ir al bar a ver fútbol, buscando el que tenga una buena televisión, es algo muy común. El 77% de los usuarios que mencionan la televisión en relación a bares la vinculan con fútbol, según Amstel Index.
En tercer lugar, entre las actividades preferidas que practicábamos más en los bares antes de los móviles están los juegos. De todo tipo: desde el dominó y las cartas al futbolín o el billar. Amstel Index ha observado que las menciones en redes sociales a estos últimos pasatiempos son minoritarias. Aunque, claro, los que más usan las redes sociales no son los que más juegan al dominó. Amstel Index sí ha encontrado referencias a otros juegos, aunque en ese caso se trata de bares que han basado su concepto de local en el juego en sí. Son lugares que tienen una amplia colección de juegos de mesa o quizá, incluso, de videojuegos.
En definitiva, hablar o jugar en frente a una caña aún es una opción. Se pueden dejar las apps de juegos y el WhastApp para después.
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