A finales de los años 60, con el surgimiento de la conciencia ecologista y la fuerte desaprobación de los excesos del capitalismo, nace una serie de piezas artísticas en la que la naturaleza y el paisaje se convierten en lienzo. Hablamos del Land Art, una etiqueta que acoge multitud de manifestaciones, todas ellas con un elemento común: crear arte en la naturaleza y/o con los elementos de la naturaleza que transforman el paisaje.
El resultado son obras híbridas entre la escultura y la arquitectura que tienen un carácter efímero y cuya existencia queda a la merced de la naturaleza que las vio nacer. Y es por este motivo que, en este tipo de manifestaciones, la documentación del proceso es tan importante como el resultado final. Hoy, nos gustaría acercarte a este tipo de obras, tan diversas como interesantes por su originalidad, y por eso te hemos preparado esta selección de artistas cercanos a esta concepción del arte y de la naturaleza:
Robert Smithson
Considerado por muchos como el padre del Land Art, Robert Smithson quiso escapar de la frialdad de muchas obras minimalistas y de las cuatro paredes que conforman el espacio expositivo, el llamado “cubo blanco”. Muerto en un accidente de avión a los 35 años, su corta pero prolífica carrera como artista y teórico nos dejó algunas de las bases más importantes del arte contemporáneo. A él debemos los conceptos de espacio y no-espacio, una diferenciación entre el espacio en el que trabaja (naturaleza) y su parcial representación en las galerías, concepto del que se sirve para tratar temas centrales de su obra, como la dualidad entre orden y caos.
Smithson produjo varias intervenciones en la naturaleza. En este sentido, su obra más conocida es Spiral Jetty, una instalación realizada en el Great Salt Lake del desierto de Utah, en Estados Unidos, constituida con cerca de 6000 toneladas de basalto negro. Con esta pieza, el artista explora los límites en la relación entre el arte y la naturaleza, teniendo en cuenta cómo los agentes climáticos y químicos del agua del lago acabarían afectando a medio-largo plazo la integración de la pieza como parte del ambiente. De hecho, la espiral se sumerge en función del nivel del agua, lo que la relaciona con conceptos como la relación entre espacio y tiempo.
Richard Long
“Arte hecho a base de pasear por la naturaleza”. Así describe Richard Long el origen de sus trabajos creativos y, sin quererlo, sienta las bases del Land Art puro y duro. De sus paseos por el sur de Inglaterra, la tierra que le vio nacer, surge su idea de crear esculturas en plena naturaleza sirviéndose de elementos sencillos extraídos del propio paisaje. Para que nos hagamos una idea, una de sus primeras obras, A Line Made by Walking, es literalmente una línea creada por las hojas pisadas al pasar por una misma zona y que el artista documenta a través de una fotografía.
Sus paseos por lugares recónditos de todo el mundo también son el germen de Small White Pebble Circles, una obra formada por círculos concéntricos construidos a base de piedras recogidas de la naturaleza y trabajadas para conseguir tamaños semejantes. La idea se repite en obras anteriores y posteriores a esta, con tamaños y disposiciones variables, pero son unánimes en el uso de las formas geométricas básicas construidas con piedras. Nadie mejor que el propio Long para acercarnos el por qué de este tipo de piezas: “Se podría decir que mi trabajo es un equilibrio entre los patrones de la naturaleza y el formalismo de ideas abstractas humanas, como líneas y círculos. Aquí es donde mis características humanas se encuentran con las fuerzas y patrones naturales del mundo”.
Walter de María
En los años 70, aparecen numerosos artistas que rechazan las corrientes de arte tradicional y exploran su potencial creativo a través de nuevos soportes y formatos. Walter de María tenía todo lo esencial para ser un artista rompedor, aunque en su caso el soporte se convirtió en la propia madre naturaleza. Su material fundamental era la propia tierra, hecho que ya debía tener en mente cuando en 1968 decidió llenar de este material la galería Heiner Friedrich de Munich. Su obra, enmarcada dentro del Land Art, nos habla a voces a través de un uso de los materiales muy limitado.
Pero tal vez la obra más emblemática de este artista es The Lighting Field, una instalación realizada en 1977, en pleno desierto de Nuevo México. La obra, compuesta por 400 postes metálicos de unos 5 metros de altura, necesita de la intervención directa de la naturaleza para poder existir, pues lejos de lo que pueda parecer cuando luce el sol el auténtico espectáculo aparece cuando hay tormenta y se convierte en un campo de rayos. Esta obra, en la que De María nos demuestra el imponente poder de la naturaleza, le permite explorar los límites del arte tal y como lo conocemos a través de una obra literalmente hecha por la naturaleza. “El aislamiento es la esencia del Land Art”, afirmó el artista al ver los relámpagos caer sobre su obra. Y ninguna fotografía hace justicia a la sensación que debe producir contemplar esta pieza en vivo y en directo.
Christo y Jeanne-Claude
Las obras de Christo y Jeanne-Claude son de lo más llamativas. Como los artistas que se enmarcan dentro del Land Art, esta pareja creativa destaca por sus instalaciones ambientales, caracterizadas por el uso de telas de grandes dimensiones con las que envuelven paisajes, monumentos, edificios y todo lo que puedas imaginar, como quien al comprar un detalle lo pide para regalo. ¿Por qué? Estas intervenciones son un ejemplo maravilloso de cómo la modificación del paisaje puede alterar completamente la percepción del espectador del mismo. Y no creas que aspiran bajo, que han intervenido espacios tan emblemáticos como el parlamento de Reichstag de Berlín o el Pont Neuf de París. En 2020, Christo, el encargado del diseño de las obras, falleció a los 84 años de edad, 11 años más tarde que su pareja artística. Pero ni su muerte ha frenado su sed creativa: en septiembre de este año el Arco del Triunfo parisino lucirá una de sus famosas instalaciones.
Olafur Eliasson
El artista danés-islandes Olafur Eliasson juega con la experiencia del espectador y la coloca como elemento central de su arte. A través de sus instalaciones, llama a la reflexión de algunas de las cuestiones más relevantes de nuestra época, empleando en muchas ocasiones elementos que se encuentran en la naturaleza como el muslo, la luz o los glaciares. En este tipo de manifestaciones, que son muy cercanas a las que comprenden el Land Art, su preocupación por la naturaleza y las amenazas a las que hoy se enfrenta se convierten en el hilo conductor de la obra.
La instalación que hemos elegido, Ice Watch, se llevó a cabo por primera vez en la Plaza del Ayuntamiento de Copenhague en octubre de 2014, coincidiendo con el Quinto informe de Evaluación del IPCC de la ONU sobre el cambio climático. Esta obra, que después pasó por otras dos ciudades europeas, estaba conformada por 12 grandes bloques de hielo extraídos de un fiordo en Groenlandia colocados en forma de reloj en un lugar destacado de la ciudad en cuestión. ¿El objetivo? Tan sencillo como evidente: abrir los ojos a las personas que interactúan con la obra sobre la realidad del derretimiento del hielo del ártico. De la comparación de esta obra con los imponentes paisajes de icebergs pintados por Frederic Edwin Church apenas un siglo antes, se extrae la enseñanza de lo muchísimo que ha cambiado nuestra relación con la naturaleza.
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