El 6 de mayo de 2007 alrededor de 20.000 personas posaron desnudas para el artista estadounidense Spencer Tunick en el Zócalo, el corazón de Ciudad de México. La petición del artista fue que las imágenes se realizaran con los primeros rayos del sol y contra todo pronóstico, miles de personas acudieron al llamado aquel frío domingo a las 6 de la mañana. Las imágenes quedaron grabadas en la memoria colectiva de todo un país. Incluso 13 años después, lo de Tunick, así lo llaman, sigue siendo para muchos uno de los días más memorables que vivieron. En Verne recibimos cientos de anécdotas de los participantes de aquella puesta en escena que sería imposible de imaginar en tiempos de la covid-19.
La casa Morton subastará hasta el 5 de diciembre dos fotografías contemporáneas de aquella sesión valoradas entre 18.000 y 26.000 pesos (de 800 a 1.200 dólares) cada una. Las pujas pueden hacerse a través de su página web. En una de las imágenes, ‘Mexico City One. Zócalo 2007’, puede verse a todos los participantes de pie, mirando hacia la cámara con el Palacio Nacional al fondo. En la otra, ‘Mexico City Five. Zócalo 2007’, todos están de espaldas y se encuentran tomados del brazo. Ambas imágenes miden 8 x 10 pulgadas. “Es una pieza artística monumental que tuvo lugar en un espacio en blanco como el Zócalo, que se presta para la fusión de cualquier tema”, señala Marcela Mena, experta en Fotografía de Morton Subastas.
Bien porque el evento reunió a un gran número de curiosos, bien porque muchos estaban interesados en ser parte de una obra de arte viviente, las calles que rodeaban el Zócalo eran un hervidero que congregó a familias llegadas de todas partes del país frente al objetivo de Tunick. “Ninguno de los presentes sabíamos cómo iba a ser, era algo inédito. A la señal, todos nos quitamos la ropa y fue como saltar a una piscina. En dos minutos todo el mundo estaba desnudo. Para mí fue el colofón de la fiesta”, cuenta Gustavo Ruiz, de 38 años. Él y su grupo de amigos llegaron en vivo para posar aquel día. “El 70% de la fiesta en la que estábamos se desplazó al Zócalo para lo de Spencer Tunick. En una sociedad como la nuestra era escandaloso que alguien so pretexto del arte, pusiera a personas desnudas en una plaza pública”, agrega.
"El sol despuntaba detrás del majestuoso palacio Nacional cuando los asistentes posaban tal como llegaron al mundo, en posición fetal", contaba EL PAÍS. La sociedad de 2007 era muy distinta a la que ahora conocemos. México acababa de celebrar unas reñidas elecciones que dieron como ganador al conservador Felipe Calderón, apenas comenzaba la guerra contra el narcotráfico que dejaría en el país más de 200.000 muertos, se acababa de legalizar el aborto en la capital del país y todavía faltaba para que las parejas del mismo sexo pudieran casarse. “Fue un momento súper liberador que no sé si se repetiría en el México actual, dadas las condiciones actuales”, dice a Verne Lulú Barrera, también de 38 años, que acudió con sus primos y sus tíos. “Vi todo lleno de pieles y fue muy hermoso; los tonos de piel se borraron en la desnudez de todos y pasó a segundo plano, todos estábamos muy concentrados para que aquello fuera una danza masiva coordinada”, agrega,
Sigue cautivando ver cómo miles de personas se movían ante las indicaciones del artista gracias a un megáfono. Ayudado y apoyado por la Coordinación de Cultura de la Universidad Nacional Autónoma (UNAM) y el gobierno del Distrito Federal, el equipo de 80 voluntarios trabajó dos meses para que todo fuera perfecto. Primero, los participantes tenían que firmar un permiso que había que mostrar a la entrada del performance. Después, guardar la ropa en bolsas de plástico y recordar cuál era el lugar exacto donde la dejaron. Si quieren saber si todos volvieron a casa con ropa, varios testimonios que nos han llegado atestiguan que más de uno, además de la vergüenza, perdió los calzones en el Zócalo.
“Se limpió la plancha con agua a presión y pese a que hubo pocos medios, el resultado fue bueno. Me sorprendió que el rango de edades fuera muy variado: había jóvenes pero también gente mayor de 60, parejas homosexuales, familias enteras. Creo que muchos lo hicieron por el simbolismo que tiene estar desnudos en un espacio tan abierto y representativo”, cuenta Ari Rodríguez, de 37 años, voluntario del comité organizador. También se sumaron a la fiesta rostros conocidos como fue el caso de la recién fallecida vedette Wanda Seux y el escritor Carlos Monsiváis, quién dejó una extensa crónica sobre aquellos días: “Sin calzoncillos, corbata y calcetines el alma se extravía”, afirmó.
Yo, Una experiencia inolvidable! pic.twitter.com/hny2n1tNbj
— Said El Negro (@saidelnegro) November 26, 2020
Pese a que la mayoría de recuerdos que hemos recogido son positivos, la sesión no resultó igual de placentera para todos. Mientras hubo igual de condiciones respecto a la desnudez, todo parecía armonioso, después de varias tomas de un lado, de otro y agachados, el fotógrafo pidió a los hombres que se retiraran para tomar una imagen solo con las mujeres. “Los hombres se pusieron sus ropas y se quedaron observando. Las mujeres nos quedamos desnudas y con el amanecer ya muy avanzado. Al volver por nuestras ropas, los hombres, muchos, habían dejado de ser los cómplices con los que compartimos el espacio público desnudas. Volvieron a ser mirones y acosadores y nosotras volvimos a ser cuerpos de mujeres”, señala Laura Aguirre. Su testimonio es apoyado por el de otras mujeres que vivieron la misma experiencia.
A la mañana siguiente la pieza de Spencer Tunick salió en todos los periódicos nacionales en portada y rompió un récord de asistencia, certificado por Guinness. Años después, hubo hasta quien confundió a Spencer Tunick con Stanley Kubrick e imaginó que aquello fue más parecido a 2001: Odisea del espacio. La obra contribuyó a la investigación visual del desnudo colectivo y a la desmitificación del pudor en una sociedad tan conservadora como la mexicana en 2007. Al finalizar, cada participante recibió una copia impresa con la firma del artista en la parte trasera. Muchos de ellos conservan la foto enmarcada en su casa como recuerdo de aquel día sin ropa en el que corrieron libremente por el Zócalo. "El peso de la demografía aniquila la vergüenza", que diría Monsiváis.
Mi foto de recuerdo pic.twitter.com/Emqphdsx7c
— 𝗝𝘂𝗱𝗶𝘁𝗵 𝗕. (@_Jud_B) November 25, 2020
Bueno, sí es un sticker, pero no es sellito 👀 pic.twitter.com/rPOm5UxpPZ
— Adrián Olivas (@eladro) November 27, 2020
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