Los jóvenes son los más receptivos a las formas nuevas del lenguaje. Experimentan y se apartan de la lengua estándar. No todas las innovaciones cuajan: algunas son modas pasajeras o no pasan de ciertos entornos, mientras que otras llegan a los manuales de gramática y a los diccionarios.
Resulta imposible predecir qué modas lingüísticas acabarán consolidándose, pero si uno quisiera apostar, podría fijarse en los cambios que prefieren los líderes lingüísticos de cada grupo social. Que suelen ser mujeres.
Se trata de un hallazgo generalizado en sociolingüística, ya desde los estudios de William Labov, que en 1990 publicó un estudio en el que mostraba que las mujeres lideran el 90% del cambio lingüístico. El dato, que tiene antecedentes en estudios de dialectología de mediados del siglo pasado, lo recoge Gretchen McCulloch en su libro Because Internet, donde añade que es algo tan sabido entre los lingüistas que estudian este tema que les resulta “prácticamente aburrido” a los especialistas. Esta tendencia se ha ido confirmando en otros idiomas, periodos y regiones.
McCulloch cita otro estudio: Terttu Nevalainen y Helena Raumolin-Brunberg, de la Universidad de Helsinki, examinaron en 1993 unas 6.000 cartas personales escritas en inglés entre 1417 y 1681, y hallaron que las mujeres introducían cambios en su forma de escribir antes que los hombres, como sustituir el “ye” por el actual “you”. En inglés y en la actualidad, por ejemplo, ocurre con la entonación de las frases que termina al alza, un cambio introducido por mujeres.
También ocurre en español. Isabel Molina Martos, catedrática de la Universidad de Alcalá, apunta a Verne un ejemplo: la introducción de “¿sabes?” al final de algunas frases como una moda reciente introducida primero por mujeres. La lingüista, que publicó un estudio dedicado a este apéndice interrogativo, explica que este “¿sabes?” era más frecuente al principio en las mujeres, hasta que los hombres pasaron también a usarlo, ¿sabes?
Según escribe la lingüista Pilar García Mouton en un artículo publicado en la web del CSIC, las mujeres que actúan como “líderes lingüísticas” suelen ser “de clase media, no necesariamente jóvenes”. Se caracterizan por estar en contacto con personas de diferentes clases sociales y generaciones, lo que las ayuda a convertirse en “excepcionales agentes de difusión del cambio”. No se trata tanto de que inventen nuevos giros (que también), sino que identifican mejor hacia dónde se dirige el cambio lingüístico.
Más respetuosas con la norma
Aunque suene paradójico, otro de los hallazgos habituales en lengua es que las mujeres siguen más la norma lingüística que los hombres. Hablan y escriben con mayor corrección.
Entonces, ¿por qué incorporan innovaciones que se alejan de lo que suelen recomendar profesores y académicos? Como explica Molina Martos, “las mujeres se ajustan más a las formas que tienen prestigio en su comunidad de habla: a veces coinciden con la norma y otras veces no”.
En este sentido, Molina Martos pone el ejemplo del laísmo, “que no es normativo y es más frecuente en mujeres que en hombres (aunque estos también lo van incorporando)”. Hay que tener en cuenta que “todos los cambios lingüísticos en sus inicios no se corresponden con formas normativas pero pueden acabar aceptándose, como ha sucedido con el leísmo de persona, que hoy día está aceptado por la RAE, pero inicialmente no se aceptaba”.
De un modo parecido, las mujeres no suelen liderar cambios relacionados con la fonética, como podría ser la elisión de la de intervocálica (comprao por comprado). Estos cambios no suelen considerarse prestigiosos, ya que acostumbran a interpretarse como un rasgo de habla descuidada.
¿Por qué las mujeres?
Otra dificultad para los lingüistas es saber por qué las mujeres lideran estos cambios lingüísticos. Se han presentado varias explicaciones: por ejemplo, se ha propuesto que ellas podrían prestar más atención al lenguaje para compensar el desequilibrio aún existente en poder social y económico. El uso de la lengua sería una forma de indicar estatus.
También se ha apuntado el hecho de que las mujeres aún siguen mayoritariamente a cargo de los hijos, no solo en el hogar, sino a menudo en la escuela. Esto explicaría que las mujeres lideren el cambio y que los hombres sigan una generación más tarde. Como escribe McCulloch, “las mujeres aprenden la lengua de sus iguales, los hombres de sus madres”.
No es una idea nueva: en un artículo publicado en la web del CSIC, la lingüista Pilar García Mouton cita el Tesoro de la Lengua Castellana o Española, de Santiago Covarrubias. Publicado en 1611, el texto ya recoge “este protagonismo femenino en la enseñanza de la lengua y de sus usos sociales”, con ejemplos de palabras que las madres enseñan a sus hijos. Mouton señala además la importancia que cada vez tienen más los abuelos en el cuidado de los niños y cómo las abuelas adoptan expresiones de sus nietos al interactuar con ellos, en un proceso de retroalimentación y refuerzo.
Es probable que se trate de una mezcla de varios factores. Molina Martos recuerda que “hay mucha discusión acerca de las causas”. Tampoco podemos saber si se mantendrá en el futuro: “Las jóvenes actuales hablan de manera distinta -dice Molina Martos-. Estamos ante el cambio generacional más grande en la historia de las mujeres”. La forma de interpretar la norma y sus cambios puede ser muy diferente a como era hasta ahora.
De dónde vienen las innovaciones en lengua
Los cambios lingüísticos pueden venir de cualquier ámbito o clase, explica a Verne Isabel Molina Martos, catedrática de la Universidad de Alcalá. No intentamos hablar siempre como las élites: depende del momento y del contexto. “Por ejemplo, en los años 70 hubo muchos cambios sociales que influyeron en la lengua". En especial, la incorporación del habla cheli, de coloquialismos, de términos del caló…", como chungo y molar. "También fue el momento en el que en Madrid prosperó la aspiración de la ese como en ejque… Estas modas procedían de las clases populares, no de las élites”.
Molina Martos explica que en la universidad están estudiando en la actualidad la influencia de la inmigración, sobre todo de los hispanohablantes. Lo habitual en migraciones, explica, es que los recién llegados “hagan el mayor esfuerzo de adaptación e incorporen formas autóctonas”. Pero también hay algunas influencias en dirección contraria. “Los españoles tenemos conciencia de que los hispanoamericanos son más corteses y tienen una entonación más suave. Ellos nos ven más bruscos”. Eso sí, aún es pronto para saber en qué se traducirá esto y si, de nuevo, serán las mujeres quienes lideren los cambios.
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