El Museu Particular, un museo dedicado a una sola pieza

El primer objeto expuesto es un tenedor, pero también se podrá ver un tampón, un oso de peluche o una bolsa de plástico

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Así es la exposición del Museo Particular
Así es la exposición del Museo Particular

¿Qué puede contar sobre nuestra historia un tenedor? Pues mucho, según el proyecto Museu Particular, de los historiadores y museólogos Àlex Rebollo y Anna Maria Andevert. La sede física de la iniciativa se inauguró el 3 de febrero en la fachada del Museu de la Vida Rural, en L’Espluga de Francolí (Tarragona). Durante todo el año, este museo exhibirá cada mes un objeto cotidiano en su vitrina y contará su historia.

Para Rebollo, responsable del proyecto y que además trabaja desarrollando proyectos culturales y patrimoniales, la idea vino de un cúmulo de situaciones. Primero, su relación con el Museu de la Vida Rural, con el que ya había desarrollado proyectos de manera independiente, como la exposición The Dust Bowl. Quan la natura es rebel·la. Luego, el tiempo aislado en casa por la pandemia: “Te preguntas cosas que quizás antes no te habías preguntado, como, por ejemplo, cuál es la historia detrás de objetos que usamos cada día”, explica Rebollo. De ahí la propuesta de una “etnología de andar por casa”, como reza la descripción del museo en la web, o sea, explicar los orígenes, usos y cultura asociados a objetos cotidianos.

La primera pieza expuesta en el Museu Particular es un sencillo tenedor. En la ventanilla se puede ver el objeto elegido y un pequeño cartel con datos básicos de su historia. Pero el museo también tiene su parte digital en Twitter, Instagram y en su página web. Ahí Andevert, que también es mediadora cultural, publica artículos (en catalán, como todas las publicaciones del museo) que expanden la experiencia del visitante y relacionan el objeto con el arte contemporáneo o la cultura pop, por ejemplo. En paralelo, a través de la web del Museu de la Vida Rural, se enlaza la pieza con la colección, hablando de temas más amplios como el despoblamiento rural, el feminismo o la ecología.

En el caso del tenedor, el museo recoge en un hilo de Twitter la historia de su origen, hace “unos cuantos siglos” (aunque este utensilio no sea milenario, como la cuchara). Así descubrimos que en principio, el cubierto no se utilizaba para comer, sino para sujetar y servir alimentos, y poco a poco se convirtió en herramienta de uso individual. Hoy, hay tenedores hechos de metal, madera o plástico, aunque estos últimos tengan sus días contados al menos en la Unión Europea: a partir de julio de este año se prohibirá su comercialización.

Instalación permanente de horcas en el Museu de la Vida Rural. Museu de la Vida Rural

A lo largo del año también se podrá ver en la ventanilla un tampón, un oso de peluche o una bolsa de plástico, además de otros objetos que Rebollo prefiere mantener en secreto. La selección, cuenta, ha surgido de forma espontánea: “Tenía la necesidad de saber por qué estos objetos son como son o desde cuándo los usamos”. El historiador y museólogo quiere hilar las piezas para que tengan una coherencia, de modo que no solo pueda saciar su curiosidad, sino que también los asistentes al museo y sus seguidores en redes aprendan con el proyecto.

Para Gemma Carbó, directora del Museu de la Vida Rural, la propuesta resultó una forma de aproximar las obras de la colección a la vida cotidiana. En el museo, por ejemplo, se pueden ver diversas horcas, instrumentos muy utilizados en el campo y predecesores de los tenedores modernos. “Nos pareció una buena oportunidad de que el público se apropiara de estos objetos que el museo custodia, pero que son de todos”, comenta. Rebollo apunta que lo que hace el museo es escoger un objeto y sacralizarlo. “Estamos diciendo a la gente que ese objeto sagrado es el mismo que está en el cajón de su cocina, en su armario o en cualquier parte de su casa. El patrimonio cultural lo creamos las personas e incluso el objeto más cotidiano también merece estar en esa categoría”, remata.

Encontrar material sobre estos objetos tan comunes no siempre es fácil ya que, según Rebollo, la vida cotidiana deja poco rastro. “En los documentos y libros de historia están descritas las grandes batallas y los grandes acontecimientos”, comenta. Para buscar la información para la exposición, su principal herramienta es internet, pero también le ayudan la publicidad de otras épocas y las obras de arte. “En muchos cuadros nos fijamos en las personas, pero ellas están rodeadas de objetos que tienen importancia para este proyecto”.

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