Esta es la razón por la que se te desatan los cordones

Recuerda: "El derecho sobre el izquierdo, el izquierdo sobre el derecho"

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Llevamos toda la vida anudándonos mal los cordones, tal y como explica Ian Fieggen en su página web dedicada al menospreciado arte de atarse bien los cordones de los zapatos, a la que hemos llegado vía Menéame.

Fieggen explica en un vídeo que los cordones se desatan continuamente por culpa del llamado nudo de abuela. Primero hacemos un nudo en el que atamos los cordones con el extremo izquierdo del cordón sobre el derecho (o al revés) y después repetimos el mismo movimiento con el lazo. De esta forma, el cordón tiende a desabrocharse fácilmente y además los extremos quedan longitudinales respecto al zapato.

A la izquierda, unas zapatillas mal abrochadas, con el lazo cayendo de forma longitudinal al zapato. A la derecha, un nudo "equilibrado". fieggen.com

Lo que deberíamos hacer para atar un nudo cuadrado es pasar primero el extremo derecho sobre el izquierdo para hacer el primer nudo y después el izquierdo sobre el derecho al atar los lazos (o al revés). Al invertir la dirección de los dos nudos, el lazo final queda equilibrado y más elegante, al caer perpendicularmente sobre el empeine. Además de ser estéticamente más resultón, este nudo tarda menos en desatarse y no es necesario ni apretarlo más fuerte ni hacer un tercer nudo de seguridad.

La diferencia entre las dos formas de anudarse los zapatos se puso a prueba en 2013, en un programa de televisión alemán. Dos grupos de voluntarios se pusieron a correr sobre una cinta. Siete de los diez que usaron el nudo de la abuela tuvieron que parar porque sus cordones se habían desatado. En cambio, todos los cordones con nudo estándar o cuadrado resistieron durante todo el experimento, que duró una hora. No era la primera vez que se ha tratado este tema. Terry Moore explicó el problema en 2005, en la que fue la primera charla TED de tres minutos y, quizás, una de las más útiles.

Según Fieggen, la raíz del problema está en nuestra infancia. Nuestros padres quedan suficientemente satisfechos cuando logramos abrocharnos los zapatos. Como nadie nos explica qué hacemos mal, nos pasamos la vida quejándonos de que se nos desabrochan los cordones y, lo que es aún peor, no enseñamos a nuestros hijos la forma apropiada de anudarlos y el problema se perpetúa.

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