El presidente de Indonesia, Joko Widodo, ha anunciado que en 2020 comenzará a construir una nueva capital en el este de la isla de Borneo. El proyecto costará más de 29.000 millones de euros y está dirigido a aliviar los problemas de superpoblación y contaminación de la capital actual, Yakarta.
Aunque nos pueda parecer una idea peculiar, lo cierto es que a lo largo de la historia hemos visto decisiones y cambios similares. Las capitales suelen estar donde se situaba la corte del rey y a menudo se acababa concentrando también el poder económico, pero no siempre ha ocurrido así. A veces, las capitales se han construido de cero o se ha optado por emplazamientos menos conflictivos que las opciones en apariencia más obvias.
Veamos algunos ejemplos, en orden cronológico inverso:
1. Nigeria, Abuya. La ciudad de Abuya comenzó a construirse en los años 80, destinada a ser capital del país en 1991, en sustitución de Lagos, que lo era desde su independencia en 1960. Abuya se encuentra en el centro de un país dividido entre musulmanes (norte) y cristianos (sur, donde se encuentra Lagos). Además de eso, la antigua capital ya tenía problemas de superpoblación: hoy en día cuenta con más de 21 millones de habitantes.
2. Brasil, Brasilia. La ciudad se fundó en 1960, cuatro años después de haber sido planificada y desarrollada como capital del país, que hasta entonces era Río de Janeiro. El concurso para construir la ciudad lo ganó el urbanista Lucio Costa y Oscar Niemeyer diseñó sus edificios más destacados. Allí viven unos tres millones de personas. Es la tercera ciudad más poblada del país, tras Sao Paulo y Rio de Janeiro.
3. Turquía, Ankara. Cuando se fundó la República de Turquía, en 1923, Ankara era una pequeña ciudad de 15.000 habitantes. Desde entonces es la capital del país y actualmente es la segunda ciudad más poblada del país, con unos 5,5 millones de personas. Después de la I Guerra Mundial, la ciudad había sido el centro del movimiento de resistencia de Mustafa Kemal Atatürk, líder nacionalista turco que fundó la república oponiéndose al Gobierno del sultán otomano y a las tropas occidentales.
4. Australia, Canberra. En el siglo XIX, Canberra era apenas un pequeño poblado de ganaderos. En 1908, siete años después de la independencia del país, se escogió este emplazamiento para levantar la que sería la capital del país. El Parlamento, que hasta entonces estaba en Melbourne, inauguró su nueva sede en la capital en 1927. Aunque Sídney y Melbourne eran las ciudades más importantes del país, se decidió que era mejor que la capital no estuviera cerca de la costa, para evitar bombardeos desde el mar. Según recoge National Geographic, también influyó el clima: Canberra no es tan calurosa como las otras dos urbes.
5. Estados Unidos, Washington. El país proclamó su independencia en 1776 y celebró sus primeras elecciones en 1789, que ganó George Washington. En 1790 y tras años de negociaciones, se decidió cuál sería su capital: un territorio cedido por Maryland y Virginia que se llamó Distrito de Columbia, en honor a Colón. La ciudad que se construyó dentro de este territorio recibió el nombre del propio Washington. El Congreso se movió de Philadelphia a la capital en 1800. Para entonces estaba construida gran parte de los edificios gubernamentales. El plano de la ciudad con 12 avenidas se inspiró en el de Aranjuez.
6. Rusia, San Petersburgo. A principios del siglo XVII, el zar Pedro el Grande conquistó una fortaleza sueca llamada Nyenskans y construyó San Petersburgo, con el diseño de los mejores arquitectos e ingenieros de Europa, y con el objetivo de que el país contara con salida al mar. También contó con el trabajo forzado de campesinos, miles de los cuales murieron por culpa este trabajo, como explica Tomek Jankowski en su libro Eastern Europe. El zar trasladó la capital desde Moscú en 1712. En 1918 y tras la Revolución Rusa, Moscú volvió a ser la capital del país.
7. España, Madrid. Felipe II trasladó la corte de Toledo a Madrid en 1561, cuando la ciudad contaba con 20.000 habitantes y la corte aún era itinerante, con periodos en Toledo y en Valladolid, por ejemplo. Hay varias razones que justifican este traslado: su situación céntrica en comparación con otras candidatas como Barcelona o Sevilla, y la ausencia de un arzobispado fuerte y de grandes linajes nobles que pudieran hacer sombra al rey.
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