Mortadelo y Filemón han de encontrar al tesorero del Partido Papilar, que se ha fugado con los fondos de la organización. Este es el punto de partida de El tesorero, el álbum número 200 que Francisco Ibáñez dedica a estos agentes de la TIA desde que en 1969 publicara El sulfato atómico. Esta nueva historieta saldrá a la venta el 8 de abril y en la portada podemos ver que el villano se parece mucho a Bárcenas. Incluso le imita en los gestos.
No es extraño que Ibáñez parodie los problemas de contabilidad del PP. La última etapa de Mortadelo y Filemón, que comienza en los años 90, se caracteriza por usar la actualidad como marco para sus aventuras. Muchos apuntan que este apego por la realidad hace que se pierda cierta parte de la esencia de los personajes, como explicaba Nacho Carretero en un artículo publicado en Yorokobu. Pero también es innegable que estas historias llenas de chapuzas y fracasos son una de las mejores formas de explicar lo que ocurre en España. Una clara muestra son los cómics que el autor ha dedicado a la crisis: Ibáñez utiliza su humor disparatado como arma de denuncia (amable, pero certera) de la especulación inmobiliaria, los chanchullos y los recortes.
La burbuja inmobiliaria
Ibáñez vio venir antes que nadie los peligros de la especulación inmobiliaria. En El señor de los ladrillos (2004) no habla de la fiebre de las hipotecas y los bancos apenas tienen protagonismo, pero el villano es Ladríllez Peñón, un promotor con cierto parecido con Jesús Gil y Gil. Incluso tiene un caballo llamado Joroboso. Que en realidad es un camello.
Este empresario se dedica a hacer negocio construyendo edificios de la peor calidad posible, ahorrando en personal y materiales. Mortadelo y Filemón han de infiltrarse en una obra e investigar sus chanchullos, que incluyen maletines llenos de 500 euros destinados a paraísos fiscales o a convencer a concejales y viceministros de que recalifiquen el suelo a su conveniencia, incluidos los terrenos de su equipo de fútbol, el Atleti. No es la primera referencia a las corruptelas inmobiliarias en relación con el deporte: Ibáñez ya mostró en ¡Llegó el euro! (2001) la recalificación y urbanización de la "ciudad deportiva del Real Madroño", siendo uno de los primeros en escribir que estos negocietes pintaban regular.
En esta última historieta también se menciona el dinero negro: la divisa única hizo necesario que la TIA intentara regularizar su efectivo. Catorce mil millones de "gastos no controlados... Sobornetes... Untadas... Politiquillos... Futesas, je, je", explicaba el Súper, que a cambio de la gestión y siguiendo uno de los chistes recurrentes de los tebeos, daba a los agentes "algo para el desayuno". En este caso, "un sobre de café en polvo y caducado".
La crisis
En Por Isis, llegó la crisis (2009), los problemas económicos llegan a la propia TIA: el despacho del Súper se ha de ceder a Frutas y Verduras Pepinez, S.A. y los agentes se ven abocados al pluriempleo, trabajando por ejemplo en la AUDI, es decir, como “apartador urbano de inmundicias”. El Súper teme que una mano negra esté difundiendo la imagen de que el personal de la TIA no sirve para nada.
Ibáñez presenta la crisis como un hecho cíclico y casi inevitable, a pesar de lo escrito en El señor de los ladrillos y de lo que publicaría dos años más tarde en Marrullería en la alcaldía. Pero también muestra una sociedad en la que se nota el miedo al despido y aparece la necesidad de aceptar empleos peor pagados. Eso además de las manifestaciones, en las que participan trabajadores, gente que necesita una vivienda, los animales del zoo y, finalmente, los propios agentes de la TIA. En una de las viñetas, incluso el rey.
Eso sí, vuelve a darse la paradoja que ya señalaba Carretero en su citado artículo: es normal que el superintendente Vicente quiera mantener su empleo, ¿pero qué ata a Mortadelo y Filemón a su trabajo, que consiste en ser maltratados por su jefe y por sus enemigos a cambio de un sueldo miserable que apenas les da para vivir en una pensión? Qué absurdo: se amarran a un empleo mal pagado en el que no se les valora. Este Ibáñez tiene una imaginación impresionante.
La corrupción
Marrullería en la Alcaldía ataca en 2011 otra de las causas de la crisis: la corrupción política. En este caso, Mortadelo y Filemón han de investigar al alcalde de Valdeporretas, que ha malversado los fondos del ayuntamiento. Por ejemplo, un simple fuelle para ayudar a las gallinas a poner huevos ha costado “onsesientos mil euros”. También se ha construido un puente, a pesar de que en el pueblo no hay río. En definitiva, presupuestos hinchados y proyectos para amiguetes.
El alcalde milita además en los dos partidos, para que nadie se enfade: el PEPO (Partido Emperrao en Poner Orden, parodia del PP con un buitre en el logo) y el PSAO (Partido Suprimidor de Arciprestes y Obispos, parodia del PSOE, en este caso, con un puño sosteniendo una alcachofa). El edil celebra dos mítines y dice lo mismo en ambos. Tiene la cara tan dura que le lanzan un ladrillazo y el ladrillo queda hecho añicos.
Por cierto, Ibáñez detectó los chanchullos de las rotondas dos años antes que Nación Rotonda.
Los recortes
En ¡Tijeretazo! (2014), Ibáñez se centra en los efectos de la situación económica. La TIA, empresa gubernamental al fin y al cabo, encargará a los agentes que identifiquen y neutralicen a quienes aprovechan el descontento social ocasionado por los recortes para “levantar a las masas provocando disturbios, anarquía, motines, tumultos...”
Pero a pesar de que Mortadelo y Filemón están a servicio de los poderes fácticos (y no se cuestionan su tarea en ningún momento), Ibáñez aprovecha para darle un buen repaso al panorama actual. En el hospital, los enfermos de la UVI están en sacas colgadas del techo, una vela sirve como aparato de rayos X y las transfusiones se hacen con sangre de gato. En el zoo, un burro con maderos hace las veces de ciervo y el león, calvo, se alimenta de bocadillos de sardinas. En el asilo, la sopa se sirve con ventilador y el oxígeno se ha sustituido por insecticida.
Los recortes han llegado incluso al campo, a pesar de que se hicieron obras para llevar el AVE al pueblo. La línea se suprimió porque “en dos años sólo lo utilizó un viajero… ¡El cura! ¡Y además no pagó, claro!”. La obra, que incluye una escalera mecánica que no lleva a ningún lado, es el cierre perfecto, ya que nos recuerda por qué en el hospital el trasplante no es de brazo, sino de pata de caballo.
El AVE tiene cómic propio: El UVA (Ultraloca Velocidad Automotora), de 2003. Las obras del tren de alta velocidad están sufriendo sabotajes por toda España, desde Valdenabos a Villaceporra. Poco a poco se descubre la verdad: estos supuestos sabotajes no son más que chapuzas, el elemento en el que mejor se mueve Ibáñez: pequeños hoyos en los que hay hasta dinosaurios, trenes que funcionan con un brasero y leña, y túneles pintados porque han de ir los políticos y la tele. Pero no sólo hay chapuzas, sino también corrupción: el trazado del UVA beneficia a constructores y políticos que se encuentran con terrenos revalorizados gracias a apeaderos y rodeos absurdos, con Aznar y Cascos preocupados tan sólo por inaugurar antes de las elecciones.
El epílogo de ¡Tijeretazo! supone una venganza al estilo Ibáñez: Mortadelo y Filemón recortan (accidentalmente) la nariz de Rajoy. Demos gracias a la TIA por estos momentos.
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