'Midsommar', 'It', 'Tiburón'... Películas que forjaron nuestros terrores veraniegos

Algunos directores cambiaron los castillos góticos y las mansiones abandonadas por escenarios idílicos a pleno sol

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Fotograma de Midsommar
Fotograma de Midsommar

Es normal que asociemos el cine de terror con estéticas lóbregas, castillos góticos, mansiones abandonadas o psiquiátricos malditos: lugares inhóspitos en los que no es agradable estar, pero mucho menos morir en ellos. Sin embargo, numerosas películas han demostrado que el miedo también aguarda en lugares idílicos y en momentos en que lo pasamos bien. Ahora que el verano se ha abalanzado sobre un año sin primavera, aprovechamos para repasar títulos que, como Tiburón o Midsommar, ampliaron las zonas en las que sentirnos inseguros [la noticia contiene spoilers].

La playa: Tiburón (1975)

A menudo se habla de Tiburón como la película que hizo por las playas lo que Psicosis (1960) por las duchas de hotel, y no falta verdad en el comentario. Si el film de Hitchcock aprovechaba la vulnerabilidad de un momento íntimo, en el que estamos completamente desnudos y las cortinas nos impiden ver las amenazas, el de Spielberg lograba lo mismo con el mar, donde también experimentamos cierta desnudez y nuestras posibilidades de escapar son limitadas.

Spielberg utilizaba planos subjetivos para mostrarnos lo que nosotros no podemos ver, enseñándonos la imprevisibilidad de la muerte y la lotería cruel de la lógica animal con planos de piernas en movimiento y una sintonía inolvidable de John Williams. Si además incluimos a un plausible alcalde que muestra que la seguridad está por detrás del negocio, nuestra sensación de paranoia se multiplica.

El director ya exploró la idea de convertir un lugar público y cotidiano en algo amenazante en El diablo sobre ruedas (1971), en la que la carretera era el mar y un camión, el depredador. Al ambientar ambas películas a plena luz del día, Spielberg es consciente de que se acerca mucho más a la cotidianidad de los espectadores, y esta lección llegó a calar en el resto de cine de terror, especialmente en los años 70.

El paso a la adolescencia: IT (2017)

La novela IT, de Stephen King, es famosa por utilizar a un payaso asesino como elemento escalofriante. Lo fácil, pues, habría sido situar sus correrías en un periodo oscuro, cercano a Halloween. Pero lo que lo hace verdaderamente aterrador es que ocurre en pleno verano.

Es muy probable que tú también hayas experimentado unas vacaciones de ensueño, amigos y momentos para el recuerdo. Como, quizá, el primer amor. Ese recuerdo nostálgico logra que, por unos momentos, aparquemos lo malo y lo traumático de la adolescencia y de aquellos veranos. Pero los niños de Derry, al moverse por un pueblo soleado sin supervisión adulta, se vuelven vulnerables a los ataques de leprosos, payasos en las alcantarillas y casas encantadas. Pero también a los abusadores, los pederastas y los padres abusivos. Es como si en Verano Azul hubiera suelto un monstruo

Muchas escenas de la película funcionan en plena claridad porque su director Andy Muschietti sabe, gracias a películas como Halloween (1978), que un asesino acechante entre los setos perfectamente recortados y las calles tranquilas de los suburbios puede ser más terrorífico.

Las fiestas del pueblo: Midsommar (2019)

En esta película, una pareja estadounidense acude con unos amigos al Midsommar, unas fiestas rituales que se celebran cada 90 años por el solsticio de verano en una aldea remota de Suecia. Una vez allí, los protagonistas descubren horrorizados que las tradiciones son bastante más extremas de lo que pensaban (incluyen suicidios rituales y torturas varias) y que han sido llevados hasta allí a propósito para convertirse en víctimas de tales tradiciones.

Su director, Ari Aster, lleva el horror a la luz del día a su extremo ubicando la acción en un lugar del mundo y en una época donde casi siempre es de día y las noches apenas existen. Del mismo modo, la estética floreada y luminosa subraya el contraste con los episodios terroríficos que van descubriendo los protagonistas. Podríamos encontrar un antecedente en El hombre de mimbre (1973), en la que un sargento de policía recibe una carta anónima para que investigue la desaparición de una niña en una isla que también celebra un particular festival de la cosecha.

