La palabra impeachment protagoniza titulares después de que haya arrancado el proceso de destitución de Donald Trump. Y tiene pinta de que será así durante un tiempo. La palabra inglesa también se usa en conversaciones, tertulias y tuits. ¿Deberíamos traducirla?
La RAE recomienda no usar un término extranjero si existe un equivalente en español que se emplee habitualmente. Por ejemplo, abstract (para la que está resumen) o back-up (copia de seguridad).
Y cuando en Fundéu llega una consulta sobre una palabra extranjera, lo primero que se hace es buscar una opción en español, como explica a Verne Javier Bezos, lingüista de la entidad. “En algunos casos, la alternativa es clara, como ocurre con impeachment”. En su artículo sobre esta palabra, la fundación recomienda “proceso de destitución”, entre otras variantes. Es la que se puede leer en los textos de las noticias sobre el impeachment de Trump, aunque también se use la palabra inglesa.
Álex Grijelmo, director de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS, es responsable de la primera edición del Libro de estilo de EL PAÍS que se comercializó en librerías (1990). Recuerda que, en lo que se refiere al uso de la palabra en el periódico, este manual “señala que por regla general, no deben utilizarse palabras de lenguas distintas a aquella en la que se escribe, mientras existan otras sinónimas en ese idioma”. Hay excepciones, como "chat", pero impeachment no es una de ellas.
En Estados Unidos, sigue Grijelmo, el término “ha adquirido el valor de procesamiento del presidente, pero en el contexto en que lo usamos en los periódicos bastaría con decir imputación, puesto que ya se cuenta en la noticia que se trata de Trump”. En cualquier caso, añade, “es imperdonable escribir ese término sin explicarlo”.
¿Es más claro "proceso de destitución" que impeachment?
La Mesa de Edición de EL PAÍS apunta que se los términos extranjeros se traducen siempre que sea posible, pero en ocasiones resulta difícil encontrar un equivalente exacto y breve que se pueda usar en un titular. Eso sí, en el caso de impeachment, la palabra se explica en el subtítulo o en el primer párrafo.
Las particularidades del término hacen que el Diccionario Jurídico de la propia RAE lo incluya para hablar del "procedimiento que permite en los sistemas anglosajones la imputación criminal y procesamiento de altos cargos". Aunque la entidad también recomienda traducir la palabra.
La voz «impeachment» se usa como equivalente de «proceso de destitución» o «procedimiento de destitución», expresiones que se recomienda emplear en su lugar en español. pic.twitter.com/M7I15qiJ1p
— RAE (@RAEinforma) September 25, 2019
El uso es un factor importante. No es que se hable mucho del impeachment de Trump en los bares, pero es probable que se hable menos de su “proceso de destitución”. Hace 21 años la palabra ya copó titulares en todos los medios cuando se inició el mismo procedimiento con Bill Clinton. En 2015 lo usaron los propios medios brasileños cuando ocurrió con la entonces presidenta Dilma Rousseff.
De hecho, en algunos casos, la traducción puede confundir más al lector que el término en inglés. Fundéu también recomienda el uso de "etiqueta" en lugar de hashtag, pero un titular en el que se hable de la popularidad de “una etiqueta de Twitter” es menos claro que si se usa hashtag, que es más específico del medio. Otra cosa es que, igual que con “proceso de destitución”, se use la palabra española en el cuerpo del texto.
¿Cuándo podemos usar las palabras en otros idiomas?
Poder, por supuesto, podemos siempre. Como hemos comentado en más de una ocasión, la policía de la RAE no nos va a multar si usamos palabras de otras lenguas. Es más, la entidad no tiene nada contra los términos de origen extranjero: “Todos los idiomas se han enriquecido a lo largo de su historia con aportaciones léxicas procedentes de lenguas diversas”, dice en su web. Aunque también advierte de que su incorporación debería responder “en lo posible a nuevas necesidades expresivas”.
Bezos, de Fundéu, pone un ejemplo de estas nuevas necesidades expresivas: hace más de 150 años se empezó a jugar a fútbol. Cuando este deporte llegó a España, se trataba de algo completamente nuevo, por lo que no podía existir una palabra en español para denominarlo. Se adoptó el término inglés, en este caso adaptando la ortografía de football a fútbol. Ha pasado algo parecido más recientemente con palabras como airbag y tuit, por ejemplo.
Bezos recuerda que en el caso del fútbol se intentó otra alternativa, balompié, un calco que, aunque no está muerto del todo, no llegó a arraigar. Otros sí han acabado cuajando, como “rascacielos” (de skyscrapper).
Hay casos más ambiguos, como selfi, con ortografía también adaptada al español y recomendada por la entidad. Bezos apunta que se podría haber propuesto autorretrato, pero es un término normalmente usado en el ámbito del arte. “Selfi aporta algo más”. Con "selfi" sabemos que estamos hablando de fotos tomadas con el móvil y no de Rembrandt. Otra propuesta anterior, autofoto, no tuvo mucho éxito, como también se acabaron olvidando "cibermensaje" (email o correo electrónico), "bitácora" (blog) y "cederrón" (CD-ROM), entre otras.
#RAEconsultas Como equivalente del anglicismo «selfie» se recomienda usar en español el término «autofoto».
— RAE (@RAEinforma) March 4, 2014
¿Hay más extranjerismos que antes?
No siempre hemos importado anglicismos. En español hay multitud de palabras procedentes de otros idiomas que pasamos por alto. ¿Es más notoria la influencia que tiene el inglés en la actualidad que la que tuvo hace décadas (y siglos) el francés?
Bezos, de Fundéu, advierte de que no dispone de datos ni estudios al respecto, pero añade: “Mi intuición es que no hay más anglicismos que galicismos”. La diferencia es que “ya no los vemos”.
Pone como ejemplo la palabra opcional, incorrecta para muchos porque se trataría de un anglicismo. Pero la alternativa que se propone, optativo, en realidad es un galicismo. La palabra española de pura cepa sería facultativo. Su uso, por suerte, es facultativo.
Ocurre algo parecido con testar, para la que algunos proponen, entre otras, controlar. Pero control es una palabra “que hace 70 años no existía” y que llegó al español vía francés e inglés. La opción “española” sería supervisar o vigilar.
Otras palabras importadas del francés como amateur, beige, bricolaje, chófer, consomé. debut, peluche y restaurante pasan hoy en día desapercibidas en el diccionario de la RAE. También anglicismos como esnob y jazz.
¿Es posible que impeachment llegue al diccionario, igual que walkman? Es posible, apunta Bezos, siempre que se use más que las alternativas, arrinconándolas, y lo haga durante un tiempo prolongado.
Grijelmo no es partidario de la inclusión de algunos de estos extranjerismos recientes en el periódico: “Debemos considerar también la capacidad de las palabras para crear belleza y, por tanto, producir un placer al lector. Hay palabras que atraen y palabras que generan rechazo. Quizás por eso la poesía no suele llenarse de anglicismos”.
El español, como cualquier idioma, lleva siglos robando palabras a otras lenguas, y no hay nada parecido a un español “puro”, podado de las influencias del árabe, del gótico, del francés, del italiano, del catalán, del euskera, del gallego, del inglés...
De hecho, nuestro idioma también ha exportado palabras como mosquito, guerrilla, embargo, adobe, bodega, sangría… Y siesta. Y tampoco son todas tan especiales. Siesta, según Merriam Webster, solo es una “afternoon nap or rest”, es decir, un sueño breve (nap) que se hace por las tardes. ¿Por qué iban a usar los ingleses “siesta”, pudiendo hablar en inglés “de verdad” y decir afternoon nap?
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