Anécdotas de la vida de un taxista madrileño

Daniel Díaz, "Nilibreniocupado", cuenta cada día qué le ocurre en su coche en Twitter

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El taxista Daniel Díaz
El taxista Daniel Díaz.

"En la parada de taxi de Soto del Real", tuiteó Daniel Díaz coincidiendo con el anuncio de libertad bajo fianza de 200.000 euros para Luis Bárcenas. ¿De verdad estás ahí esperando? "No, esta vez no", ríe al otro lado del teléfono. "Pero cuando iba a entrar en la cárcel le perseguí. Daba vueltas alrededor de su manzana. Una vez me quedé a un taxi de llevarlo". Este taxista madrileño, de 37 años, de los que ocho se los ha pasado recorriendo Madrid, no se dedica a perseguir imputados por la ciudad (o no solamente). También cuenta las anécdotas que ocurren en su coche. Primero lo hizo en un blog, recién abandonado. Después en un libro. Desde 2009 en Twitter. Y ahora en una nueva entrega literaria cuyo título no puede desvelar.

"En realidad me siento más escritor", asegura. Todo lo que sucede en su taxi lo leen cada día sus más de 10.000 seguidores en la red social. Otros cuantos fans le escuchan por la noche en  Hablar por hablar de la Cadena Ser. Y dice que su único truco consiste en escuchar: "Nunca empiezo una conversación".

Daniel Díaz comparte con Verne algunos de los momentos más memorables que le han ocurrido cuando patrulla por las calles de Madrid:

1. Al pagar es habitual encontrar alianzas de casado entre las monedas: "Entonces ves cómo ese hombre se baja del coche, cruza el portal y vuelve con resignación a su vida real", dice. "Las infidelidades son mis favoritas".

2. "Los verdaderos nocturnos" existen y salen entre semana: Este tipo de anécdotas suelen suceder de lunes a jueves por la noche. "Cuando conoces a los nocturnos reales". Es decir, a los que tienen un congreso "y se acaban liando después". Díaz ha encontrado una circunstancia tipo: el grupo de compañeros de trabajo que busca un club de alterne. "Lo más habitual es que para justificarse pongan a parir a sus mujeres", cuenta. "Y luego está ese hombre que se ve obligado a ir porque si no se queda solo, pero que por si acaso le dice a sus amigos que él está muy bien con su mujer".

3. Una mujer le pidió ayuda para espiar a su marido: En otra ocasión estuvo más de una hora con una clienta escondidos los dos en el taxi aparcado detrás de un arbusto. "Después de seguir al coche de su marido hasta un hostal, ella quería ver la cara de su amante. Al final salieron del hostal. La amante resultó ser una compañera de trabajo".

4. Ha llegado a servir de "actor" para sus clientes: "Otra usuaria me pidió hacerme pasar por su novio de cara a sus padres (era lesbiana y su familia muy muy conservadora). Me dio pena, así que subí a su casa y me los presentó 'formalmente".  Algo similar le sucedió con "una adorable anciana". "Insistió en invitarme a su casa a tomar té con pastas y, ya de paso, presentarme a su nieta 'la soltera'. Al subir y conocerla comprendí, en fin, los motivos de su soltería..."

5. Sí, los taxistas te vigilan por el retrovisor: Para Daniel Díaz a veces los viajes consisten solo en mirar. De estos experimentos de observación toma notas y saca ideas para sus libros y sus protagonistas. "Está ese chico joven que se queda obnubilado mirando un coche deportivo o la mujer de mediana edad que se fija, con cierto anhelo, en que pasea con un carrito de bebé".

6. La gente se arrepiente de sus tatuajes: En una ocasión un hombre le enseñó el tatuaje que se había hecho en el brazo con el nombre de su novia: Joana. "Habían roto y se sentía muy avergonzado", cuenta. "Así que decidió dedicarse a conocer a chicas por redes sociales de contactos que se llamaran igual". Aquel día, Daniel Díaz le llevaba a un encuentro con una de estas mujeres. "Estaba condenado a enamorarse de una Joana".

No era la primera vez que le mostraban un tatuaje.

7. Hay clientes capaces de pagar más con tal de conversar: "La gente se siente sola", asegura. "A veces me doy cuenta de que estoy siguiendo la misma ruta que un autobús, pero el cliente prefiere pagar un poco más con tal de conversar con alguien". Hasta el punto de olvidar el destino. "Una mujer tenía tanta necesidad de compartir conmigo los problemas con su hijo que no me dijo dónde iba. Al rato de haberse subido, y después de que nos pitaran otros coches, tuve que recordárselo. Efectivamente, se le había olvidado".

El don de la palabra le ha granjeado alguna que otra buena propina: "Un hombre estaba tan interesado en la charla que estábamos teniendo que cuando llegué a su casa el taxímetro marcaba siete euros y me dijo que se bajaba cuando llegara a 10 porque le estaba gustando mucho la conversación".

8. Cuando te acusan de robo: "El de taxista no me parece un oficio peligroso", afirma, "de hecho, nunca pondría una mampara, me rompería los esquemas". Es complicado sacarle un mal momento a un hombre que recurre al humor para sobrellevar el día a día. "Si tuviera que elegir uno sería el del hombre que se dejó la cartera en mi coche". Díaz asegura que en estos casos siempre intenta localizar al agraviado y si no lo envía a objetos perdidos. En aquella ocasión fue al revés. El cliente le encontró a él. "En el maletero de mi coche está la web de mi blog y desde ahí encontró mi correo electrónico". Cuando abrió el email y leyó la acusación de ladrón decidió publicarlo online. "No solo reproduje el contenido sin mencionar su nombre, también le lancé una propuesta: invitar a su mujer a una cerveza para devolverle la billetera". Taxista y esposa quedaron en un bar mientras el marido esperaba sentado en el coche. Uno recuperó la cartera intacta, el otro recibió una disculpa (indirecta).

9. A veces los turnos terminaban en unas copas y otras invitaciones no alcohólicas: Hubo una época que Daniel Díaz acababa el turno tomando una copa con los clientes. "He tenido que dejar de hacerlo", dice. Cuando cae el sol las invitaciones no son solo alcohólicas. "Me he casado recientemente y tengo que decir que no, pero en el taxi, si quieres y puedes, se liga mucho", asegura.

"Están los grupos de chicas que se suben al taxi muy envalentonadas, pero que según las vas dejando en sus paradas y se queda una sola la cosa cambia. Se siente acorralada y baja el tono de la conversación". Luego se repite el clásico: las despedidas de soltera y las proposiciones indecentes de última hora. Y por último el colectivo homosexual: "El 70% de las propuestas que recibo son de gais, no sé muy bien por qué".

A algunos de sus clientes las noches no se les dan tan bien.

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