Nota: Los municipios que aparecen en blanco no han notificado ninguna piscina a la Dirección General del Catastro. País Vasco y Navarra no aparecen por tener sus competencias transferidas.
Una buena mañana en el caluroso verano de 1968, Ned Merrill, ejecutivo de publicidad, con el objetivo de darle color a su aburrida vida en Connecticut (Estados Unidos), decide emprender durante un día un curioso viaje hasta su casa pasando por cada una de las piscinas de las grandes mansiones que componen el condado y encontrándose con vecinos y amigos haciendo fiestas junto al agua, preparando barbacoas o reuniéndose para pasar la tarde en familia. En esta película de los años setenta titulada El nadador, Merrill se lleva decepciones, alegrías y un sinfín de emociones en un único escenario: las piscinas.
Hace 52 años, cuando se estrenó la película, en España apenas había piscinas, por lo que resultaría imposible llegar a la misma conclusión que Ned Merrill cuando afirmaba que podía llegar a su casa saltando de piscina en piscina. Según los datos ofrecidos por el Catastro analizados en este reportaje, -sin tener en cuenta País Vasco y Navarra, que tienen sus competencias transferidas y los datos no son comparables- el país cuenta actualmente con 2,3 millones de piscinas en la Península y las islas, tanto públicas, como privadas y de hoteles por las que sus propietarios pagan el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI). Merrill decidió probar a alcanzar su casa saltando de piscina en piscina. ¿Podrías hacer ahora mismo algo parecido en tu vecindario?
De Alicante a Guadalajara
El precio medio de construir una piscina en España es de 14.246 euros, según la consultora Habitissimo. A nivel nacional, España cuenta con cuatro piscinas por cada 100 habitantes. Alicante, sin embargo, supera con creces la media con un ratio de nueve por cada 100 habitantes, con un total de 118.690 piscinas repartidas entre todos sus municipios, siendo el de Benissa, con 8.342 habitantes el que registra mayor ratio: 47 piscinas por cada 100 habitantes. Le siguen Teulada (45,3), Alcocer de Planes (45) y Benitachell (44,1).
La provincia de Guadalajara se cuela en el segundo puesto al contar con más de 17.000 piscinas declaradas al Ministerio de Hacienda, ocho por cada 100 habitantes. Llama especialmente la atención Illana, el único municipio de España donde el número de piscinas (726) supera al de habitantes (654). Es un dato tan llamativo que podría deberse a un fallo, como aquella ocasión en la que, según nos cuentan desde el Catastro, registraron un alto número de piscinas en un punto muy concreto de un municipio y más tarde comprobaron por vía aérea que era simplemente una tienda de piscinas.
En el caso de Illana se debe, según confirma el Ayuntamiento, a las tres urbanizaciones con piscinas que rodean al pueblo —Soto, Cuartillejo y Riollano— donde una tercera parte de las viviendas pertenecen a naturales de Illana y el resto se compraron desde municipios madrileños cercanos como Arganda, San Fernando de Henares o Coslada para utilizarlos de segunda residencia. Por tanto, no aparecen en el padrón.
Por lo demás, las islas Baleares, Valencia, Toledo, Tarragona, Málaga y Girona lideran el resto del ránking declarando más de cinco piscinas por cada centenar de residentes. Por debajo de la media quedan otras como Asturias, Soria, Lugo, Cantabria y A Coruña, con solo una piscina por cada 100 habitantes.
Donde hay urbanización, hay piscina
El municipio de Illana no es más que un ejemplo de que la mayor parte de las piscinas declaradas, bien sean para todo el vecindario o propiedad de cada hogar, se concentran en las afueras y no en lo que se califica como centro histórico. También ocurre en Benissa (Alicante), cuyas piscinas se concentran en la urbanización San Jaime (a 13 kilómetros en coche). O en algunos municipios madrileños, como el de Ribatejada, con 316 piscinas para 706 habitantes, ubicadas fundamentalmente en el Jardín de Serracines y Paraje del Arzobispo, dos urbanizaciones que comparten el mismo código postal.
En España, la década entre los sesenta y los setenta fue la más importante en términos de crecimiento urbano. El turismo de masas se convirtió por primera vez en una posibilidad para gran parte de la población y los límites urbanísticos comenzaron a expandirse hacia las costas mediterráneas, naciendo así el fenómeno urban sprawl o dispersión urbana, que dio luz a las primeras urbanizaciones de chalés.
Como puedes observar en esta herramienta sobre el crecimiento urbanístico creada por El Confidencial, la mayor parte de las urbanizaciones datan de 1970 en adelante. Entre 1997 y 2006, como apunta el reportaje, los españoles se lanzaron a comprar segundas residencias. La evolución se ve de forma muy clara en zonas como las de Alicante, Castellón o Málaga, que han seguido expandiéndose desde el casco histórico hasta la costa y el interior sin interrupción. En el valenciano Godelleta, por ejemplo, hay un ratio 50 piscinas por cada 100 habitantes y un 50% de segundas residencias frente al total de viviendas. Ocurre algo similar en otros como en Montserrat (Valencia), donde cinco de cada diez viviendas son secundarias y hay 40 piscinas por cada 100 habitantes; Teulada (Alicante), con cuatro segundas residencias por cada diez viviendas y Frigiliana (Málaga), donde hay un 20% de segundas residencias frente al total y 32 piscinas por cada 100 habitantes.
En 2016, la inmobiliaria Aliseda preguntó a 1.848 personas, de entre 25 y 65 años, por la vivienda con la que soñaban. Y la respuesta más recurrente era un chalé de cuatro habitaciones con garaje, jardín y piscina. El precio máximo que estaban dispuestos a pagar por algo así era de 375.000 euros. Detrás de ese deseo se esconde también un factor sociológico. No fue hasta los últimos años del franquismo cuando España miró hacia Estados Unidos y fue testigo de cómo la clase media aspiraba a casas unifamiliares con jardines y barbacoas a pie de piscina. Hasta entonces en España, la clase obrera se había resignado a matar las altas temperaturas en albercas, pequeñas pozas que acumulaban el agua para el regadío. Con la influencia estadounidense, la piscina pasó de ser algo de la jet-set a un ocio de masas.
El artista Fernando Sáez, que analiza la influencia de las piscinas en el arte español de los setenta en su investigación La palmera y la piscina, dos símbolos para la España de la Transición, asemeja el concepto de la piscina a lo que, hasta hace poco, ha representado la pista de pádel: “La piscina empezó a resultar atractiva al resto de ciudadanos porque les permitía vivir parte de lo que vivían los ricos. De la misma forma, el pádel al principio de esta década era algo propio de las grandes rentas y ahora hay una pista en cualquier urbanización o barrio residencial”.
“Era prácticamente inevitable que influyera en esta región”, apunta. “Yo soy de Écija y recuerdo cómo de niños nos bañábamos en las albercas porque el calor era insoportable”. En el pueblo de este artista sevillano hay un total de 903 piscinas repartidas entre más de 39.000 habitantes.
La distribución de las piscinas por el mapa nacional demuestra que existe una correlación entre las provincias que reciben más horas de sol al año y las que tienden a contar con más piscinas. Si comparamos Asturias con Alicante, dos polos opuestos en meteorología, veremos que mientras la primera registra según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología menos de 1.800 horas de sol al año, la segunda supera las 3.000 horas. Como consecuencia, Asturias no cuenta ni siquiera con una piscina por cada 100 habitantes mientras que Alicante alcanza casi la decena.
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