El problema de llamar "mandona" a Ada Colau

Xavier Trias usa este término para referirse a quien posiblemente será su sucesora

En Estados Unidos hay un amplio debate sobre el uso machista de "bossy" (mandona)

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Ada Colau, poco después de ganar las elecciones municipales de Barcelona
Ada Colau, poco después de ganar las elecciones municipales de Barcelona.

Lunes postelectoral de euforia para algunos y de bajona para otros. Entre estos últimos se encuentra el todavía alcalde de Barcelona Xavier Trias, que el domingo cayó derrotado ante la candidatura de Barcelona en Comú liderada por Ada Colau. Horas después de conocerse los resultados, en una entrevista de Jordi Basté en el popular programa de radio “El món a Rac1” Trias admite su derrota, reflexiona sobre la pérdida de confianza de los votantes y define a la que más que probablemente será su sucesora en el cargo (en catalán, a partir del minuto 4).

¿Y qué términos emplea para referirse a Colau? Los siguientes: “Yo la veo una señora que es muy mandona, por tanto la veo mandando”. Mandona, precisamente. Probablemente Trias no sea consciente de cómo las implicaciones de esa palabra la han convertido en los últimos años en una de los más polémicas, o habría evitado emplearla para definir a su rival porque se ha convertido en uno de esos términos controvertidos que retratan más a quién lo emplea que a quién lo recibe.

Que la frase haya sido seleccionada como el titular destacado por distintos medios no es fruto del azar, igual que tampoco ha pasado desapercibido para muchos oyentes y lectores que han reaccionado airadamente en Twitter.

También aprovechaban la comparecencia de Pablo Iglesias el mismo lunes en Al rojo vivo de La Sexta para preguntarle por su opinión a los comentarios de Trias, a los que responde con un: “Hay que desterrar este machismo según el que cualquier mujer que hace política es una mujer mandona” (a partir del 01: 24:00).

La controversia del concepto “mandona” nace en Estados Unidos, donde el término “bossy” funciona para desacreditar -prácticamente siempre- a una mujer que ocupa una posición de poder.

Una mujer no puede ser jefa, liderar un equipo o tener una presencia pública relevante con personas a su cargo sin ser tildada en algún momento de “mandona”. ¿Alguien diría que Obama o Putin son mandones? Sin embargo, así se ha definido a Margaret Thatcher, Angela Merkel o Hillary Clinton a lo largo de sus trayectorias públicas. “Mandón” y “mandona” no se usan con la misma frecuencia ni son intercambiables. Lo que provoca esta diferencia es perpetuar el miedo de las mujeres a asumir posiciones de liderazgo, la idea de que se las juzgará por distinto rasero (cosa que efectivamente sucede) y que las llevará a ser tachadas de autoritarias, agresivas o poco femeninas. “Bossy” o “mandona” transmiten de forma implícita que el sitio de una mujer, definitivamente, no está llevando el mando de nada.

Que una palabra es un arma poderosa está claro para la ejecutiva de Facebook Sheryl Sandberg, que desde Lean in, su organización dedicada a promover el liderazgo femenino desde la infancia, orquestó en 2014 la campaña “Ban Bossy” (prohibir mandona) para promover entre las niñas el mensaje “es bueno ser ambiciosa”.

Lean in ya había llamado anteriormente la atención con su campaña de denuncia de los estereotipos asociados a las mujeres trabajadoras que se encontraban en los archivos de los bancos de imágenes (fundamentalmente fotos de ejecutivas de ceño fruncido que amenazaban a sus empleados y la ya clásica estampa de un tacón femenino aplastando a un empleado varón, también utilizada por la revista Time para ilustrar la lucha por el poder de Hillary Clinton, un ejemplo clásico de cómo se percibe socialmente la ambición femenina).

En esta ocasión figuras como Condoleezza Rice o Beyoncé reivindicaban el “no soy mandona. Soy la jefa” y denunciaban que “llamar a las niñas mandonas es una de las tantas cosas que hacemos para disuadirlas de que sean líderes”. La campaña venía acompañada de diversos estudios que llamaban la atención sobre lo pronto que empiezan las niñas a sufrir la brecha de género, con datos como que en la escuela secundaria de Estados Unidos hay un 25 por ciento menos de probabilidad de que las niñas hablen públicamente o realicen alguna obra, con respecto a los varones, o que su autoestima desciende 3,5 veces más que la de los varones.

La iniciativa por supuesto no estuvo exenta de polémica (más aún al tratarse Estados Unidos de una sociedad donde el liderazgo, la ambición y el individualismo tienen tanta relevancia). Más allá del debate sobre si realmente es una prioridad desterrar la palabra del vocabulario (habiendo tanto por hacer en materia de igualdad y educación de género), probablemente una de las reflexiones más interesantes vino por parte de los que proponían convertir el término bossy en algo positivo. Desde el New Yorker recordaban que algunos colectivos consiguieron reapropiarse de ciertas palabras convirtiendo un término peyorativo o insultante en un motivo de orgullo e incluso un identificativo grupal, como hicieron los gays con “maricón”, los negros con “nigger” (negrata) o los nerds con –ha dejado completamente de emplearse como insulto- “nerd”, y proponían lo mismo para el controvertido “bossy”.

Precisamente eso fue lo que hizo la guionista y cómica Tina Fey titulando su autobiografía Bossypants. Cuando narra su trayectoria personal y profesional, Fey explica que desde que se convirtió en la productora ejecutiva de la exitosísima (al menos en cuanto a crítica) comedia 30 rock, no dejaron de preguntarle jamás, “¿Es duro para ti ser el jefe?” o “¿Es incómodo ser la persona al cargo?”, aunque nunca fue capaz de imaginarse a la gente preguntándole a Donald Trump: “Vaya, Mr. Trump, ¿es extraño para usted ser el jefe de toda esta gente?”.

En realidad, que el término "mandona" esté tan presente en una sociedad y se emplee tan a la ligera es un ejemplo más de cómo a veces, incluso de modo inconsciente, tratamos las relaciones entre mujeres y poder. De qué tipo de comportamientos se consideran correctos laboralmente y en el espacio público y de cómo la autoconfianza femenina comienza a minarse desde muy pronto. Decir de una mujer que es “mandona” por atreverse a tener un puesto de autoridad es sólo una de las múltiples muestras de hasta qué punto la brecha de género es profunda todavía.

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