A principios del siglo XX, antes de que el alpinismo se popularizara, subir montañas era algo minoritario. De locos. Sin embargo, esos locos podían ascender a las cumbres más altas de España, como el Teide y sus 3.718 metros o el Mulhacen con sus 3.487 metros, y enviar desde la cima una carta a cualquier parte del mundo. Desde 1913, varios clubes de alpinismo y el servicio de correos instalaron buzones en algunas de las cumbres más altas del país para que los escasos montañeros que las alcanzaran pudieran dar cuenta de sus hazañas. Aunque esos buzones ya no prestan servicio postal, muchos de ellos siguen utilizándose.
Al igual que los turistas actuales dejan constancia de sus viajes con fotos o postales, a principios del siglo XIX los turistas que ascendían a las montañas lo atestiguaban dejando en sus cimas tarjetas de visita, trozos de papel o pergaminos. Estos, con el tiempo, dieron lugar a la aparición de los buzones de cumbre.
En su libro Libros de cima, una historia de pasión y conquista, el escalador Oscar Masó recoge la historia de estos buzones, que comenzaron usándose de forma espontánea y acabaron por convertirse en una tradición montañera. Solo en la provincia de Álava, una de las que más arraigada está costumbre, hay más de 300 cimas que todavía conservan y mantienen un buzón de cumbre.
Aunque los libros de cima –registros en formato libro protegidos en cajas de latón– comenzaron a utilizarse en España y Francia en el siglo XIX, el primer buzón de cumbre del que se tiene constancia en España se instaló en 1912 en el Ameal de Pablo (2.485m), en la Sierra de Gredos. Masó recoge en su obra un fragmento del libro Alpinismo Español (1914), que explica el funcionamiento de este buzón: "Anualmente, [el sindicato de El Barco de Ávila, pueblo desde donde se asciende al Ameal] saca la correspondencia y publica en periódicos deportivos los nombres de los deportistas que hasta el buzón llegaron, y les envían un carnet". La idea fue un éxito y convirtió al pueblo desde donde se asciende a la montaña en "objetivo turístico" para los montañeros.
Cinco años después, la Real Sociedad Alpina Peñalara (RSEA Peñalara) difundió esta costumbre por las cimas más altas del país. "En Francia y en algunas cimas españolas ya se utilizaban libros y buzones de cumbres, así que decidieron darle difusión", cuenta por teléfono a Verne Carlos Muñoz, socio de RSEA Peñalara desde hace más de 50 años. José Francos Rodríguez, socio honorífico de Peñalara y por aquel entonces director general de Correos y Telégrafos de España (y posteriormente Alcalde de Madrid), donó a los alpinistas los buzones que colocaron en algunas de las cumbres más representativas de todo el país: Teide, Mulhacén, Torre Cerredo de Picos de Europa, Almanzor y, cómo no, Peñalara.
Cada cierto tiempo, los miembros de la sociedad subían hasta los buzones y bajaban su contenido. En caso de que el documento depositado fuera una postal o incluyera dirección, se enviaban al destinatario. Además, la Revista Peñalara publicaba todo lo que aparecía en esos documentos. "Hay algunos que se limitaban a poner su nombre y apellidos, pero también los hay muy curiosos", cuenta Muñoz. "El que tenía dotes hacía un dibujito, hay quien aprovechaba para reflexionar...".
Esto son fragmentos de algunas de las notas dejadas en los buzones de la RSEA Peñalara entre 1918 y 1919, extraídos de la hemeroteca de su revista:
- "Encontramos el buzón abierto y lleno de nieve y hielo. Hace un frío atroz. Las manos, heladas, impiden la continuación de esta carta". 20 de octubre de 1918. Teodoro Mayer y Arno Teichmann, buzón de Cabezas de Hierro (Madrid).
- "¡Inocentada completa!". 28 de diciembre de 1918. Francisco Bustelo y Ricardo Urgoiti, buzón de Peñalara (Madrid).
- "Bien quisiera saber yo lo que buscan muchos españoles en Suiza, si tienen Suiza dentro de casa: los Pirineos, Sierra Nevada, Guadarrama. Ningún sol en el mundo hace resplandecer los colores del paisaje como el de España. ¡Viva España, a la que Dios ha dado tanta belleza!". 22 de junio de 1919. Firmada como "Un extranjero admirador de este hermosísimo país". Buzón de Peñalara.
- "Gracias a Dios que llegamos al risco del Almanzor, con muchos trabajos por causa de la nieve. Dios nos dé mucha salud a todos los que suban aquí. Yo soy de Horcajo de la Rivera y me llamo Damián Pastor Venero". 18 de julio de 1919. Buzón del Almanzor.
- "Así termina bien el año 1917". 31 de diciembre de 1917. Ricardo Franck y Enrique Knierim. Buzón de Peñalara.
Los buzones en el presente
De los buzones que instaló la RSEA Peñalara a principios de siglo por todo el país no se conserva ninguno. "El vandalismo ha hecho que todos aquellos buzones acabaran arrancados o robados", cuenta Muñoz. "En la sierra de Guadarrama, actualmente, solo hay uno en funcionamiento, el del Cerro de San Pedro". Sin embargo, la costumbre se ha mantenido en el resto del país: casi todos los sistemas montañosos cuentan con, al menos, un buzón de cumbre, que gestionan los clubes alpinos de la región.
Donde más viva se mantiene esta costumbre es en el País Vasco, donde se mantienen centenares de buzones y siguen instalándose nuevos y muy pintorescos. Masó enumera algunos con forma de "cohete, jabalí [setas], una botella con un porrón, hachas cortando un tronco, cruces, turbocompresores, molinos de viento, cohetes...". Curiosamente, en esta comunidad los buzones comenzaron a instalarse como parte de una competición que consistía en ascender 15 cimas en 15 meses. Para dar fe de esas ascensiones, comenzaron a colocar buzones en 1915.
Actualmente, el destino de las cartas o tarjetas que se dejan en los buzones de cumbres varía según el buzón o la zona. En algunos casos, son recogidos por los clubes de montañistas que los colocaron para conservarlos y crear un registros de ascensos. En otros, sigue siendo una forma –lenta– de cartearse. Como las antiguas secciones de amigos por correspondencia de las revistas, pero para montañeros. Muchos montañeros –sobre todo en la zona norte de España– recogen los mensajes de los buzones y, si han dejado una dirección, los devuelven a sus propietarios acompañados de una carta o postal de respuesta.
Para comodidad de los montañeros, muchos buzones tienen en su interior una libreta y un bolígrafo para que no sea necesario ascender con ellos. Si estás rápido, puedes ver el contenido de una de estas libretas –del buzón del Pico San Bernardo, en la Sierra de Callosa de Segura, Alicante– en las stories de Verne en Instagram.
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