El día que comí como un presidente

Un día después del almuerzo de Nicolás Sarkozy y Mariano Rajoy en la tasca La Suprema, reservé en su misma mesa

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El equipo de Verne en la mesa de Mariano Rajoy y Nicolas Sarkozy. No, el Presidente de España no está en el equipo. Esto es una dramatización.
El equipo de Verne en la mesa de Mariano Rajoy y Nicolas Sarkozy. No, el Presidente de España no está en el equipo. Esto es una dramatización.

Son las 17:30 de la tarde del lunes. Suena el teléfono en la madrileña tasca La Suprema.

-Buenos días.
-Buenas tardes.
-Sí, eso, lo siento. ¿Hablo con la Suprema?
-Sí, dígame.
-Quería reservar una mesa para mañana.
-Claro, ¿a qué hora y para cuántos?
-A las 14:30, para dos. Y una cosilla: nos gustaría sentarnos donde se han sentado Rajoy y Sarkozy. ¿Hay problema?
-No, a menos que vuelvan. Esa mesa tiene prioridad cuando viene Rajoy.
-¿En serio?
-Sí.
-¿Va mucho?
-Pues sí, bastante.

El tipo preguntón, el que dice buenos días a las 17:30 de la tarde, soy yo. Hace apenas unas horas que Mariano Rajoy y Nicolas Sarkozy acaban de abandonar el restaurante en el que acabo de pedir mesa. Su mesa. En La Suprema ya habrán cambiado el mantel, recogido las migajas e incluso me atrevería a decir que sentado a otros clientes en el mismo lugar, pero algo ha quedado: un buena ración de tuits que han servido de divertida sobremesa a la comunidad tuitera. ¿Cómo es el sitio al que Mariano Rajoy ha decidido llevar a uno de los hombres más importantes del planeta? Un día después de mi llamada, nos presentamos en la calle Argensola 7, muy cerca de la sede del Partido Popular, para averiguarlo.

Llego al restaurante acompañado de nuestra community manager, Anabel Bueno, y hay suerte: Rajoy no está, de modo que podemos ocupar su lugar. “Aquí la tenéis, en estas mismas sillas fue donde se sentaron Rajoy y Sarkozy”, nos dice el amabilísimo camarero, orgulloso, al acompañarnos. “¡Me pido ser Sarko!”, grito, y voy a ocupar su lugar, aunque no es fácil. Ya nos lo habían avisado vía Twitter:

Qué razón. Sarkozy no lo tuvo que tener sencillo para sortear la esquina de la mesa y llegar a su sitio, en el que hay poco margen de maniobra. Rajoy lo tenía, prácticamente, encerrado. Muevo un poco la mesa, me escurro hasta la silla y me siento. Ya soy Sarkozy. Lo que veo: frente a mí, un aparador con botellas de vino, tres jarrones y algunas plantas. A la izquierda, un extintor, y a la derecha, la salida a otro salón flanqueada con cortinas. En la pared que tengo a mi espalda, tres imágenes antiguas de Madrid y, tras Rajoy (bueno, tras Anabel), un cuadro de unos camareros que parecen vestidos con la estelada. No es broma:

El cuadro que colgaba sobre Rajoy en La Suprema. Foto: Anabel Bueno

No tardan en tomarnos nota. El camarero recita de carrerilla una larguísima lista de platos y decido copiarles el menú (gazpacho, ensaladilla rusa y chipirones) a los presidentes, aunque prescindo de la ensaladilla porque no quiero tomar dos primeros y porque -qué demonios- quiero postre. El resultado, lo contó Anabel (ella tomó pimientos rellenos y también chipirones, por cierto) en Twitter:

Un minipunto para Rajoy. Ambos platos están buenísimos, y muy especialmente los chipirones. Eso sí, estéticamente, son un desastre. No en el plato, sino en la boca: tinta negra e higiene bucal no son buenas amigas. ¿A lo mejor Sarkozy sale con esa sonrisa tan rara porque la foto se hizo después de los calamares? Nunca lo sabremos.

Como ha quedado claro que Rajoy controla en La Suprema y sabe qué hay que pedir, le pedimos consejo para los postres.

Ante su (esperado) silencio, nos lanzamos a la aventura. Yo, torrija; Anabel, tarta de queso. Solo diré una cosa: volveré solo para tomarme otra. La parte no tan dulce, la cuenta:

Todo en orden. Aquí come un presidente, e incluso dos. ¿Qué queréis? Pagamos religiosamente y llega el momento más esperado: la foto. Pedimos al camarero que nos ha atendido durante la comida que, por favor, nos la haga. “Claro, os la hago como se la hice a Rajoy y Sarkozy”, bromea, y después confiesa que no la hizo él. Aunque quién lo diría, porque tiene el ángulo bien cogido:

Confirmado: el entorno juega en contra de la foto. Ni nuestra community manager es más alta que yo, ni tiene una mano enorme con la que se aferra a la mesa. Rajoy tampoco, y deduzco que Sarkozy tampoco es tan bajito. La cobertura de madera de la pared es muy alta y sus líneas hacen un juego de perspectiva que no hace justicia en las fotos. Es esa esquina, de verdad. Lo confirmaré en cuanto vuelva a comerme otra torrija.

[Actualización: he editado la frase en la que hacía alusión al precio del pan porque no eran 8 euros como puede parecer en la nota. El pan está en la primera línea, que es "2 pan y bebida, 7 euros".]

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