Pero Midsommar no solo trata sobre las terroríficas costumbres locales, sino también sobre el horror en que pueden convertirse unas vacaciones con tus amigos y con tu pareja cuando estáis en un mal momento. Hay pocas cosas peores que sentirse atrapado con un grupo de conocidos que no hacen otra cosa que quejarse por todo, hacer planes infames y tener la perspectiva de toda una semana (o más) por delante sin escapatoria. Eso es aterrador y puede convertir una hermosa ubicación de cuento de hadas en algo escalofriante.

Los campamentos de verano: Viernes 13 (1980)

Probablemente el campamento de verano más terrorífico de la historia no sea el de Crystal Lake sino el "Kampamento Krusty" del primer episodio de la cuarta temporada de Los Simpson. En aquel episodio Bart era enviado a un campamento que resultaba ser una estafa, y reflejaba muy bien lo que podía suceder cuando tus padres te mandaban a un lugar sin saber muy bien lo que hacían. Es más que probable que hayas vivido algo así. Sin embargo, los campamentos de verano se han convertido en sinónimo de terror a partir de la película Viernes 13.

Estos lugares no solo servían para cantar canciones a la guitarra en torno a una hoguera, sino que también se convertían en escenario en el que los jóvenes que aún no se habían independizado disponían de un lugar donde mantener sus primeras relaciones sexuales. Pero a partir de 1980 el cine los replanteó como sitios en los que los adolescentes podían ser castigados por esos "pecados" carnales. Más allá del miedo en un lugar idílico, esta película también se nutre de la vulnerabilidad y la culpabilidad de las primeras experiencias sexuales, que ya, de por sí, son más frecuentes en época estival.

Las carreteras secundarias: La matanza de Texas (1974)

Perderse en la infinitud de las carreteras del medio rural es algo clásico en vacaciones. También puede serlo que el coche te deje tirado en medio de la nada y te veas obligado a pedir ayuda a desconocidos. Que todo esto ocurra en Estados Unidos, probablemente signifique perderse en pleno desierto: el sol constante en el cogote, el riesgo de un golpe de calor, el sudor, las moscas pegajosas que zumban y el asfalto caliente. Esa opresión tan propia de estar varado en ninguna parte se refleja en la película de Tobe Hooper, que sustituyó a los vampiros de castillos lúgubres por matarifes en casas del sur.

Quizá el momento más terrorífico del film se produce cuando Pam se dirige hacia la temida casa Sawyer en busca de su novio. Sin el contexto que tiene el espectador, la escena es incluso bonita, con un cielo azul brillante con nubes de algodón, pero al saber los peligros que le esperan a la joven, la luz del día se convierte en una señal de peligro inminente.

Un guiri en tierra extraña: ¿Quién puede Matar a un niño? (1976)

Se ha escrito mucho sobre la capacidad de Chicho Ibáñez Serrador para convertir la infancia en algo amenazador y espeluznante, subvertir la inocencia y confrontarla con el sentimiento de terror que puede causar un niño. Pero en su película ¿Quién puede matar a un niño? también usaba de forma muy inteligente el poder de la luz del día y el reflejo cálido de las casas blancas de la costa mediterránea. Como Tobe Hooper, era consciente de que a la luz del día tendemos a ser menos paranoicos, pero también más vulnerables.

En parte como Midsommar y La matanza de Texas, Chicho juega con el choque cultural del urbanita en el medio rural. Pero, además, el contraste resulta mayor al situar a una culta y sofisticada pareja anglosajona en medio de un pueblo español que arrastra aún las miserias del abandono en la dictadura. El aislamiento de la zona se convierte en una trampa, en una sensación que probablemente haya experimentado quien haya hecho turismo rural. Stephen King lo utilizaría de nuevo en Los chicos del maíz.

Planes de parejas: "La balsa", de Creepshow 2 (1987)

Aunque no sea una película tan conocida como Posesión Infernal (1982), en la que los planes de un grupo de amigos en una casa rural se convierten en una pesadilla, Creepshow 2 traumatizó a muchos con su historia "La balsa", que partía de una premisa similar pero mucho más reconocible. Un par de parejas salen de escapada y se les ocurre parar en un lago en el que está prohibido entrar, subiéndose a una barcaza de madera y quedando incomunicados. Ahora con los móviles no sería posible, pero sin batería o cobertura la situación nos resulta muy plausible.

Cuando los cuatro estudiantes están aislados, una extraña mancha, que podría ser un vertido de chapapote, impide que regresen a la orilla y se los va comiendo uno a uno. El verdadero miedo es que sabemos que su desaparición pasará inadvertida. Y el auténtico plano de terror es el del coche con las puertas abiertas, con la radio aún sonando, en medio de un lugar remoto por el que parece que nadie pasará en semanas.

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